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Rafael Luciani: «El camino sinodal propone una Iglesia Pueblo de Dios, participativa y corresponsable»

El documento Final del Sínodo define la Iglesia como Pueblo de Dios, concepto que no se refiere únicamente a la suma de los bautizados, sino al sujeto comunitario e histórico de la sinodalidad, el sujeto de la misión.

Tema que, a la luz del proceso sinodal vivido por la Iglesia universal, nos invita a hacer diversas reflexiones que Rafael Luciani aborda en un artículo de la última edición de la revista «Christus», una publicación de los jesuitas en México sobre teología, ciencias humanas y pastoral. El artículo analiza desde la eclesiología el documento final del Sínodo. Experiencia impulsada por el Papa Francisco entre 2021 y 2024, desarrollada en varios momentos que, por sus características, pueden considerarse como la expresión de una nueva etapa en la recepción del Vaticano II.

Las novedades se vislumbran en el documento y el teólogo venezolano las plantea retomando aspectos de la historia contemporánea de la Iglesia y las características propias de su eclesiología. Tomando como punto de referencia el primer periodo del Concilio, marcado por una creciente conciencia frente a la necesidad de situar a la iglesia en un lugar central, recuerda que esta tendencia fue enriquecida por la postura de padres conciliares como Emil Joseph De Smedt y Leo Jozef Suenens.

Participar y aportar

El primero, además de promover el acercamiento ecuménico, llamó a la superación de actitudes como el triunfalismo y el legalismo. «Debemos tener cuidado al hablar sobre la Iglesia para no caer en un cierto jerarquismo, clericalismo, obispolatría o papolatría. Lo que viene primero es el Pueblo de Dios», afirmó en su momento.

Por su parte el cardenal Suenens -describe Luciani- propuso un nuevo esquema de Iglesia, pensando en el futuro, otorgando una atención especial al Pueblo de Dios, antes de dedicarse a la jerarquía y otros sujetos eclesiales, como el laicado y la vida religiosa. De acuerdo con el planteamiento del prelado, tanto el episcopado, como el laicado y la vida religiosa, formaban por igual, el Pueblo de Dios, participación con igualdad que brota del bautismo. Pensamientos que según afirma Luciani, el cardenal sostuvo en el tiempo. De hecho, al finalizar el evento, afirmó que «la semilla de vida más fecunda que se derivó del Concilio sobre los efectos pastorales fue el redescubrimiento del Pueblo de Dios como totalidad, una realidad única, y luego, a modo de consecuencia, la corresponsabilidad que ello implica para cada miembro de la Iglesia».

Raíces de lo que se percibe actualmente en la Iglesia que en tiempos del Concilio era la concepción de una Iglesia como conjunto orgánico, la totalidad del Pueblo de Dios que no tendría sentido sin la interacción de sus miembros, fortaleciendo los vínculos que no excluyen ni al colegio episcopal o al obispo de Roma. Fenómeno que Luciani asegura fue una «reconfiguración de las identidades y los modos relacionales de todos los sujetos eclesiales», un reposicionamiento al interior del Pueblo de Dios respecto a «la participación corresponsable de todos en la vida y misión de la Iglesia».

Testigos de un proceso

Esto sucedió durante el Concilio Vaticano II, pero es una conciencia que reapareció y ha ido madurando a lo largo del proceso sinodal entre 2021 y 2024. De ahí que rumbo al Sínodo viéramos un documento preparatorio que describe «la naturaleza de la Iglesia como Pueblo de Dios», un Instrumentum Laboris según el cual, pertenecer a la Iglesia significa formar parte del único Pueblo de Dios y un documento final que profundiza en este concepto. «Hoy somos testigos de la maduración de esta eclesiología conciliar, mientras avanzamos hacia una ‘ulterior recepción’ de la etapa inaugurada por Francisco en 2013″, explica Luciani.

Un análisis histórico en el que no se puede desconocer que la recepción postconciliar de la categoría ‘Pueblo de Dios’, se vio interrumpida durante los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, algo que señala el perito del Sínodo, se puede corroborar leyendo documentos como el Informe sobre la fe publicado en 1985. Allí Ratzinger aseguró que la categoría Pueblo de Dios podría llevar a la Iglesia a «retroceder en lugar de avanzar”, reduciéndola a una dimensión “sociológica y política» de corte colectivista.

