“𝙀𝙡 𝙦𝙪𝙚 𝙣𝙤 𝙘𝙖𝙧𝙜𝙖 𝙘𝙤𝙣 𝙨𝙪 𝙥𝙧𝙤𝙥𝙞𝙖 𝙘𝙧𝙪𝙯 𝙥𝙖𝙧𝙖 𝙨𝙚𝙜𝙪𝙞𝙧𝙢𝙚 𝙡𝙪𝙚𝙜𝙤, 𝙣𝙤 𝙥𝙪𝙚𝙙𝙚 𝙨𝙚𝙧 𝙙𝙞𝙨𝙘í𝙥𝙪𝙡𝙤 𝙢í𝙤” (𝙇𝙘 14,27)
En el mundo del facilismo, angelicalismo y hedonismo siempre hay espacio para buscar lo que nos gusta, nos divierte y nos conviene. Muchas personas que otrora se esforzaron por salir adelante, soportaron agresiones y privaciones y desarrollaron resiliencia en sus vidas… ahora -con cierta ingenuidad antipedagógica- evitan el sudor y el sacrificio de sus hijos, se empeñan en consumir lo innecesario para compensar la escasez de lo necesario en épocas anteriores, y alimentan la discapacidad emocional e intelectual de quienes aman.
Los índices crecientes de ansiedad, estrés, depresión, suicidio y tristeza de nuestras poblaciones -también juveniles- nos hacen ver que no se está enseñando-aprendiendo a manejar la frustración ni la incertidumbre.
Por eso, cuando escuchamos a Jesucristo que debemos “cargar con nuestra cruz” nos sentimos desafiados a lo imposible, porque nos cuesta tomar decisiones discernidas y asumir sus consecuencias. Hay entusiasmo en muchas personas por el Evangelio, pero se apaga cuando descubrimos -existencialmente- que supone “ceder” de nuestras claridades, “servir” a pesar del fracaso, “continuar” aunque haya incomprensiones, “ser fiel” cuando no hay retribución… incluso “creer” cuando el supermercado religioso no tiene el producto que buscamos.
Porque el seguimiento a Jesucristo comienza con un encuentro, se mantiene por el amor recibido-amado, se afianza con la fuerza del Espíritu y se muestra con autenticidad en las muchas expresiones martiriales.
¿Somos de los que siempre pedimos o exigimos que Jesucristo nos dé lo que queremos y necesitamos? ¿Acaso existe fe suficiente para entregar todo lo que somos por la misma causa-amor de Jesucristo?
Para ser discípulo de Jesucristo hace falta algo más que sentido de pertenencia a una institución, de identificación con un signo o convencimiento pleno de una doctrina… hace falta “descentrarnos” de nosotros mismos, para que nuestra vida sea Cristocéntrica y Reinocéntrica, asumiendo todo lo que viene por añadidura. La Cruz de Cristo es algo más que una cruz de solapa o una debilidad personal… es seguimiento.
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