«Pero vayan, y aprendan lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio; porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”. (Mt 9,13)
Defender los privilegios, quedarse en la costumbre, repetir lo de siempre, aprender de la experiencia o vislumbrar nuevos horizontes… Cada persona puede elegir el modo de afrontar la realidad. Nos toca “elegir” el modo de vivir los conflictos y de soñar el futuro.
Como en tiempos de Jesús, hay gente anclada en sus tronos de poder, dinero, prestigio o comodidad; así como también hay multitud de inconformes, buscadores y desafiadores de la injusticia. Hay cristianos/as que esperan que sea Cristo quien les siga en sus proyectos, como hay personas que escuchan y siguen a Jesús de Nazaret, con la humildad y la alegría discipular.
Es contracultural la opción de Cristo por la misericordia, aunque haya piadosos/as que busquen méritos a base de sacrificios. Sigue siendo actualmente novedoso el “magníficat” que prefiere a los pobres y heridos/as de la tierra, frente a los santurrones y los puritanos/as que sólo aspiran al cielo.
Hoy tenemos la nueva oportunidad de mirar el futuro con esperanza, porque hemos aprendido de la historia y seguimos apasionados/as por la justicia, la paz, la fraternidad y la alegría de vivir… que alimentamos en cada Eucaristía.
Quizá la actualización de la misión de los cristianos pasa por la vulnerabilidad y la humildad, para descubrir la plenitud del amor que da vida, especialmente a los descartados/as de lo establecido, a los sedientos/as de atención y a los alejados/as por algún abuso o mucho aburrimiento. Y esto lo celebra la comunidad con la alegría de los bienaventurados/as y el compromiso de quien alimenta las utopías
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