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Puerto Maldonado, primera semilla echada por Francisco para el Sínodo Amazónico - ADN Celam

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Puerto Maldonado, primera semilla echada por Francisco para el Sínodo Amazónico

En enero de 2018, el Papa Francisco llegó a Puerto Maldonado, una ciudad enclavada en el corazón de la Amazonía peruana, este viaje fue el inicio de un camino sinodal que llevaría al Sínodo Amazónico de 2019. Sus discursos en esta tierra olvidada y marginada fueron un pedido urgente por la defender la vida, la cultura y el territorio de los pueblos originarios, convirtiendo a Puerto Maldonado en la primera semilla de un proceso eclesial transformador.

Encuentro con los rostros de la Amazonía

El Papa comenzó su visita en el Instituto Jorge Basadre Grohmann, donde se reunió con pobladores de diversas comunidades amazónicas y andinas. Con palabras cálidas, Francisco denunció la cultura del descarte que trata a las personas y a la tierra como objetos de explotación: “Esta no es una tierra huérfana, es la tierra de la Madre”, aseguró, refiriéndose a la región Madre de Dios.

En la Ocasión, habló sobre la necesidad de pertenecer a una familia, a una comunidad y a un territorio, rechazando la lógica anónima del consumismo que silencia y desecha a los más vulnerables.

En el Hogar “El Principito”, dedicado a niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad, el Pontífice señaló el valor de la esperanza encarnada en los más pequeños: “Ustedes son el tesoro más preciado que tenemos que cuidar”, les dijo, mientras animaba a los jóvenes indígenas a no renunciar a sus raíces: “El mundo los necesita auténticos, orgullosos de pertenecer a los pueblos amazónicos”. Sus palabras fueron un rechazo a los colonialismos ideológicos y un llamado a preservar las culturas originarias.

La Amazonía, tierra herida

En el Coliseo Madre de Dios, el Papa Francisco se reunió con representantes de más de 20 pueblos indígenas, cuyos rostros reflejaban la diversidad y la resistencia de la Amazonía. Denunció las amenazas que enfrentan: el extractivismo voraz, la minería ilegal, la trata de personas y las políticas de conservación que excluyen a sus habitantes: “Los pueblos originarios nunca han estado tan amenazados como ahora”, dijo, y advirtió la paradoja de un sistema que promueve el progreso mientras destruye la vida.

El Papa también criticó la esterilización forzada de mujeres indígenas y la falta de políticas de salud intercultural: “El silencio mata”, insistió, pidiendo que los Estados escuchen a las comunidades y respeten sus cosmovisiones. Su discurso fue también tomó la encíclica Laudato Si’, vinculando la defensa de la tierra con la defensa de la dignidad humana.

Hacia el Sínodo Amazónico

La visita a Puerto Maldonado fue el germen del Sínodo Amazónico convocado por Francisco para octubre de 2019. En esta ciudad, el Papa anunció la primera reunión del Consejo Pre-sinodal, remarcando la necesidad de una Iglesia con “rostro amazónico”: “Necesitamos que los pueblos originarios moldeen las Iglesias locales”, dijo, invitando a una evangelización que dialogue con las culturas y se comprometa con la justicia socioambiental.

El Sínodo Amazónico, celebrado en Roma, retomó las voces escuchadas en Puerto Maldonado, tocando temas como la ecología integral, la defensa de los derechos indígenas y la urgencia de nuevas estructuras pastorales.

Las conclusiones del Sínodo, reflejadas en el Documento Final de la Asamblea especial para la región panamazonica, “Amazonía: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”, y la exhortación Querida Amazonía, reiteraron el llamado a proteger la Amazonía como “corazón biológico” del planeta y a construir una Iglesia encarnada en sus pueblos.

Un camino que continúa

Puerto Maldonado quedó grabado en la historia como el lugar donde el Papa Francisco sembró la semilla de un sueño eclesial y ecológico. Sus palabras y gestos en esta tierra marginada inspiraron un proceso sinodal que trascendió fronteras, recordando que la Amazonía no es un recurso para explotar, sino un hogar que alberga vida, cultura y espiritualidad.

Hoy, el legado de aquel encuentro sigue vivo, desafiando a la Iglesia y al mundo a escuchar el clamor de la tierra y de los pobres, porque, como dijo Francisco: “No hay ecología sin una adecuada antropología”.

El Sínodo Amazónico fue solo el comienzo. La tarea sigue en pie: defender la esperanza, tejer comunidades y, sobre todo, escuchar el grito de la Amazonía que, desde Puerto Maldonado, llegó a los oídos del mundo.

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