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Reflexión Bíblica: Domingo de Pentecostés, 5 junio 2022

“Como el padre me envió a mí, así los envío yo también” (Jn 20,21)

Han pasado cincuenta días desde la “Pascua” de Resurrección, han pasado muchos años desde nuestro “bautismo”, y sigue pasando el tiempo sin acabar de salir del “miedo”, encerrados en nuestra propia culpabilidad, en nuestras medio-verdades y en nuestros resentimientos.


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Es hora de decir, ¡basta!… a vivir del “quedar bien o quedar mal”, o de querer sacar el máximo “beneficio” con el mínimo esfuerzo, de reclamar “derechos” propios sin defender los de los demás, de vivir pendientes de lo que no tenemos y lo que envidiamos de otros… Basta ya de no vivir para solo sobrevivir.

Nos hace falta un “plus”, algo que nos purifique y nos anime, que nos dé paz para que todos tengan paz… algo que nos saque de la mudez y nos convierta en defensores de la justicia y el bien. Ese “valor agregado” a nuestro afán humanizador, es el mismo “Espíritu de Jesucristo”, que inquieta, desafía, mueve, lanza, impulsa y renueva.

El fuego y la brisa del Espíritu deshace las cadenas del encierro, del miedo, de la mudez y de todo lo que impide una vida libre y feliz, con nosotros mismos, con nuestra familia, en nuestra comunidad, la Iglesia y la Casa común.

Con la luz del Espíritu, sabemos de dónde venimos y hacia dónde vamos, porque hemos salido de las tinieblas del encierro y del miedo, para ir hacia la luz del Reino de Dios. Y aquí estamos caminando, saliendo a las periferias existenciales, como dice el Papa Francisco, sabiendo que los riesgos por vivir la fe se pueden superar por el amor de Cristo Jesús (cfr. Rm 8,30-39)

¿Por qué será que en la sociedad hay violencia, aporofobia y corrupción? Falta Espíritu. ¿Por qué en la Iglesia sigue habiendo clericalismo, abusos, simonía, misoginia y mediocridad? Porque falta Espíritu. ¿Por qué hay tantos cristianos que vociferan protestas pero no propuestas? Porque no hay mucho Espíritu. ¿Por qué vivimos con innumerables “habriaqueísmos” y con escuálidos profetismos? Porque todavía no hemos acogido del todo al Espíritu Santo…

Jesucristo nos envía su Espíritu y nosotros vamos a acogerlo. El Espíritu nos hace misioneros/as y nosotros nos volvemos testigos.

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