En los paisajes desafiantes del altiplano boliviano y los valles cercanos, la Asociación “Nayrar Sarapxañani” (Vamos Adelante, en aymara), fundada en 2004 por el Padre Diego Plá, dedica sus esfuerzos a responder a las necesidades más apremiantes en áreas como educación, nutrición y salud en Mocomoco, una localidad en el departamento de La Paz, Bolivia.
El fin de la Asociación es el de “siempre hacer una opción por los pobres”, afirma el padre Diego Plá, mostrando que la opción por los pobres es también una opción por la humanidad misma.
Programas que transforman vidas
“Nayrar Sarapxañani” gestiona iniciativas diseñadas para responder a las dificultades diarias de las comunidades. Los comedores populares en Mocomoco alimentan a niños y jóvenes, cerca de 300 niños se benefician de estas actividades.
En el área de educación, cientos de niños reciben material escolar para apoyar su aprendizaje, y las mujeres participan en talleres de empoderamiento y capacitación, promoviendo una vida libre de violencia.
El acceso a la salud también es una prioridad. Además de brindar atención médica, la Asociación distribuye medicamentos esenciales.
Llevando esperanza a todos los rincones
Enfocados en la sostenibilidad, también desarrollan proyectos de reforestación y educación ambiental, entregando arbolitos como una responsabilidad y enseñando la importancia de cuidar la Casa Común. Además, promueven valores como el compañerismo y la empatía a través de la Escuela de Fútbol “Atlético San Vicente”.
Flora Silva Castillo, directora del programa desde hace 18 años, explica: “Para mí, significa llevar la esperanza a muchas personas que necesitan en las zonas más alejadas del altiplano boliviano, especialmente a madres, mujeres, niños que necesitan de ayuda”.
“Me siento como un puente de esa gente que dona, que ayuda, que aporta, que quiere hacer ese aporte directamente a estas personas; de llevarles una sonrisa, una alegría, y aparte, darles esa esperanza y decir que hay un tiempo mejor, ahí puede haber un cambio. Y desde la Iglesia también trabajamos en todos los rincones”, afirma la directora Silva.
Navidad, una experiencia de dar y recibir
La Navidad es un momento culminante para “Nayrar Sarapxañani”. Con la colaboración de equipos de jóvenes y voluntarios, se organizan actividades que llevan alegría a los lugares más remotos. En dos centros, uno en el valle y otro en el altiplano, se distribuyen juguetes, comida, leche y panetones.
La logística para llegar a estas comunidades no es sencilla; los caminos montañosos y la distancia son retos que requieren horas de viaje y un gran esfuerzo colectivo. Fueron más de 300 niños los beneficiados de esta actividad de Navidad. La Asociación demuestra que incluso en los lugares más olvidados, el amor y la solidaridad pueden transformar vidas.
En un video en redes sociales, se puede ver al padre Diego Plá compartiendo con las niñas, y él explica que con su sencillez y alegría las niñas dan un ejemplo de encantarse de lo simple: “San Vicente de Paúl decía que los pobres nos evangelizan, y estas niñas ese día me evangelizaron a mí, redescubriendo la capacidad de asombro, la sencillez y el recibir algo que no esperas. La Navidad es dar y recibir, nosotros hemos llevamos algo material y nuestro cariño, recibimos más de lo que damos”.
Un pastor con olor a oveja
Monseñor Giovani Arana, Obispo de la Diócesis de El Alto, acompaña estas iniciativas, participando activamente en las actividades y compartiendo con las comunidades más alejadas. En tiempo de pandemia, el obispo llevó, junto con la Asociación, cinco mil kilos de comida.
“Es muy bonito, porque es la primera vez que estas personas han visto un obispo y él ha estado muy involucrado, como se ve en las fotos, muy entregado, haciendo la comida o colaborando, empaquetando, cortando los panetones, luego repartiendo; es decir, se ha implicado y se lo ha visto muy contento, muy feliz de estar en estos lugares”, cuenta el padre Diego sobre la sencillez de Mons. Arana para acoplarse a las actividades y ser cercano a la gente.
La labor de “Nayrar Sarapxañani” es posible gracias al apoyo de donantes locales e internacionales, voluntarios comprometidos y la Iglesia Católica: “Esta actividad significa mucho para la gente del campo, pero sin las personas a las que hemos logrado en todos estos años abrir el corazón y hacerles parte de este programa no sería posible. Es muy importante la donación de todas las personas que son parte de este programa para poder llevar esa alegría a muchas familias en el campo”, señala Flora Silva.
Jesucristo se encarna para traernos esperanza
“Celebramos el Jubileo de la esperanza, y el mensaje de Navidad es paz, esperanza y que Jesucristo se hace pobre, se abaja y nosotros tenemos que imitarle a Él”, manifiesta el padre Diego, en un mensaje que se convierte en un llamado permanente a la paz, la esperanza y la justicia, inspirando a quienes reciben y a quienes dan.
Con las palabras de Flora Silva, el espíritu de la Navidad se traduce en una labor constante que va más allá de un solo día. En un servicio con los niños, las mujeres y las familias más vulnerables, enseñando valores como la empatía, el amor y el respeto. La Navidad, dice Silva, es el momento de culminar un año de trabajo con un mensaje de esperanza, llevando alegría y paz incluso a los lugares más alejados, como Guaira Pata, en la frontera con Perú.
La Asociación es un esfuerzo conjunto donde cada donación, cada gesto de ayuda y cada acto de solidaridad construyen un camino hacia una sociedad más justa y compasiva. El deseo de Flora Silva para este nuevo año es tener paz, tranquilidad y felicidad para todas las familias: “Pido a Dios todos los días de regreso a casa, que cuide a los niños, que cuide a esas mujeres golpeadas, maltratadas, y que no haya más de eso. Mi esperanza es que cada año que vuelvo a trabajar sean menos estas historias de dolor y que sean más las historias de alegría, de paz y de una familia feliz”.
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