José Raúl Mulino, nuevo presidente de Panamá, ha implementado un paquete de medidas en materia migratoria. Entre las primeras decisiones está el cierre de los pasos fronterizos en la selva del Darién.
Por ello, los integrantes de la Red eclesial de migración, trata, refugio y desplazamiento “Clamor”, capítulo Panamá, han expresado su preocupación ante el giro en las políticas migratorias, que está dando el nuevo mandatario.
Si bien reconocen que “esta realidad migratoria deja una huella que afecta el ecosistema”, advierten que no se puede generalizar “como causantes del problema a los migrantes y eximir de responsabilidad a quienes lucran impunemente con la tala indiscriminada ante la pasividad de los que deben velar por el medio ambiente”.
Además han denunciado el discurso de algunos medios de comunicación, que “han sido generadores de desinformación y en muchos casos de rechazo al extranjero (xenofobia) y al pobre (aporofobia)”.
“Han creado una narrativa que culpa a las poblaciones migrantes de la criminalidad, el desempleo, la destrucción ecológica, llegando a decir que se gasta más en los migrantes que en los panameños pobres”, añadieron.
Por lo que pidieron no revictimizar “a quienes han tenido que salir de sus países en la búsqueda de un sueño que para muchos se transformó en pesadilla”.
Primero el derecho a la vida
Los miembros de Clamor Panamá, citando las palabras del Papa Francisco a los Obispos de frontera: Colombia, Panamá, Costa Rica, recordaron que “la travesía por esa inhóspita selva del Darién” es aprovechado por las mafias de la trata.
Lamentaron que los esfuerzos de los Gobiernos “no son suficientes” para responder a la realidad y que atienden más a una “visión de la seguridad nacional” desconociendo el elemental derecho a la vida, una vida digna y en abundancia.
Por ello, cada uno desde los carismas y dones “hemos querido ser iglesia que sale al encuentro como madre de todos, especialmente de quienes más sufren”, en especial, de las poblaciones migrantes y de “nuestros hermanos de las comarcas Emberá-Wounaan y Wargandí, y de las comunidades de vulnerabilidad en las periferias de la gran ciudad”.
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Llamado a la comunidad internacional
Tanto indígenas como ciudadanías callejeras de Panamá “son los grandes ausentes de los relatos que los medios de comunicación transmiten de forma constante. No podemos guardar silencio ante el histórico olvido de nuestras comunidades originarias y de los sectores de la periferia a su derecho de ser parte de un país que pareciera ser para unos pocos”.
En tanto, han pedido al gobierno nacional abrirse al diálogo, a la solidaridad y la misericordia transformadora como también “pedimos a la comunidad internacional que vea de forma estructural el tema migratorio que va mucho más allá del drama del Darién, para poder servir de mejor manera y construir juntos otro mundo posible, ese que nosotros llamamos como creyentes: el reino de Dios”.
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