En América Latina y el Caribe, la recepción del Concilio Vaticano II se inicia con la Conferencia de Medellín, en 1968, y se ha ido consolidando en las siguientes Conferencias Generales del Episcopado de nuestro Continente, realizadas en Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007), en comunión con el Magisterio de la Iglesia universal.
En este itinerario de fe, esperanza y compromiso con nuestros pueblos, la opción preferencial por los pobres se ha constituido en una de las expresiones identitarias más significativas y originales de nuestra Iglesia latinoamericana y caribeña y es uno de los principios de la Doctrina Social de la Iglesia.
La Primera Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe nos ha invitado a continuar escuchando el clamor de los pobres, excluidos y descartados y el clamor de la tierra que nos alberga. Hoy como ayer, “afirmamos la necesidad de la conversión de toda la Iglesia para una opción preferencial por los pobres, con miras a su liberación integral” (DP 1134), y así salir de nuestra ‘zona de confort’ para ponernos del lado de quienes sufren el flagelo de la pobreza, la marginación y sus consecuencias.
San Oscar Arnulfo Romero, uno de los patrones del apostolado social de la Iglesia, afirmaba que “la Gloria de Dios es que el pobre viva”, y dio su vida misma por amor a los pobres, por defender sus derechos y su dignidad, asumiendo su causa a la luz del Evangelio y promoviendo la justicia social y la fraternidad.
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