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Obispos colombianos: «No nos resignamos a la violencia, aparentemente interminable»

Respetar y promover la institucionalidad evitando la polarización, el odio, la división y todo tipo de maltrato o engaño, especialmente a los adversarios y contradictores; fue la invitación que hicieron los miembros de la Conferencia Episcopal colombiana al cierre de su CXV Asamblea plenaria.

Tras una semana de escucha, diálogo y discernimiento, los obispos reconocen que la realidad de la nación pide a todos trabajar por la unidad, además de un continuo discernimiento que permita comprender los caminos que los colombianos deben asumir en este tiempo.

«Deseamos que el pueblo colombiano, con los valores de altruismo que lo han caracterizado, venza la indiferencia y asuma la búsqueda del bien y la unidad nacional,» se lee en el mensaje que recuerda la importancia de emplear las buenas maneras en la controversia, para hacer realidad el sueño de una Colombia en paz, reconciliada y reconciliadora.

Superar la resignación

Como pastores del pueblo católico, los obispos exhortaron a los creyentes a «intensificar en los procesos de evangelización, reavivar la oración por la patria y trabajar incansablemente por el bien común». Apartarse del mal, hacer el bien, buscar la paz y correr tras ella; son tres pasos primordiales en el camino que los colombianos deben emprender según los obispos.

“Amamos la vida, respetamos la dignidad de la persona humana y no nos resignamos a la violencia, aparentemente interminable,» aseguraron los prelados al tiempo que explicaron las que consideran son «tareas y compromisos de todos, se trata de ser testigos de esperanza en medio de una realidad adversa, un grito que nos anima a no desfallecer».

Normalizar lo incorrecto

Apártense del mal, es la primera recomendación que en palabras de los obispos es tener presente que no se puede alcanzar la paz, sino existe conciencia de la injusticia social y las estructuras de pecado que de acuerdo con su propia experiencia terminan por provocar situaciones de guerra y conflicto. Se trata de actitudes que muchas veces llegan a normalizarse o considerarse inevitables, una sociedad que se acostumbra al mal y no encuentra necesidad de hacer una denuncia efectiva o apartarse de este camino.

En segundo lugar, está hacer el bien. Al respecto, los prelados indican que se trata de una regla de oro para cualquier sociedad. Es un reto tanto para hombres como mujeres que necesariamente requiere de un cambio de mentalidad y una renovación interior.

Para ello, afirman es necesario caminar en la verdad y la justicia, cultivar la capacidad de escucha y diálogo, además de superar la indiferencia para afrontar con responsabilidad y esperanza las diversas expresiones de la crisis que se extiende a los ámbitos humanos, políticos, económicos sociales y culturales, además de ambientales.

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Propiciar el encuentro

Frente a ese llamado a buscar la paz y correr tras ella, los obispos recordaron que este trabajo requiere de atención, propósito y perseverancia, pues si bien estamos hablando de un don de Dios también nos referimos a una tarea humana. «Nuestro compromiso con ella nace del Evangelio, se alimenta en la oración y se manifiesta en la acción acogedora y misericordiosa,» puntualizaron.

Una invitación que se extiende a ciudadanos, medios de comunicación, gobernantes y dirigentes políticos que pastores como Mons. Luis José Rueda, presidente del Episcopado colombiano nos recuerda que es el momento para que pensemos en la posibilidad de iniciar senderos nuevos en los que se respete la vida. Este es un compromiso de todos los colombianos, un trabajo que no podemos delegar a los demás.

Es necesario pedir signos que muestren esa voluntad de paz y que no solo competen a los actores armados sino a todos los ciudadanos, porque no podemos olvidar que la violencia afecta a todos, somos sus victimas y es vital propiciar el encuentro; aquello que nos permita sentir de nuevo esperanza, porque “estamos llamados a renunciar a todo lo que destruye la vida, la familia, la sociedad y el planeta que habitamos,” como lo afirma el mensaje al término de la CXV Plenaria del Episcopado colombiano.


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