A propósito del VII Simposio de Teología India el cardenal Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas en México, nos recuerda la importancia de discernir la presencia salvífica del Espíritu en los pueblos originarios. La invitación es a compartir con ellos la certeza de que Jesucristo es el único salvador y actúa en cada uno a través de los acontecimientos más sencillos de la vida diaria.
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Durante esta semana, en Panamá, estamos reunidos 50 agentes de pastoral de todos los países latinoamericanos: 22 indígenas (9 mujeres laicas y religiosas, un diácono, un laico y 11 sacerdotes), más otros 28 no indígenas (laicos, religiosas, sacerdotes y obispos), para realizar el VII Simposio de Teología India. Los anteriores Simposios se hicieron: el primero en Bogotá (1997), para empezar a dialogar sobre qué es esta teología. En el segundo, en Riobamba, Ecuador (2002), se siguió profundizando en las implicaciones de dicha teología. El tercero se hizo en Guatemala (2006), sobre Cristo y los Pueblos Originarios. El cuarto en Lima, Perú (2011), sobre la Creación en la Biblia y en las culturas indígenas. El quinto, en San Cristóbal de las Casas, México, sobre La revelación en la Biblia y en los Pueblos Originarios. El sexto tuvo lugar en Asunción, Paraguay (2017), sobre La Trinidad y la Familia en los Pueblos Originarios. El presente Simposio es sobre: El Espiritu Santo y Pueblo Originarios.
El objetivo general de nuestro Simposio es: Proseguir el camino de profundización de los contenidos doctrinales de la Teología India, para avanzar en su clarificación a la luz de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia. (Cf. Carta del Card. Joseph Ratzinger al Card. Fco. Javier Errázuriz, Presidente del CELAM, 26 de julio de 2004). Los objetivos específicos son: Profundizar en la fe católica sobre el Espíritu Santo en sus diversas formulaciones dogmáticas y en sus expresiones culturales a lo largo de la historia; escuchar, compartir y dialogar sobre el modo como viven los Pueblos Originarios el misterio del Espíritu; discernir los signos de la presencia y de la acción del Espíritu en los diversos Pueblos Originarios; ofrecer elementos y criterios teológicos para discernir y caminar juntos con los Pueblos Originarios en la experiencia del Espíritu; compartir y celebrar la vivencia del Espíritu con expresiones propias de los Pueblos Originarios.
No faltan quienes, sin conocer a fondo lo que aquí discernimos, nos ven con desconfianza, como si no fuéramos plenamente católicos. El entonces cardenal Joseph Ratzinger, luego Benedicto XVI, siendo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, nos recomendó continuarlos realizando, para discernir las “semillas del Verbo” que Dios ha sembrado en estos pueblos, y ofrecerles la plena luz que Jesucristo nos ha traído, por su Espíritu. Estos Simposios son preparados por un equipo asesor del CELAM, en comunión con el Dicasterio de la Curia Romana para la Doctrina de la Fe, así como con los responsables de la pastoral indígena de todas las conferencias episcopales de nuestra América Latina. No participan del Caribe, porque en esta región no hay indígenas, sino afrodescendientes.
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Discernir
Algunos textos bíblicos que nos iluminan en este caminar teológico y pastoral, son: “Las tinieblas cubrían los abismos, mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas” (Gén 1,2). “Entonces Yavhé Dios formó al hombre con polvo de la tierra; luego sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre tuvo aliento y vida” (Gén 2,7). “El viento sopla donde quiere, oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va; lo mismo sucede con quien nace del Espíritu” (Jn 3,8). Derramaré mi Espíritu sobre todo mortal” (Hechos 2, 3-17; Joel. 3,1-5). “Dios, que conoce los corazones, dio testimonio a favor de ellos otorgándoles el Espíritu Santo, lo mismo que a nosotros, sin hacer ninguna distinción entre ellos y nosotros, porque la fe había purificado sus corazones” (Hechos 15,8-9).
Del magisterio eclesial, nos orientan textos como los siguientes: «El misionero está convencido de que existe ya en las personas y en los pueblos, por la acción del Espíritu, una espera, aunque sea inconsciente, por conocer la verdad sobre Dios, sobre el hombre, sobre el camino que lleva a la liberación del pecado y de la muerte. El entusiasmo por anunciar a Cristo deriva de la convicción de responder a esta esperanza» (Juan Pablo II, Redemptoris missio, 45, citado por el Papa Francisco en EG 265).
