Recordando que en el camino hacia la Pascua en este año somos invitados por el Papa Francisco a vivir una Cuaresma sinodal, como recoge en su mensaje dado a conocer la semana pasada, Mons. Rubén González ha empezado su homilía en la Misa de Miércoles de Ceniza, dentro del Encuentro Sinodal de la Región Caribe, uno de los cuatro en que se divide la Etapa Continental en América Latina y el Caribe.
Ser una Iglesia con un solo corazón
El obispo de la diócesis de Ponce ve como algo hermoso “poder reflexionar en estos días sobre esta realidad de ser una Iglesia que quiere vivir la comunión, un solo corazón”. Para acompañar sus palabras se ha servido de la imagen de un corazón, que dijo ser signo de la persona, pues ésta se define desde el corazón, llamando a recuperar el corazón de carne.
Refiriéndose a lo reflexionado durante el día, el presidente del episcopado puertorriqueño recordó la pregunta que resonó entre los participantes: “¿Qué tipo de Iglesia queremos?”, afirmando que este el tiempo de la misericordia, que inician “reflexionando desde el corazón y descubriendo qué tipo de Iglesia tenemos, en qué Iglesia creemos. Diseñando con el corazón un triángulo hizo ver esto nos remite a una Iglesia piramidal, de carrerismo, de uno pasa por encima de todos los demás, pero también la imagen de aquel que carga la Iglesia sobre los hombros. Desde ahí hizo ver que ni una, ni otra, y sí “una Iglesia que mirando al Dios Uno y Trino tenga corazón”.
Junto con ello pidió una Iglesia guiada por el Espíritu Santo, una Iglesia que tenga visión, una Iglesia que escuche a Dios y al pueblo, una Iglesia que tenga palabra de esperanza, una Iglesia atenta al dolor del pueblo, una realidad que aparece en el Documento para la Etapa Continental, “con tantas inquietudes, con tantos cuestionamientos”. Un corazón donde se guarda aquello que Dios nos comunica a través de su palabra.
Tener un corazón misericordioso
Mons. Rubén González afirmó que “queremos a la luz de la Palabra de Dios tener un corazón misericordioso, como el de nuestro Padre Dios, tierno y compasivo, que nos hace escuchar, que nos hace mirar la realidad con ojos de misericordia y nos hace tener labios para anunciar la esperanza”. El prelado hizo un llamado a pensar “en el dolor de nuestro pueblo, de nuestra gente, de nuestros pueblos, y que hoy al presentar estas lágrimas supliquemos la misericordia de Dios para su pueblo y con el gesto penitencial que vamos a realizar ahora, con el que nos unimos a la Iglesia universal, de recibir la ceniza, experimentemos de verdad el anhelo y el deseo que algo distinto, de algo nuevo, porque el Espíritu no nos abandona, porque el Espíritu nos guía”.
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Con relación a las cenizas, Mons. González hizo ver que nos recuerda tres cosas: primero mancha, el pecado mancha; segundo, la ceniza nos muestra que ante Dios todos somos iguales; tercero, nos recuerda que somos polvo, pero un polvo bendito, que va a resucitar, en donde está nuestra esperanza. Desde ahí, las palabras de la imposición de la ceniza: “Conviértete y cree en el Evangelio”, pueden ser vistas como “acepta el reto, acepta la aventura de dejarte transformar el corazón para que el Señor te dé visión, escucha y palabra, pero sobre todo te dé corazón”.
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