“Felices ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios” (Lc 6,21)
¿Dónde está la “felicidad”? Unos la buscan en la abundancia, otros en las relaciones, muchos en el placer de tener o en el tener placer… y no pocos se topan con la resignación o la ansiedad, porque no acaban por disfrutar de lo que promete el comercio, la tecnología, las religiones, las series televisivas o los politiqueros. ¿Nos hemos cansado de buscar la felicidad? ¿Quizá ya la encontramos?
Para Jesucristo, la felicidad no estaba en el poder del placer, ni en el placer del capricho, ni en el prestigio del liderazgo, ni en la seguridad de la autopreservación… La felicidad no estaba en los palacios herodianos ni en el brillo del templo ni en la fama de los milagros ni en el poder de los discursos que mueven masas… porque… sensibilidad o éxito o halago o bienestar no son sinónimos de felicidad. Ni para Jesús ni para nadie…
De hecho, estamos más que seguros que la fe no puede ni debe traernos otra experiencia que la felicidad, es decir las “bienaventuranzas”. Los que creemos en Jesús no buscamos el sacrificio masoquista ni la tristeza resignada, sino “la entrega amorosa y la alegría generativa”. Somos bienaventurados/as porque miramos con esperanza el horizonte de felicidad, que es el “Reino de Dios”, y porque cada día nos unimos -a ese mundo de felicidad llamado “Reino”- más discípulos que confían en la misericordia activa del Señor.
Claro que para escuchar “bienaventuranzas” y para experimentar “felicidad”, necesitamos ser constructores/as de paz, samaritanos/as del herido, abrazadores/as del/a que está deprimido u oprimido/a, y generosamente desapropiados de todo lo que no sea fraternidad.
De esta manera, podremos entender, disfrutar y contagiar las “bienaventuranzas de los pobres”, que confían tanto en el amor de Dios que se hacen tan sencillos como Jesucristo para la alegría de todos, incluso… aunque hacer el bien nos traiga consecuencias negativas… porque el que se mete a cristo suele salir crucificado, pobre, hermano y resucitado…
¡…“Bienaventurados los pobres” que arriesgan la vida y sufren persecución por construir el Reino de Dios, porque ya han encontrado el tesoro de la felicidad…!
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