“Si me aman, cumplirán mis mandamientos; yo le rogaré al Padre y él les enviará otro Consolador que esté siempre con ustedes, el Espíritu de verdad” (Jn 14,15)
El amor no solo es un sentimiento, una caricia, un deseo o una promesa… sino una decisión de dar la vida para que los demás tengan vida (cfr. Jn 15,13). No es una imposición que se convierte en ley obligatoria, sino un estilo de vida que da sentido a quien sentipensactua como Jesucristo, sin violencia, con misericordia y en profunda alegría.
El amor no se cimienta en una firma, sino que se manifiesta en la vida llena de servicio, solidaridad y seguridad, es decir, “lavarnos” los pies unos a otros, “cuidar” al herido del camino y “mantener” la fidelidad al Reino de Dios -y al Dios del Reino- por encima de todo afán -más o menos descarado- de hedonismo, narcisismo o prepotencia.
Es el amor “contracultural” de Jesucristo y de los cristianos. Es el amor “vital” al ritmo de los latidos del corazón. Es el amor “intercultural” de la fraternidad universal. Es el amor martirialmente “alegre” de quien da vida y jamás la quita. Es el amor “misionero” que traspasa aduanas y fronteras y sensibilidades. Es el amor “sinodal” que no camina en solitario, sino con pies y manos hermanados. Es el amor de Jesucristo…
Para este estilo de “vida con amor” hace falta -además de buena voluntad- el aliento del “Espíritu” que reúne, articula y revitaliza nuestra fe y nuestra comunidad. Acogemos, nos reanimamos y contagiamos el Espíritu de la Verdad, que nos hace libres; es el mismo Espíritu del amor que entrega la vida y que nos envía -con la osadía del Evangelio- a la misión del mismo Jesucristo en las periferias y en cada rincón donde hay una persona herida y sanadora.
Es el mismo Espíritu que “acompaña a los pueblos originarios y afrodescendientes en la defensa de la vida, la tierra y las culturas” (AELC 12), donde descubrimos “las semillas del Verbo” en “la multiculturalidad del continente que camina en la conversión teológica, pastoral y eclesial” (Ibid 25), promoviendo “la interculturalidad, lo interreligioso y ecuménico” (Ibid 33).
No tratamos de imponer nuestras opiniones sino que las aportamos en la búsqueda de la Verdad, que “sale a nuestro encuentro”, con el dinamismo suave y transformador del Espíritu.
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