De esta forma asegura el catedrático, solo se registra un cambio significativo con la llegada del Papa Francisco, magisterio bajo el cual reaparece y recobra importancia esta categoría, dándole fuerza al capítulo II de la constitución Lumen Gentium sobre la definición de lo que es ser y hacer Iglesia, logrando que el proceso sinodal actual se desarrolle, madure y de un paso adelante.

Así el teólogo continúa diciendo que a la luz de la sinodalidad y su proceso se ha facilitado la comprensión de la identidad, las relaciones y los lugares que ocupan los sujetos eclesiales. Por ello el documento final del Sínodo, parte de una identidad bautismal, comprende la reconfiguración de los distintos sujetos eclesiales a partir de la conversión de las relaciones, mientras se entrelazan las vocaciones, carismas y ministerios. Es decir, se promueve la participación sobre la base de la corresponsabilidad diferenciada como se lee en uno de sus apartes: «las diferentes vocaciones eclesiales son de hecho, expresiones múltiples y articuladas de la única llamada bautismal a la santidad y la misión».

 

Las novedades

Para Rafael Luciani una de las novedades más significativas del documento final del Sínodo respecto al contenido de la Lumen Gentium es la secuencia de los capítulos y el orden en que aparecen los sujetos eclesiales.

En el capítulo II de la constitución se habla de todos, la jerarquía, los laicos y religiosos. Luego en el capítulo V aborda la vocación universal, refiriéndose a todos los fieles, obispos, presbíteros, diáconos, esposos, oprimidos por la pobreza, el laicado y los consagrados. Esto en palabras del académico permite concluir que en «ambas secuencias la jerarquía se ubica después de la totalidad de los fieles, pero se mantiene en primer lugar, dentro del orden de los sujetos eclesiales que le siguen».

Pasando al documento final del Sínodo el cambio es significativo, porque se inicia con la dignidad bautismal de todos, dando paso a los sujetos sociales y no solo a los eclesiales agregando a las mujeres, niños, jóvenes, personas con discapacidad, esposos, consagrados y laicos. Después aparece la jerarquía en la secuencia del episcopado, presbiterado y diaconado; una articulación efectiva entre lo que él define como «todos, alguno y uno».

El teólogo venezolano agrega a este proceso, un paso que dio el Sínodo y aporta a esta concepción de la iglesia como Pueblo de Dios, al decir que es constitutivamente sinodal. Afirmación que no solo representa los intereses académicos de una corriente teológica, sino que fue votada y aprobada durante la XVI Asamblea General. «Estos dos elementos novedosos dotan de autoridad esta afirmación», advierte Luciani porque en primer lugar fue hecha por la asamblea en su totalidad, como sujeto de todo el proceso sinodal que articula a todos, algunos y uno. En segundo lugar, porque el Papa como miembro de la Asamblea, asume el documento final como parte de su magisterio ordinario.

Superar modelos caducos

Cambios que generan ciertas implicaciones porque replantean las identidades y relaciones entre los sujetos eclesiales, así como el modo de ser y proceder de los fieles. Esta reconfiguración aboga por la superación de modelos eclesiales cuyas dinámicas comunicativas eran unidireccionales que, de arriba hacia abajo, reflejaban un ejercicio tradicional y monárquico de la autoridad. Según Luciani se trata de avanzar hacia un modelo de iglesia constitutivamente sinodal que fomente y adopte dinámicas de comunicación multidireccionales, basadas en el diálogo con otros que son diferentes, pero dispuestos a generar espacios para construir una historia eclesial en donde todos son protagonistas, corresponsables, ciudadanos de pleno derecho al interior de la Iglesia, como fruto del bautismo.

Esta articulación entre todos (fieles), algunos (obispos) y uno (Papa), con miras a la experiencia de un gran nosotros eclesial, no se habría presentado sin el aporte de la pneumatología por lo que Rafael Luciani aduce, el Espíritu es «la fibra vital que genera y anima las relaciones y dinámicas comunicativas en los procesos sinodales, cuando promueve la participación de los fieles en la vida y misión de la Iglesia, aplicando la experiencia de la corresponsabilidad diferenciada”.

Una dimensión carismática y no sólo ministerial, donde el Pueblo de Dios con autoridad teológica es fuente y mediación de la revelación por la experiencia y el conocimiento de cada lugar. Exposición que Luciani concluye con una certeza: “Estamos ante una Iglesia, Pueblo de Dios que, en cuanto sujeto comunitario e histórico, es constitutivamente sinodal”, una conciencia de la que aún falta descubrir toda su naturaleza e implicaciones, pero que de seguro servirá para futuros desarrollos eclesiales.

Descubra el artículo en el siguiente link: Revista Christus

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