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Papa Francisco sobre gratuidad y cooperación internacional en América Latina: «El amor no tiene agenda, no colonializa, se encarna»

«La gratuidad es imitar la manera que tiene Jesús de entregarse por nosotros, su Pueblo, siempre y totalmente, a pesar de nuestra pobreza,» fueron las palabras del Papa Francisco a los participantes del Encuentro con instituciones y organismos de Ayuda a la Iglesia de América latina y el Caribe que se desarrolla del 5 al 7 de marzo en Bogotá.

Haciendo extensivo su agradecimiento al Card. Robert Prevost, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL) y los responsables de instituciones y agencias de cooperación internacional, el pontífice centró su reflexión en la gratuidad, cuya importancia se refleja en la agenda propuesta para el encuentro.

Sin desconocer que todo esfuerzo pretende un resultado y el no lograrlo puede percibirse como un fracaso, el Santo Padre invitó a reflexionar sobre estas dos dinámicas que bien pueden presentarse en el ámbito de la consecución de ayudas para la Iglesia de América Latina y el Caribe.

El don recibido

Al respecto, el Pontífice propuso poner el foco «en lo que nos pide Jesús y nos dice el Evangelio» para entenderlo recordó las preguntas que cualquier periodista suele hacerse al construir una noticia, desde luego, aplicándolas a la actividad caritativa.

¿Quién da?, ¿Qué da?, ¿Dónde da?, ¿Cómo da?, ¿Cuándo da?, ¿Por qué da? y ¿Para qué da?, son las preguntas que pueden ayudar en el empeño de comprender el sentido del esfuerzo y las dificultades que nos alejan del objetivo inicial.

Para el Santo Padre, las respuestas a estas cuestiones ofrecen claridades para la misión de las organizaciones de cooperación internacional. En el caso de la primera pregunta ¿Quién da? la respuesta es clara. «Dios es el que da y no somos más que administradores de unos bienes recibidos, por ello no debemos gloriarnos, ni exigir más compensación que la del propio salario,» aseguró tomando como punto de referencia algunos fragmentos de la Sagrada Escritura.

Prueba de amor

Para la segunda pregunta — ¿qué nos da el Señor?—, la respuesta que propone el Papa es simple: «nos ha dado todo: la vida, la creación, la inteligencia y la voluntad para ser dueños de nuestro destino, la capacidad de relacionarnos con Él y con los hermanos».

No obstante, el obispo de Roma advirtió que hay algo que no podemos ignorar y es que El mismo se nos ha dado infinitas veces. Entonces no podemos olvidar que «todo lo que tenemos o es Dios, o es prueba y prenda de su amor».

En palabras del Papa, olvidarlo supone un gran riesgo porque «si perdemos esa conciencia en el dar y también en el recibir, pervertimos su esencia y la nuestra». Entonces de administradores solícitos de Dios, “pasaremos a ser esclavos del dinero, subyugados por el miedo a no tener y dispuestos a entregar el corazón a una falsa seguridad económica, a la eficiencia administrativa o el control de una vida sin sobresaltos».

Al borde del camino

Continuando con su reflexión Francisco invitó a ver dónde se da el Señor, lo que considera nos abre a un camino específico. «Dios se da en una palabra, en medio de su Pueblo, una verdad perceptible en nuestra historia personal y comunitaria”. Por eso, alentó a que «no rehuyamos a quien anda a ciegas, a quien queda caído al borde del camino, a quien está cubierto de lepra o de miseria, más bien pidamos al Señor ser capaces de ver lo que les impide enfrentar sus propias dificultades».

Frente a preguntas sobre el cómo y cuándo se da el Señor a su Pueblo «es muy evidente: siempre y totalmente. Dios no pone límites, mil veces pecamos, mil veces nos perdona. Espera en la soledad silenciosa del Sagrario que volvamos a Él, mendigo de nuestro amor».

De esta forma –insistió el Papa- podemos pensar en las razones por las que Jesús se entrega por completo ante lo que solo podemos comprender desde su amor sin límites porque «el amor tiene razones que la razón no entiende,» como diría Pascal. «El amor no tiene agenda, no colonializa, sino que se encarna, se hace uno con nosotros mestizo, para hacer nuevas todas las cosas».

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Abrazar la cruz

Actuando bajo esa lógica, continua el Papa, «el esfuerzo no será inútil porque hay un fin.  Abrazar la cruz no es signo de fracaso, no es un trabajo en balde, es unirnos a la misión de Jesús».

«Es tocar concretamente la herida de ese hermano, de esa comunidad, que tiene nombre, que tiene un valor infinito para Dios, para darle luz, fortalecer sus piernas, limpiar su miseria,» lo que puede equipararse con la misión de las organizaciones cooperantes y las diversas formas en que ofrecen lo mejor para reivindicar a quienes sufren la carencia, la dificultad.

El Papa Francisco cerró su reflexión encomendando a la Virgen los trabajos del Encuentro con instituciones y organismos de Ayuda a la Iglesia de América latina y el Caribe, confiando en que sea María quien los guíe, como a los servidores de las bodas de Caná y para que a todos llegue el vino nuevo que el Señor nos promete».


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