Con la muerte del Papa Francisco, ocurrida en la madrugada de este lunes 21 de abril en la residencia Santa Marta del Vaticano, se inicia un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia Católica. La Sede Apostólica queda vacante, una etapa que —como explica el doctor en Derecho Canónico el colombiano Hernán Olano— es un periodo en que la cátedra de San Pedro queda vacía, ya sea por fallecimiento o renuncia del Pontífice.
Este es un tiempo profundamente simbólico, cargado de significado para los fieles y para la estructura eclesial. Además, está determinado por normas expuestas en la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada en 1996 por san Juan Pablo II.
El papel del camarlengo tras la muerte del Papa
El Dr. Olano, un referente para América Latina en temas canónicos, destaca que el primer paso tras la muerte del Papa es confirmar su deceso a través de un procedimiento solemne a cargo del camarlengo, actualmente el cardenal Kevin Farrell. “Antiguamente se usaba el golpe con un pequeño martillo de plata sobre la frente del Papa como parte del ritual, pero hoy este acto ha sido reemplazado por mecanismos médicos modernos”, observa.
A partir de este momento, el camarlengo asume la responsabilidad interina de la administración del Vaticano, sin poder doctrinal ni decisorio, esto mientras se inicia el riguroso proceso que llevará eventualmente a la elección de un nuevo Pontífice.
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El Vaticano en transición
Durante la sede vacante, todo el aparato institucional del Vaticano entra en una dinámica de transición. Se sella el apartamento papal y sus objetos personales, cesan los nombramientos y decisiones mayores, y el Colegio Cardenalicio pasa a asumir funciones de gobierno limitado. Según precisa el canonista “Los cardenales no pueden tomar decisiones que correspondan exclusivamente al Papa, como cambios doctrinales o designaciones episcopales. Su papel es custodiar la estabilidad y preparar el cónclave”.
Este órgano colegiado, que agrupa a los purpurados menores de 80 años, tiene la tarea de organizar el funeral del Papa Francisco y posteriormente reunirse en la Capilla Sixtina para celebrar el cónclave. Allí, en absoluto aislamiento, se votará hasta alcanzar una mayoría de dos tercios. En esta ocasión asistirán 133 cardenales electores. “Cada jornada contempla cuatro votaciones y, tras cada ronda, se queman las papeletas. Si no hay elección, el humo que sale es negro (fumata nera); si se elige un nuevo Papa, es blanco (fumata bianca)”, añade el experto.
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Francisco: un legado abierto y complejo
El Dr. Hernán Olano también se detiene a reflexionar sobre el legado del primer Papa latinoamericano de la historia. “Francisco fue un pontífice que asumió con decisión el impulso de reformas internas, la promoción de una Iglesia más sinodal y la denuncia constante contra la desigualdad y la indiferencia global. Deja una hoja de ruta abierta, con muchos temas aún por consolidar”.
Entre los desafíos que heredará su sucesor, Olano menciona la necesidad de continuar con la reforma de la Curia Romana, avanzar en la transparencia financiera, sanar las divisiones internas entre sectores conservadores y progresistas, fortalecer el papel de la mujer en la vida eclesial y dar respuestas éticas frente al avance de tecnologías como la inteligencia artificial. “La voz moral de la Iglesia necesita claridad y firmeza en un mundo cada vez más polarizado y secularizado”, subraya.
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Un nuevo rostro para una Iglesia universal
Si bien es conocido que el Cónclave que se celebra en la Capilla Sixtina, tiene un carácter espiritual y privado, el entorno mediático gira con cierta presión, es así como la opinión pública mundial se convierte en espectadora activa. “Vivimos en la era de los ‘papables’, nombres que surgen en los medios antes de que los cardenales voten. Pero la historia demuestra que muchas veces el elegido no estaba entre los favoritos de la prensa”, comenta Olano con prudencia.
Por otra parte, al referirse al perfil del próximo pontífice, el canonista colombiano considera probable que provenga de una región fuera de Europa, siguiendo la línea de universalización que marcó el pontificado de Francisco. “Un Papa con sensibilidad por los pobres, defensor del medio ambiente, capaz de tender puentes con otras religiones, equilibrado entre tradición y renovación, y con firmeza ante los escándalos, es lo que hoy necesita la Iglesia”, afirma.
Con el fallecimiento del Papa Francisco, concluye una era de pontificado que marcó una etapa de apertura y transformación pastoral; ahora, se abre un espacio de discernimiento global. La Iglesia universal, entra ahora en un período de oración y esperanza, mientras se prepara para la elección del nuevo líder que conducirá al pueblo de Dios en medio de los desafíos más apremiantes de esta época.
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