Al comentar el Evangelio del VI Domingo del Tiempo Ordinario, Mons. Oscar Ojea recuerda que “dice Jesús en el Sermón de la Montaña que lo que mancha al hombre, lo que lo ensucia, no es lo que entra por la boca sino lo que sale del corazón. Él va a inaugurar la ley del corazón y nos ofrece una relectura de la ley de Moisés. Él viene a darle cumplimiento, pero para hacerla más profunda todavía: la ley del corazón”.
Juzgamos continuamente
Poniendo como ejemplo el mandamiento “no matarás”, y lo que Jesús nos dice: “aquel que se irrita contra su hermano merece ir al tribunal, aquel que lo insulta, el que lo maldice, merece ir al fuego”, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina afirma que “aquí aparece el fenómeno del corazón, en donde los pensamientos comienzan a volverse contrarios y hacemos un tribunal dentro de nuestro corazón para nuestros hermanos. Los juzgamos continuamente y nos olvidamos de la trascendencia que tiene todo esto, porque lo que está en nuestro corazón, susurrando primero contra el hermano, necesariamente después va a la palabra, cada vez más agresiva, cada vez más hiriente, cada vez más descalificadora y después termina en actos”.
Según el prelado argentino, “el Señor nos quiere recordar que cuando nosotros estamos delante de él, ofreciéndole nuestro sacrificio, nuestro culto, el altar en el que ofrecemos ese culto en nuestro corazón y si nuestro corazón no está limpio, sino que está lleno de tribunales frente a los hermanos, entonces necesariamente como el culto nuevo es en espíritu y en verdad lo hacemos desde el corazón, deja primero tu ofrenda en el altar, anda a reconciliarte con tu hermano y entonces sí vuelve a hacer la ofrenda”.
Cercanía a los enfermos
Para el presidente del episcopado argentino, “no nos damos cuenta de cómo tenemos el corazón cuando participamos de la Eucaristía, por eso pedimos perdón al comienzo de la Misa para poder limpiarnos también de esto que a veces llega a ser en nosotros casi como un estado habitual, el juicio continuo frente a los hermanos y hermanas”.
En relación a la Jornada Mundial del Enfermo celebrada el 11 de febrero, señala que “sabemos lo que puede sufrir un enfermo en el orden de la soledad, de la falta de cuidado, de la falta de atención”, recordando “qué importante es para los cristianos la visita, la presencia, la compañía, el gesto para aquellos que están padeciendo enfermedad, para aquellos que acompañan también la enfermedad con estados de angustia, de incertidumbre, con respecto al futuro”.
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En esta Jornada, Mons. Ojea dice que “encomendamos a todos los hermanos que padecen enfermedad, queremos estar cerca de ellos y al mismo tiempo, como nos enseña el Papa Francisco, tenemos una humanidad común. También nosotros cuando caigamos enfermos vamos a poder experimentar y reproducir esta necesidad de visita, de presencia, de compañía que tenemos como seres humanos cuando tocamos nuestro límite, cuando tocamos nuestra fragilidad”.
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