ADN Celam

Mons. Ojea: Optar entre el “Hosanna al hijo de David” y el “Crucifícale”

ADN Celam. Con el Domingo de Ramos hacemos memoria de la última semana de su vida mortal del Señor. En su comentario semanal al Evangelio Dominical Mons. Oscar Ojea afirma que “el Señor nunca arma una fiesta para sí mismo, él va a fiestas, va a la casa de Zaqueo, va a comer con los pecadores, va a casa de Simón el leproso, pero él no organiza fiestas para sí mismo”.

Gratitud del pueblo a Jesús

Por eso señala que “aquí es el pueblo mismo el que espontáneamente quiere expresarle su gratitud”, citando algunos de los posibles artífices de esa acogida: “tal vez alguno que había sido curado de alguna enfermedad, tal vez el leproso, tal vez el publicano, tanta gente a quien había llegado la compasión de Jesús”.

El presidente del episcopado argentino recuerda que Jesús “entra en la gran ciudad y para nosotros simboliza entra en nuestro corazón. Le abrimos las puertas de nuestro corazón para poder celebrar con él esta Semana, este misterio grande de amor”. Pero también hace ver al “grupito de gente en medio de la algarabía que no está contenta”, queriendo que les haga callar. En palabras del obispo de San Isidro, “les molestaba que la multitud estuviera feliz”.

Ellos son los justos, los otros son los pecadores

Mons. Ojea define a estas personas como aquellos “que matan la alegría, son las personas que adormecen los sueños, que blindan el corazón, que cancelan la compasión, que abominan todo lo que sea vital, expresión de vida, para ellos son maleducados”, resaltando que “esta expresión popular los irrita”. Ello porque “ellos son los justos, los otros son los pecadores”, insistiendo en hacerlos callar.

Por eso piensan que “no tienen derecho a expresarse, no tienen derecho a hablar”. Ahí el prelado argentino recuerdas las palabras de Jesús: “si no gritan éstos gritarían las piedras”, algo en lo que ve que “el Señor abre camino a esa legítima espontaneidad del pueblo que se expresa”. Según Mons. Ojea, “el Señor no se defiende, el Señor hace silencio y entra también en silencio a Jerusalén, porque él conoce que a pesar de los vivas y de los gritos está la fragilidad de su pueblo”.

Abrir a Jesús las puertas de nuestro corazón

También reflexiona sobre “la maldad de aquellos que se van a aprovechar de esa fragilidad”, señalando que Jesús no quiere entrar en esa lucha, “no se defiende y entra en silencio en la Ciudad Santa”. Mons. Ojea destaca el tremendo cambio de actitud: “este mismo pueblo que lo alaba y lo viva al llegar a Jerusalén, será el pueblo que será objeto de esta suerte de operación de prensa que se realiza en esa semana, por la cual cambian la figura de Jesús y la venden como un delincuente, pidiendo a Pilatos que lo crucifique”.

Por eso desafía a optar entre el “hosanna al hijo de David”, algo que le decía la multitud, agradecerle, “abrir las puertas de nuestro corazón y alfombrarlo para que él pueda entrar con su humildad y al mismo tiempo como Rey porque le da sentido a toda nuestra vida”, y el “crucifícale”, recordando el relato del Viernes Santo.

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Finalmente, Mons. Ojea llama a pedir al Señor ser fieles, sirviéndose del “ramo de olivo que llevamos a casa y que hoy está verde y mañana se secará”, para recordar “que nuestro corazón no se seque nunca sino esté verde como ese olivo testimoniando la fidelidad que debemos tener para el Señor”, invitando a aprovechar “esta semana junto a Jesús viviendo su misterio de amor”.

 

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