“Jesús les volvió a decir: ¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, así los envío yo también”. (Jn 20,21)
La “paz” que nos ofrece Jesús no tiene mucho que ver con el armamentismo individual o colectivo para la disuasión, ni con la evasión de los conflictos, para no tener que dar respuestas de vida. La paz de la resurrección no es dejar muerto al muerto, ni malherido a quien ha sido maltratado por la boca-manos-inacción de los demás. Porque la “agonía” de Jesús debería ser la última que sufre la humanidad ante los lavamanos, quemeimportistas e indiferentes… o peor, ante los agresores individuales y colectivos.
“La paz es una misión”; es la misión de quien sigue a Jesús Resucitado, para que la no-violencia sea alternativa real ante la pan-violencia, y la fraternidad universal sea la relación global entre todos los seres humanos, sin convertir las diferencias en armas arrojadizas.
Los hombres y mujeres de paz “se acercan” a las diversidades para compartir los sueños, “se abrazan” con los artesanos de la justicia y “se sinodalizan” con los sanos inconformes que buscan la encarnación del Reino. Porque para cada cristiano/a -testigos del Resucitado- la Pascua no es solamente una fecha sino “un estilo de vida en paz”, en la paz de la vida plena.
En ese camino discipular, no es suficiente con participar en un evento o enviar un mensaje tierno de pascua; peor aún la pascua se puede reducir en un mandamiento de la madre iglesia. Es imprescindible entrar en un “itinerario de formación continua”, para que el sinónimo de católico sea algo más que “culturalmente piadoso” o un “creyente por costumbre”. De hecho, se nos pide “reformar los itinerarios formativos (de los seminarios y los centros de formación congregacional y laical) incluyendo temáticas como ecología integral, pueblos originarios, inculturación e interculturalidad y pensamiento social de la Iglesia (AELC 08). Si la Pascua es vivencia transformadora para los temerosos apóstoles, también nosotros hemos de favorecer una formación integral, experiencial, espiritual y teológica inculturada.
Jesús nos “envía” (sin pretextos) a anunciar que la “Pascua es Paz” y a asumir que la “Fe es Formación”… es decir, que la fe nace en la Pascua y la formación nos compromete -irremediablemente- con la Paz.
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