Por Sor María Amalia Orozco García, FMA/ Catequesis Indígena y Campesina, México.
La vocación del catequista tiene su origen en la feliz llamada que Jesús hizo a quienes Él quiso tener cerca para después enviarlos a la misión: ‘Vengan’… ¿Quién te llama a ser catequista hoy?… ¿Por qué dijiste sí, quiero?
Ser catequista es haber respondido al llamado del Señor. ¡Es un don!
Desde el bautismo somos sacerdotes, profetas y reyes con Cristo, para trasmitir el mensaje de salvación. Dios nos da la gracia para vivir esta vocación día a día, en y con la comunidad siendo ‘CATEQUISTAS’.
A la llamada de Dios hemos respondido con fe, con alegría y con mucha esperanza, sabiendo que Él es actúa en mí, en ti, en todos los que felizmente ‘somos catequistas’.
Hablar del perfil del catequista es una invitación a pensar concretamente cómo se vive esta vocación, para qué y con quiénes. Desde el Concilio Vaticano II a nuestros días tenemos grandes luces; un rico magisterio que alimenta y fortalece la identidad del Catequista del tercer milenio. El Directorio para la Catequesis (2020) propone quién es y qué puede hacer el catequista y ahora, el Motu Proprio, Antiquum Ministerium, abre la posibilidad para que se instituya en las diócesis el Ministerio Laical de Catequistas (AM 19 / V / 2021).
Muchos hombres y mujeres han vivido su fe en y con su comunidad; se han entregado en cuerpo y alma al servicio del Reino, sirviéndose de su riqueza temperamental, con sus cualidades y sus limitaciones, para ser memoria viva de las maravillas que Dios ha hecho a favor de sus hijos, porque Él nos ama y nos quiere a todos, ‘salvos’ (1 Tm 2,1-8).
a) El catequista es persona
Ser persona y actuar como persona es esencial en el perfil del catequista. Quiero recordar a Pedro, a Pablo, a Juan, a María Magdalena y a las mujeres que iban y venían con el Maestro: ‘Fueron personas capaces de pensar, de sentir, de decidir, con sus luces y sus sombras, y de colaborar con el Señor’. La persona es muy importante y significativa para ejercer el Ministerio de la Catequesis. Tan ha sido así, que Dios mismo se hizo persona en la plenitud de los tiempos, naciendo de una mujer (Cfr. Gal 4, 4 ), maravilloso momento histórico.
El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros (Jn 1, 14). Dios hecho persona en su Hijo, Jesús de Nazareth, es el paradigma de lo que es y puede ser el catequista. Él ha sido el más grande evangelizador (Evangelii Nuntiandi 7), el buen pastor (Jn 10, 11 -16), la luz del mundo (Jn 8, 13), el camino, la verdad y la vida (Jn 14, 6), el agua viva que quiere y puede calmar nuestra sed (Jn 4, 13 -14).
b) El catequista es de Dios y para lo suyo
‘Por la gracia de Dios soy lo que soy’ (1 Cor 15, 10). La espiritualidad es esencial en el perfil del catequista. El Espíritu de Dios es el agente principal de nuestro Ministerio (EN 75), es el verdadero protagonista de lo que el catequista es y hace; lo acompaña y lo guía, para que se comprometa cada día más en su misión. Lo hace ser su casa y una carta escrita por Él (2 Cor 3, 2-4).
El Papa Francisco precisa que el evangelizador tiene que dejar actuar al Espíritu Santo, viviendo una experiencia kerigmática, que va mucho más allá de tener un retiro, un curso, o una etapa determinada, para estar en apertura a sus inspiraciones (Cfr. EG 163-168).
Si el Espíritu está en el catequista, lo hace ser una persona que vive el amor de Dios y el amor al hermano; lo hace ser cercano, paciente, capaz de escuchar, de acompañar y de servir a quienes más lo necesiten.
El perfil del catequista tiene que llegar al compromiso para con la realidad y su problemática. La fe tiene que traducirse en obras (St 2, 26), para pensar, sentir y decidir qué hacer a favor de una vida más humana, más justa, más de todos y especialmente de los más vulnerables de la sociedad. Desde hace ya casi dos años, el Papa Francisco pidió a todos una actitud de fraternidad, sabiendo vivir la solidaridad para ir contra los abusos y mala distribución de los bienes. El catequista, Palabra de Dios, con lo que dice y con lo que hace, no puede ignorar o ser indiferente ante la pobreza que vive nuestro ambiente (FT 3 / X / 2020).
El catequista, lleno del Espíritu, está con quienes no tienen o no pueden vivir dignamente (Cfr. Dimensión social de la evangelización): “Hoy más que nunca necesitamos hombres y mujeres que acompañen los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu, y de cuidar al rebaño del lobo que lo amenaza y persigue” (EG 171).
c) La vivencia de la fe se da en y con la comunidad
En ella, el catequista, ha recibido la fe, ha crecido y madurado, comprendiendo cada vez más el llamado que Dios le hace hoy: ‘Ve a todas las naciones y haz discípulos… (Mt 28,19-20). Este aspecto moldea lo dicho en cuanto a la persona y a la presencia del Espíritu.
El aspecto comunitario es parte esencial en el perfil del catequista, llamado por Dios para ser memoria viva de la fe (Cfr. DC 112).
El catequista es el maestro, mistagogo y el acompañante y el testigo de Dios, nace y se hace en la comunidad cristiana. Una vez que toma conciencia de su vocación y misión encuentra en la comunidad el espacio vivo en el que puede compartir su experiencia de fe, y conducir a sus hermanos a la vivencia del Misterio, celebrándolo en la liturgia.
Es en la comunidad y desde la comunidad que el catequista podemos crecer en la mentalidad procesual; en el respeto y compromiso con la Casa Común (Cfr. Querida Amazonía ); es en la comunidad, donde podemos favorecer la solidaridad que tanto necesita nuestro mundo.
Es en y con la comunidad que irá valorando y purificando nuestra cultura, para que haya una verdadera inculturación del evangelio. Si el catequista conoce sus valores, podrá luchar para que se conserven y se enriquezcan con los grandes avances, a fin de fortalecer nuestra identidad.
Es en y con la comunidad como podremos comprender qué es y cómo se vive la sinodalidad. ‘Todos hacemos todo, cuando cada quien hace su parte’.
María, la Madre del Dios por quién se vive, la Estrella de la Nueva Evangelización, camine con los catequistas y nos lleva a vivir la alegría de estar con su Hijo y con quienes Él ama y prefiere.
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Beatriz Fernández González says
27 de agosto de 2022 at 13:07Excelente reflexion ese debe ser el perfil del catequista, y debemos trabajar ,con la iluminación del Espíritu Santo ,para lograrlo
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