En la primera ponencia del tercer día del 53° -congreso Eucarístico Internacional, que se adelanta en Quito, Ecuador, monseñor Andrew Cozzens, obispo de Crookston, EEUU, desarrolló el tema “Eucaristía y transformación del mundo”. En su intervención destacó que el misterio pascual de Cristo que se celebra en cada Eucaristía es el camino del renacimiento de la fraternidad en medio de un mundo herido.
El prelado inició su disertación, refiriéndose al momento de la transfiguración de Jesús, donde él revela a sus discípulos quién es. Recordó que, en ese momento “se muestra la gloria de aquel que siempre ha existido, el que es la fuente de todo, a través de quien todo fue creado, y quien nos invita a su vida gloriosa”. Allí, explica, que es a lo que todo cristiano está llamado a ser, “hijos e hijas gloriosos de Dios y así como en su cuerpo resucitado, cada herida será transfigurada en gloria”.
Se planteó la pregunta: ¿Cuál es la respuesta de Dios a las heridas del mundo? a lo que él mismo se respondió que es enviar a su Hijo al mundo quebrantado, es decir, se vació a sí mismo, tomando la forma de un esclavo, viniendo en semejanza humana, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, derramando su vida por la humanidad.
El sufrimiento hace crecer en el amor
Así también, dijo que Jesús no quitó el sufrimiento, porque a través de él hizo crecer una mayor cantidad de amor, por ello advirtió que “el Señor no nos quitó el sufrimiento, sino que entró en sufrimiento y transformó el sufrimiento desde dentro haciendo posible que este se vuelva una fuerza de amor en el mundo. Este es el poder de la redención y este es el misterio que la Eucaristía nos invita a participar cada día”.
Explicó además que, la presentación en todo sufrimiento es volver a sí mismo, escuchando lo que pide el Señor a cada uno y esto indicó, es volver hacia él para ver el sufrimiento que padeció, para que de esa forma la persona pueda volver la mirada hacia otros que sufren, “en este dar la vuelta hacia el Señor y hacer una ofrenda, de hecho, estoy iniciando y empezando a aprender cómo participar en el misterio pascual”.
El prelado recordó que a menudo es extremadamente difícil aceptar el dolor, “el sufrimiento a veces nos aplasta”, pero al enseñarlo a Jesús, él quiere mostrar el camino para usar este sufrimiento para el bien. Pero advirtió que esto sería imposible si no fuera por la celebración de la santa misa, “sin la Eucaristía cómo podría ser posible que en mi aceptación de cierto sufrimiento pueda afectar a otra persona en otra parte del mundo, yo traigo mi sufrimiento al altar y este ahora se une a Cristo, ofrendado al Padre y así tiene el poder para advertir amor en todo el mundo”.
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Realizar actos de amor
Advirtió que el plan de Jesús para la sanación del mundo, es la Eucaristía, porque a través de la misa todos los sufrimientos del mundo pueden ser ofrendados al Padre unidos a Jesús.
Aseguró que, para que se establezca una verdadera fraternidad que sane al mundo, se debe hacer a través de la entrega a uno mismo y se da cuando se perdona y se dona la vida por los demás, esto afirmó, es lo que la Eucaristía quiere enseñarnos y hacernos entender. “Lo que esto significa es que en realidad yo debo ser y estar listo para entregarme por el bien de la verdadera fraternidad (…) Por esto es que las vidas de aquellas personas que son tocadas por el sufrimiento y aprenden a unirlo al sufrimiento de Cristo, ellos tienen tanta compasión hacia otro que sufre”.
En este sentido, observó que la Eucaristía llama a realizar actos de amor fraternal, pero además de esto, pide llevar la gloria de Dios a un mundo sufriente. “La trasfiguración revela que estamos llamados a la afiliación divina y gloriosa, ser hermanos y hermanas, de esta forma somos llamados a ser como Dios a compartir su gloria (…) Es Jesús quien ingresó a nuestras heridas para traer su luz divina y solo si ustedes y yo amamos suficiente como Jesús, podremos participar también entonces en esa sanación del mundo”, indicó.
A toda esta reflexión, concluyó exhortando a unir el sufrimiento a Jesús ante el altar, participando de la Eucaristía. Aseguró que solo así se podrá transfigurar la vida de una persona, llevando ese amor a otros que sabe están sufriendo y ellos a su vez puedan entender que su sufrimiento tiene un valor.
Testimonios de cómo vivir la fraternidad en un mundo herido
Al concluir la intervención de monseñor Andrew Cozzens, obispo de Crookston, EEUU, se presentaron dos testimonios de cómo se puede llevar la fraternidad a la práctica en la vida de una persona, de tal forma que ayude a sanar el mundo herido.
María de Lourdes Amador, dama salesiana, contó cómo el ejemplo de sus padres marcó su vida y le movió a abrazar la vocación de servidora salesiana. Contó como sus padres le enseñaron a compartir no solo juguetes sino su tiempo y su vida, con un matrimonio bien llevado; le enseñaron, además, la belleza e importancia de un matrimonio cristiano. Todo esto se veo hoy plasmado en su servicio a favor de un mundo más solidario y fraterno, en unidad y comunión.
Por su parte, el padre José Antonio Maeso compartió su experiencia de trabajo en Esmeraldas junto a las personas privadas de la libertad y las personas extorsionadas, con los militares y policías. Esa realidad indicó nos invita a decir las cosas como son, es decir, que en esta guerra no hay daño colateral, todos somos víctimas de esta guerra. Aseguró que la Eucaristía debe llevarnos a reconocernos responsables del conflicto y arremangarnos las mangas para resolverlo.
Fotos: Cortesía oficina de comunicaciones del Congreso Eucarístico Internacional
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