“La diversidad tiene que ser siempre reconciliada con la ayuda del Espíritu Santo; sólo Él puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad” (EG 131). “Toda la naturaleza, además de manifestar a Dios, es lugar de su presencia. En cada criatura habita su Espíritu vivificante que nos llama a una relación con él. El descubrimiento de esta presencia estimula en nosotros el desarrollo de las «virtudes ecológicas». Pero cuando decimos esto, no olvidamos que también existe una distancia infinita, que las cosas de este mundo no poseen la plenitud de Dios” (LS 88).
“Fuera de la Iglesia Católica y en ámbitos muy diferentes, el Espíritu suscita signos de su presencia, que ayudan a los mismos discípulos de Cristo” (GE 9). “Si nos dejamos guiar por el Espíritu más que por nuestros razonamientos, podemos y debemos buscar al Señor en toda vida humana” (GE 42).
“Un necesario proceso de inculturación no desprecia nada de lo bueno que ya existe en las culturas amazónicas, sino que lo recoge y lo lleva a la plenitud a la luz del Evangelio” (Querida Amazonia, 66). “Cuando una comunidad acoge el anuncio de la salvación, el Espíritu Santo fecunda su cultura con la fuerza transformadora del Evangelio. Por otra parte, la misma Iglesia vive un camino receptivo, que la enriquece con lo que el Espíritu ya había sembrado misteriosamente en esa cultura. De ese modo, el Espíritu Santo embellece a la Iglesia, mostrándole nuevos aspectos de la Revelación y regalándole un nuevo rostro” (Ib 68). “El riesgo de los evangelizadores que llegan a un lugar es creer que no sólo deben comunicar el Evangelio sino también la cultura en la cual ellos han crecido, olvidando que no se trata de imponer una determinada forma cultural, por más bella y antigua que sea. Hace falta aceptar con valentía la novedad del Espíritu capaz de crear siempre algo nuevo con el tesoro inagotable de Jesucristo… No temamos, no le cortemos las alas al Espíritu Santo” (Ib 69).
“La inculturación eleva y plenifica… Se trata de lograr que esta relación con Dios presente en el cosmos se convierta, cada vez más, en la relación personal con un Tú que sostiene la propia realidad y quiere darle un sentido, un Tú que nos conoce y nos ama” (Ib 73). “No nos apresuremos en calificar de superstición o de paganismo algunas expresiones religiosas que surgen espontáneamente de la vida de los pueblos. Más bien hay que saber reconocer el trigo que crece entre la cizaña, porque en la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se sigue transmitiendo” (Ib 78). Es posible recoger de alguna manera un símbolo indígena sin calificarlo necesariamente de idolatría. Un mito cargado de sentido espiritual puede ser aprovechado, y no siempre considerado un error pagano. Algunas fiestas religiosas contienen un significado sagrado y son espacios de reencuentro y de fraternidad, aunque se requiera un lento proceso de purificación o de maduración” (Ib 79). “Si uno cree que el Espíritu Santo puede actuar en el diferente, entonces intentará dejarse enriquecer con esa luz, pero la acogerá desde el seno de sus propias convicciones y de su propia identidad. Porque mientras más profunda, sólida y rica es una identidad, más tendrá para enriquecer a los otros con su aporte específico” (Ib 106).
“La Iglesia afirma que se da la gracia que justifica y dona la salvación y, por lo tanto, fe verdadera también fuera de la Iglesia visible, pero no independientemente de Jesús (sacramento primordial) y la iglesia (sacramento fundamental). La acción del Espíritu Santo no se circunscribe a los límites de la Iglesia visible, sino que «su presencia y acción son universales, sin límite alguno ni de espacio ni de tiempo» (Juan Pablo II, Redemptoris missio, 28; Dominum et vivificantem, 53). Las religiones no cristianas pueden contener aspectos de la verdad y pueden ser medios y signos indirectos de la gracia espiritual de Jesucristo. Pero no por esto se trata de caminos salvíficos paralelos a Cristo o independientes de Cristo y su Iglesia” (Comisión Teológica Internacional, La reciprocidad entre fe y sacramentos en la economía sacramental, 37).
Ya Fray Bernardino de Sahagún, de los primeros misioneros que llegaron a México, escribió: “Es de saber que en este calendario (azteca) no hay cosa de idolatría. Una cosa buena y de tanto primor y verdadera, que estos naturales tuvieron, no es razón de reprobarla, pues sabemos que todo bien y verdad, quien quiera que la diga, es del Espíritu Santo” (Historia general de las cosas de la Nueva España, Apéndice al libro IV, párrafo 5, 257).
Actuar
Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a discernir su presencia salvífica en los pueblos originarios, ofreciéndoles siempre nuestra convicción más profunda de que Jesucristo es la plenitud de la revelación divina que el Padre nos ha comunicado en su Hijo y es nuestro único Salvador.
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