Este domingo 19 de mayo, durante la celebración eucarística de la Solemnidad de Pentecostés, el Papa Francisco ha recordado que dos características de “la acción del Espíritu Santo en la Iglesia, en nosotros y en la misión (…): fuerza y gentileza”.
Para derrotar el mal
“La acción del Espíritu es fuerte como simbolizan los signos del viento y del fuego”, afirmó el Pontífice, subrayando que “sin esa fuerza nunca conseguiremos derrotar el mal ni vencer los deseos de la carne referidos por Sao Paulo”, esto es, impulsos como la impureza, la idolatría, las discordias y las envidias.
De igual forma, el Obispo de Roma señaló que “el Espíritu es fuerte y gentil. El fuego no destruye ni reduce a ceniza lo que toca: uno llena la casa donde se encuentran los discípulos y el otro se posa delicadamente, en forma de llamas, sobre la cabeza de los presentes”, de tal forma que “esta delicadeza es también un trazo de la acción de Dios”, planta las virtudes, “las riega, cuida de ellas y protege amorosamente a fin de que crezcan y se robustezcan”, expresando la dulzura de la misericordia y de la comunión con Dios.
El don del Espíritu
Este don del Espíritu, recibido en el Bautismo y en la Confirmación, compromete a los cristianos a “anunciar el Evangelio a todos, yendo siempre más allá, no solo en sentido geográfico, sino también superando barreras étnicas y religiosas”. Se trata, entonces de una misión que ha de desarrollarse con fuerza y gentileza, “es decir, no con arrogancia e imposición, pues el cristiano no es arrogante, su fuerza es otra: la fuerza del Espíritu”
Por eso, agregó el Papa, “continuamos hablando de paz a quien quiere la guerra; de perdón a quien siembra venganza; de acogida y solidaridad a quien tranca las puertas y levanta barreras; de vida a quien escoge la muerte; de respeto a quien le gusta humillar, insultar y descartar; de lealtad a quien rechaza cualquier vínculo, confundiendo libertad con un individualismo superficial, opaco y vacío”.
“Tenemos necesidad de esperanza”
“Nuestro anuncio quiere ser gentil, para acoger a todos. No nos olvidemos de esto: todos, todos, todos…”, sentenció Francisco, al insistir que “tenemos necesidad de esperanza, que no es lo mismo que optimismo, es algo diferente (…)”. “Necesitamos esperanza, levantar los ojos hacia horizontes de paz, fraternidad, justicia y solidaridad. Es el único camino de vida, no hay otro”.
Posteriormente, durante la oración del Regina Caeli, el Papa recordó que “el Espíritu Santo es Aquel que crea la armonía (…). Y la crea a partir de realidades diferentes, a veces conflictivas”. De modo especial Francisco oró por la “armonía en el mundo entero; que el Espíritu haga crecer la comunión y la fraternidad entre los cristianos de las distintas confesiones; y done a los gobernantes la valentía de realizar gestos de diálogo que lleven a poner fin a las guerras, las muchas guerras de hoy”, dirigiendo su pensamiento a Ucrania, Tierra Santa y “tantos lugares donde hay guerra”. “Que el Espíritu lleve a los responsables de las naciones y a todos nosotros a abrir puertas de paz”, concluyó.
Foto: Vatican Media.
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