“Después de mí viene uno con mucho más poder que yo –yo ni siquiera merezco llevarle las sandalias– , él los bautizará en el Espíritu Santo y el fuego” (Mt 3, 11)
Podemos ver en las redes, en la política y en las comunidades eclesiales muchas expresiones de narcisismo -a veces patógeno- en el protagonismo figuretti de quienes miran más su espejo que el rostro de los pobres, y de quienes están más pendientes de sus rúbricas que del mismo Jesucristo.
Juan Bautista no busca su protagonismo, sino el de Jesucristo; no pretende ser el primero, sino primerear al Nazareno; no se autopromueve con yoísmos adolescentes, sino que vive-viste con humildad; no se concentra en su profetismo, sino en el mesianismo de Jesucristo… Quien pierde la cabeza por denunciar la injusticia, gana como profeta de la esperanza.
El poder de la Palabra es mayor que la prepotencia del sistema dominante, porque los pies del carpintero son más importantes que las sandalias del bautista. El agua -que limpia- solo es el primer paso para recibir el Espíritu que plenifica. El fuego -que purifica las heridas- ilumina el camino de la comunidad reparada en Pentecostés…
¿Estamos dispuestos a desaprender para acogerle? ¿Podríamos desapropiarnos del protagonismo para vivir el cristocentrismo? ¿Nos quitaríamos las sandalias frente a las víctimas, para acompañar su camino de sobrevivientes resucitadas?
Post a comment