Si rápidamente hiciéramos una búsqueda sobre qué es la Inteligencia Artificial (IA), encontraríamos muchas definiciones-aproximaciones que nos brindan empresas vinculadas a la temática.
Por ejemplo, IBM nos dice en su web oficial que “la inteligencia artificial es un campo que combina la informática y conjuntos de datos robustos para permitir la resolución de problemas. También engloba los subcampos del aprendizaje automático y el aprendizaje profundo, que se mencionan con frecuencia junto con la inteligencia artificial. Estas disciplinas están compuestas por algoritmos de IA que buscan crear sistemas expertos que hagan predicciones o clasificaciones basadas en datos de entrada”.
En tanto que REPSOL define a la IA como “una rama de la informática que desarrolla programas capaces de emular procesos propios de la inteligencia humana. Es decir, las máquinas pueden analizar el entorno y realizar determinadas acciones de manera más o menos autónoma con el fin de lograr objetivos concretos”. Y tomamos solo dos.
Mientras que esto se dice y sucede concretamente ya-hoy-ahora, hay quienes miran desde otras perspectivas las implicancias dadas en contextos ético-morales de este impresionante avance científico desarrollado fuertemente en esta primera parte del siglo XXI.
Magisterio de Francisco e Inteligencia Artificial
El Papa este año nos ha regalado dos textos basados en la IA enfocados en cuestiones bien diferentes aunque vinculadísimas: la Paz (1 Enero 2024) y la Comunicación (24 Enero 2024). Nos vamos a centrar en el primero.
Sobre el primer enfoque, monseñor Jorge Lozano —arzobispo de San Juan de Cuyo (Argentina), miembro del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano y ex secretario general del Celam— publicó un artículo en el diario argentino La Nación en el que recuperaba una verdad que es bueno traer al presente: “La Iglesia, el cristianismo, no están en contra del progreso humano o científico. Tengamos en cuenta que las primeras universidades han surgido en los monasterios e Iglesias. Unos cuantos científicos han sido y son hombres y mujeres de fe. Uno de los impulsores de la teoría del Big Bang acerca del origen del universo fue un sacerdote jesuita… La Iglesia no es tecnofóbica”.
Continúa poniendo gran lupa: “El 1 de enero de cada año se realiza la Jornada Mundial de la Paz; en esta oportunidad el Papa ha propuesto el lema ‘Inteligencia artificial y paz’. Desde el inicio de su mensaje Francisco plantea una mirada positiva y también pone foco en los peligros. Resume esta tensión en pocas palabras: ‘entusiasmantes oportunidades y graves riesgos’.
Oportunidades, riesgos y “algor-éticos”
En su columna, Lozano marca oportunidades: “Mejora de la producción de alimentos saludables y seguros, diseños de infraestructura más sustentables, fuentes de energía renovables más eficientes, diagnósticos médicos más exactos, sustitución de tareas rutinarias o peligrosas, predicciones meteorológicas, previsión frente a desastres naturales, mayor eficiencia operativa en industrias, gestión más rápida del tráfico en la vía pública, educación más personalizada”.
Y también señala los riesgos: que no se planteen “reglas efectivas ni liderazgos éticos” generando prejuicios y ampliando las desigualdades ya existentes. ¿Cómo se controlan el uso de armas autónomas en las tantas guerras que conviven en nuestro planeta, los algoritmos diseñados para favorecer a los sectores más vulnerables o el uso del reconocimiento facial? Francisco pone en el centro de la discusión ética al “sujeto moralmente responsable”.
La Pontificia Academia para la Vida desde el año 2020, y en conjunto con empresas activas en todo el globo, definió la necesidad de “promover los ‘algor-éticos’”: principios necesarios para el uso ético de la IA, conceptos también desarrollados por monseñor Lozano.
El factor humano vs. El paradigma tecnocrático
La exhortación apostólica Laudate Deum que el Papa Francisco dio a conocer el 4 de octubre del 2023 justamente contrapone estos dos conceptos y lleva a varios interrogantes que el arzobispo de San Juan de Cuyo resumió en su artículo de este modo: “Reconocemos que son propias de la condición humana la compasión, el amor, el cuidado de la fragilidad y vulnerabilidad. Nos preguntamos: ¿cómo nos cuida la IA de la envidia, la codicia, avaricia, violencia, crueldad, discriminación? ¿Cómo plantear las relaciones de amistad, la familia, la sexualidad, los vínculos entre los países y etnias?”.
Y concluye: “No le podemos pedir a la IA lo que debe proponerse construir la IH (Inteligencia Humana). La IA no puede ser excusa para desligarnos de las responsabilidades que nos toca asumir. La cuestión es si será instrumento utilizado por quienes buscan el desarrollo integral de la humanidad, o por quienes se mueven por la ley del más fuerte. De ser así será cada vez más poderoso y rico un pequeño grupo, y más pobre y descartada la mayoría de la humanidad a la que buscarán eliminar”.
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