“La boda está preparada; pero los que habían sido invitados no fueron dignos. Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren” (Mt 22,9)
Todos somos “invitados” a la fiesta de la vida y nuestros nombres han sido inscritos en el libro del banquete de la dignidad humana. Sin embargo, hay una porción de personas que se sienten de más en este mundo o quizá se sienten menos que el resto. Por falta de cariño, por agresión, abandono, abuso o marginación… muchas personas no se sienten incluidas en su familia, en la casa común ni -quizá- en el corazón de Dios.
Por causa o efecto de la “elite” económica, étnica, cultural, moral o religiosa “dominante”, muchísima gente no disfruta de la comida ni la música del Reino de Dios, y debe buscar sucedáneos que -por momentos- les hagan sentir que merece la pena vivir y luchar y creer y sufrir por la vida y dignidad de quien ama. No pocos excluidos del “sistema” son lo que sostienen la esperanza del Reino.
Así como necesitamos que la casa común sea más fraterna y la iglesia más sinodal, también necesitamos que nuestra fe en Jesucristo nos haga más amigos entre todos, más tolerantes con los otros, más dialogantes y bondadosos, más agradecidos con Dios. Si no somos capaces de acoger la invitación a la fraternidad nunca disfrutaremos de la música de la felicidad, ni de la comida de la dignidad… no podemos quedarnos en el búnker del orgullo de ser mejores o “menos peores” que el resto.
La cercanía “divina” con los pobres y alejados, contrasta con la obsesión “religiosa” de agradar a la divinidad con rúbricas, sacrificios, vestimentas y restricciones morales. De hecho, los piadosos de turno tienen un imaginario de Dios que no corresponde con la revelación en Jesucristo, basada en la misericordia y el amor que da vida (no en la ley que amarga la vida…).
¡Sintamos la alegría de ser “incluidos” en el Reino de la Fraternidad, la Paz y el Bien! ¡Hagamos del seguimiento a Jesucristo la “fiesta” de la sinodalidad!. ¡Desaprendamos perfeccionismos religiosos para reaprender la “gratuidad” del amor que acoge y transforma a todos y todas!
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