El pasado 8 de abril la Iglesia grande, la que abre puertas que nunca se van a cerrar, dio a luz un documento desde el Dicasterio de la Fe: «Dignitas infinita sobre la dignidad humana».
Fue el cardenal Víctor Manuel Fernández, prefecto de ese Dicasterio, quien lo presentó en sociedad junto con el secretario de la Sección Doctrinal del mismo espacio monseñor Armando Matteo y la Profesora Paola Scarcella, docente de la Universidad Tor Vergata y de la Universidad Lumsa de Roma, responsable de la Catequesis a personas con discapacidad de la Comunidad de San Egidio.
Inspirados en esta puesta en foco primordial de la dignidad de la vida de todo ser humano a los ojos del buen Dios, conversamos para ADN Celam con el sacerdote argentino Carlos “Charly” Olivero, un colaborador del Celam y del Cebitepal desde donde lleva adelante la Pastoral Latinoamericana de Adicciones (PLAPA) y la Pastoral de Calle. Mucho de la dignidad humana se juega en esos ámbitos y su experiencia nos ayuda a caminar con comprensión este texto recién nacido desde una mirada pastoral y humanitaria.
Pregunta: ¿Cómo recibiste el texto?
Respuesta: Realmente no recuerdo si en mis 48 años me había pasado antes que un documento de la Iglesia me generara tanta paz. Probablemente cuando el Papa Francisco promulgó la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, no lo sé. Pero lo sorprendente en el caso de la Dignitas Infinita es que se trata de un documento que no dice nada nuevo. Sin embargo, hay algo en la oportunidad, en el momento en que sale a la luz, que vuelve esta declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe verdaderamente imprescindible. Y es que como afirma el Santo Padre Francisco en Fratelli Tutti: “cada generación ha de hacer suyas las luchas y los logros de las generaciones pasadas y llevarlas a metas más altas aún”.
P: ¿Podrías explicarnos un poco más esto?
R: La polarización ideológica del mundo actual ha superado límites insospechados en distintos países simultáneamente. Tal vez sea consecuencia de los algoritmos de las redes sociales que diseñan la sociedad retroalimentando los posicionamientos personales, o las transformaciones subjetivas empujadas por las nuevas tecnologías de la comunicación. Lo cierto es que en la era de la web 3.0, cada vez es más difícil entenderse con quienes piensan o simplemente sienten distinto. Basta mirar los debates políticos para comprender que se ha corrido la frontera de lo que se puede y no se puede decir.
Da rating y visibilidad decir barbaridades. La violencia posiciona candidatos. La sociedad pareciera perder capacidad de diálogo. La conciencia acerca de la dignidad humana se va confundiendo cada día más. Y de este escenario la Iglesia no está exenta. Es como si las corrientes culturales propias de los progresismos y de las nuevas derechas hubieran permeado la conciencia cristiana, o como si de repente hubiéramos olvidado desde dónde y cómo analizar la realidad que nos circunda.
Por eso y retomo, en medio de los posicionamientos polarizados de la discusión actual, la Dignitas Infinita vuelve a erigir la verdad cristiana, anclada en la Revelación, y en diálogo con el mundo, que celebra los 75 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
P: Su diversidad de fuentes y citas recupera lo dicho y lo actualiza.
R: Así es. Con la forma clásica de los tratados de teología, que estudian los temas en las Escrituras, los Padres de la Iglesia, la Escolástica, la teología moderna, se ponen en diálogo con la actualidad del pensamiento y el Magisterio de las últimas décadas. La declaración enfoca la cuestión de la dignidad humana para desde allí analizar sus violaciones propias en el mundo de hoy.
Dignidad ontológica
P: ¿Vale aquí decir “que por repetido no suene a viejo”?
No hay nada nuevo en el planteo porque los fundamentos de la dignidad son siempre los mismos: la Creación a imagen y semejanza, la redención obrada por Cristo, la vocación a la unión con Dios. A las distinciones clásicas de dignidad ontológica y moral, se le suman la social y existencial. Pero hete aquí que estos elementos son poderosísimos para el análisis de la realidad actual.
La dignidad ontológica fundamentada en la creación, redención y vocación es la que hace que todo ser humano sea poseedor de una dignidad absoluta e inviolable, independientemente de sus acciones o las circunstancias de su vida. Es la concepción que en 1948 llevó a fundamentar la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tal como se puede comprobar al inicio de la misma declaración: “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana…”.
P: Dignitas contiene un recorrido ontológico-histórico riquísimo.
