“Pues todos han echado de lo que les sobraba, mientras ella ha dado desde su pobreza; no tenía más, y dio todos sus recursos” (Mc 12,44)
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Hay gente que vive en la miseria, la desnutrición y la hambruna, como consecuencia del cambio climático, los conflictos bélicos, la corrupción, la injusticia o la brecha consumista-tecnológica. Y -entre tanto- hay quien despilfarra recursos básicos y ostenta su elitismo, viviendo en la burbuja de los ricos, los famosos y los poderosos. Es el escándalo de la deshumanización normalizada y silenciada, empleando -incluso- discursos ideólogo-religiosos narcotizantes y manipuladores.
Pero “los buenos somos más” y la solidaridad fertiliza este mundo, desertizado por el egoísmo y la autorreferencialidad. Hay mucha gente que mira los ojos de los niños llorando por los abusos o el abandono; que abraza a los desamparados o deprimidos; que dialoga con los diferentes y marginalizados; que comparte tiempo y recursos con quien camina cabizbajo…
Hay personas sencillas que no se amargan por lo que no tienen ni se obsesionan con tener lo que la élite exhibe. Son las “viudas” que conservan y comparten sus dos “riquezas”: la generosidad y la confianza. No buscan su interés personal ni priorizan su autoconservación ni se aferran a la desgracia. En cambio practican el valor de la solidaridad efectiva y la confianza afectiva, más allá de las apariencias y las promesas.
Jesucristo, escuchando nuestras palabras religiosas y observando nuestras prácticas solidarias, nos anima a la “responsabilidad compartida” con la dignidad de los vulnerables, y a la “humanización” de las relaciones humano-ecológicas. Porque… ¿cómo es que elevamos los ojos al dios del cielo y bajamos la vista ante el dolor de la tierra?
La bondad ocasional tiene su valor, pero la actitud solidaria es la que recrea el mundo que el Padre quiere, que Jesucristo anuncia, que la Espíritu contagia y que nosotros reconstruimos. Es la generosidad que genera vida, la solidaridad que comparte objetivos, la sinodalidad que nos hace caminar juntos, el servicio que nos hace hermanos y la fe que comparte el mismo estilo de vida del Nazareno Resucitado.
También nosotros ¿somos quienes damos de lo que nos sobra, o compartimos todo lo que somos y tenemos? ¿somos quienes ostentan títulos, recursos o likes, o comparten todos los saberes y poderes con los heridos del camino?.
La “solidaridad” es la responsabilidad compartida y la generosidad.
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