Mirar
Algunas mujeres esperaban que la reciente asamblea del Sínodo de los Obispos les abriera las puertas no sólo al diaconado, sino al presbiterado y demás. Recordemos que aún no es el momento de tomar decisiones, sino de escuchar propuestas que llegan de todo el mundo, de personas de muy diferentes culturas y orientaciones teológicas y pastorales. Se siguen analizando opiniones sobre este y otros temas. Cuando, en octubre de 2024, se concluya la segunda sesión del Sínodo y se entreguen las propuestas al Papa, él, con la autoridad que le viene del mismo Jesús, nos indicará el camino a seguir. Que el Espíritu Santo lo ilumine.
He tenido oportunidad de tratar a muchas mujeres, a muchas religiosas, y ninguna me ha insistido en que tienen derecho a asumir el ministerio diaconal o presbiteral. Son mujeres ejemplares y heroicas en su servicio apostólico y pastoral. Se sienten realizadas con lo que hacen y no están esperando otra cosa. Sin embargo, es necesario seguir discutiendo este tema con toda libertad, para que, juntos, encontremos lo que Dios quiere para su Iglesia. Otras denominaciones protestantes han dado este paso, y no por ello la evangelización ha avanzado mucho en sus países. El actual Código de Derecho Canónico permite que puedan bautizar y presidir matrimonios, así como otros muchos servicios; sólo hace falta ponerlo en práctica.
¿Qué se dijo en el Sínodo sobre este asunto? Comparto algunos puntos.
Discernir
Convergencias en que todos estuvieron de acuerdo:
– “Fuimos creados varón y mujer, a imagen y semejanza de Dios. Desde el principio, la creación articula unidad y diferencia, dando a la mujer y al hombre una naturaleza, una vocación y un destino compartidos y dos experiencias distintas de lo humano. La Sagrada Escritura da testimonio de la complementariedad y reciprocidad de la mujer y el hombre. Jesús consideró a las mujeres sus interlocutoras.
– En Cristo, mujeres y hombres están revestidos de la misma dignidad bautismal y reciben por igual la variedad de los dones del Espíritu. Hombres y mujeres están llamados a una comunión caracterizada por una corresponsabilidad no competitiva, que debe encarnarse en todos los niveles de la vida de la Iglesia.
– Pedimos a la Iglesia que crezca en su compromiso de comprender y acompañar pastoral y sacramentalmente a las mujeres.
– Las mujeres constituyen la mayoría de los fieles y a menudo son las primeras misioneras de la fe en la familia. Las mujeres consagradas, en la vida contemplativa y apostólica, constituyen un don, un signo y un testimonio de fundamental importancia entre nosotros.
– María de Nazaret, mujer de fe y madre de Dios, sigue siendo para todos una fuente extraordinaria de sentido desde el punto de vista teológico, eclesial y espiritual.
– Muchas mujeres expresaron su profunda gratitud por la labor de sacerdotes y obispos, pero también hablaron de una Iglesia que duele. El clericalismo, el machismo y el uso inadecuado de la autoridad siguen marcando el rostro de la Iglesia y dañando la comunión. Es necesaria una profunda conversión espiritual como base de cualquier cambio estructural. Los abusos sexuales, de poder y económicos siguen exigiendo justicia, sanación y reconciliación. Nos preguntamos cómo puede convertirse la Iglesia en un espacio capaz de proteger a todos.
– El proceso sinodal muestra que es necesaria una renovación de las relaciones y cambios estructurales. Así podremos acoger mejor la participación y la contribución de todos -laicos y laicas, consagrados y consagradas, diáconos, sacerdotes y obispos- como discípulos corresponsables de la misión.
– Evitemos repetir el error de hablar de las mujeres como una cuestión o un problema. Por el contrario, deseamos promover una Iglesia en la que hombres y mujeres dialoguen para comprender mejor la profundidad del plan de Dios, en el que aparecen juntos como protagonistas, sin subordinación, exclusión ni competencia”.
Cuestiones para analizar
– “Exigencia de un mayor reconocimiento y valorización de la aportación de las mujeres y de un aumento de las responsabilidades pastorales que se les confían en todos los ámbitos de la vida y la misión de la Iglesia. ¿Cómo puede la Iglesia incluir a más mujeres en las funciones y ministerios existentes?
– Se han expresado diferentes posturas sobre el acceso de las mujeres al ministerio diaconal. Algunos consideran que este paso sería inaceptable, ya que estaría en discontinuidad con la Tradición. Para otros, sin embargo, conceder a las mujeres el acceso al diaconado restauraría una práctica de la Iglesia primitiva. Otros ven en este paso una respuesta adecuada y necesaria a los signos de los tiempos, fiel a la Tradición y capaz de encontrar eco en los corazones de muchos que buscan una renovada vitalidad y energía en la Iglesia. Algunos expresan el temor de que esta petición sea expresión de una peligrosa confusión antropológica, acogiendo con agrado que la Iglesia se alinee con el espíritu de los tiempos”.
Las propuestas
– “Ampliar el servicio de escucha, acompañamiento y atención a las mujeres más marginadas en los distintos contextos sociales.
– Es urgente garantizar que las mujeres puedan participar en los procesos de toma de decisiones y asumir funciones de responsabilidad en el trabajo pastoral y el ministerio. El derecho canónico debe adaptarse en consecuencia.
– La investigación teológica y pastoral sobre el acceso de las mujeres al diaconado debe continuar.
– Hay casos de discriminación laboral y de desigualdad de remuneración en el seno de la Iglesia, en particular con respecto a las mujeres consagradas, consideradas con demasiada frecuencia mano de obra barata.
– Las mujeres deben ser incluidas en los programas de enseñanza y formación de los seminarios .
– Que los textos litúrgicos y los documentos de la Iglesia estén más atentos no sólo al uso de un lenguaje que tenga en cuenta por igual a hombres y mujeres, sino también a la inclusión de una gama de palabras, imágenes e historias que se inspiren con mayor vitalidad en la experiencia de las mujeres”.
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Actuar
Tomemos en cuenta lo que nuestros representantes en el Sínodo dijeron, para que no se quede en papel, y demos a la mujer el lugar que Dios quiere para ella desde el hogar y la comunidad. Los clérigos meditemos lo que se nos indica y que el Espíritu Santo nos ayude a convertirnos en aquellos puntos que no van de acuerdo con la voluntad de Dios.
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