R: Esta dignidad ontológica se apoya en la definición metafísica de Boecio retomada por Santo Tomás de Aquino: “substancia individual de naturaleza racional”. La dignidad está en la substancia, y no en la racionalidad. Y desde ese principio el Dicasterio denuncia las violaciones a la dignidad de aquellas personas que no están en el ejercicio pleno de su racionalidad, como es el caso de los niños no nacidos, los ancianos incapacitados o las personas con alguna discapacidad mental. La dignidad ontológica aparece entonces como un anclaje objetivo en medio de una sociedad que a veces intenta enunciar derechos que se oponen a los definidos originalmente y que muchas veces aparecen en contradicción con el derecho a la vida.
Dignidad moral / Dignidad social
P: ¿A qué refiere cuando distingue “dignidad moral”?
R: La dignidad moral hace referencia a la libertad humana. Cuando una persona se comporta de un modo contrario a su naturaleza de creatura amada por Dios, decimos que su obrar no es digno. Hablamos de una persona indigna cuando siembra violencia, o cuando va desdibujando cada vez más la humanidad de su rostro, etc. Así, vemos que la dignidad moral puede perderse, aunque nunca la ontológica.
P: Luego desmenuza la dignidad social, y entra de lleno en terreno actual y dolores actualizados permanentemente.
R: La dignidad social hace referencia las condiciones de vida. La pobreza extrema es indigna desde la perspectiva de la dignidad social porque la persona que la padece no puede vivir de acuerdo a su dignidad ontológica. Esta concepción exige un trabajo por revertir esas condiciones y un posicionamiento activo de parte del Estado: “El Papa Francisco se ha detenido especialmente en este punto: «algunos nacen en familias de buena posición económica, reciben buena educación, crecen bien alimentados, o poseen naturalmente capacidades destacadas. Ellos seguramente no necesitarán un Estado activo y sólo reclamarán libertad. Pero evidentemente no cabe la misma regla para una persona con discapacidad, para alguien que nació en un hogar extremadamente pobre, para alguien que creció con una educación de baja calidad y con escasas posibilidades de curar adecuadamente sus enfermedades. Si la sociedad se rige primariamente por los criterios de la libertad de mercado y de la eficiencia, no hay lugar para ellos, y la fraternidad será una expresión romántica más». La dignidad social exige compromiso social para revertir esos condicionamientos.
Y cabe enunciar la última clasificación: la dignidad existencial que hace referencia a algunas situaciones externas como enfermedades graves, situaciones de violencia familiar u otras realidades que hacen que la persona no pueda vivir como corresponde a su dignidad ontológica.
P: El análisis sobre aspectos que entran en contrapunto con miradas mundanas es clave para comprender hacia dónde va Dignitas.
R: Una vez puestos los fundamentos el documento analiza lo concerniente a la dignidad humana en el drama de la pobreza, la guerra, el trabajo de los emigrantes, la trata de personas, los abusos sexuales, la violencia contra las mujeres, el aborto, la maternidad subrogada, la eutanasia y el suicidio asistido, el descarte de las personas con discapacidad, la teoría del género, el cambio de sexo, la violencia digital. Pero lo que me parece más valioso del documento es la relación de estos posicionamientos de temas tan actuales con sus fundamentos, que se encuentran anclados en la Revelación. Dios nos bendiga, y podamos inaugurar una nueva etapa de diálogo desde estas luces y caminar todas y todos juntos.
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¿Quién es el padre Charly?
Nació en Buenos Aires en 1976. Es el mayor de tres hermanos. Luego de entrar a estudiar en la Facultad de Medicina, a los 21 años interrumpió sus estudios universitarios para ingresar al seminario. En 2002 inició una presencia misionera en la villa 21-24 de Buenos Aires, una de las villas/barrio popular de la capital argentina. Se fue a vivir con el padre José María «Pepe» Di Paola, y junto a él se ocupó especialmente de la recuperación de personas con problemas de adicciones. Es sacerdote desde el 2005.
Es magister en Prevención y Asistencia a las Drogas de la Universidad del Salvador en Buenos Aires. Es uno de los fundadores del Hogar de Cristo —actualmente Familia Grande Hogar de Cristo— área de Adicciones de Cáritas Argentina que se ocupa de prevención, asistencia y recuperación para personas en dificultades con adicciones, inaugurado en marzo de 2008 por el cardenal Jorge Bergoglio, entonces arzobispo de Buenos Aires, hoy Papa Francisco. Hoy existen más de 200 Hogares de Cristo.
Al morir el padre Basilicio “Bachi” Benítez por Covid-19 —otro cura villero— el padre Charly fue como responsable de la parroquia de San Roque González y Compañeros Mártires en Villa Palito, diócesis de San Justo ubicada en el partido de La Matanza, en las periferias de Buenos Aires.
Armó la escuela de formación para la difusión de abordaje comunitario de las adicciones. Fue miembro del equipo coordinador de la Pastoral de Adicciones del episcopado argentino desde el año 2014 hasta el 2020. Es presidente de la fundación Universidad Latinoamericana de las Periferias.
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