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Reflexión Bíblica Dominical: 16 de junio de 2024

“𝙀𝙡 𝙍𝙚𝙞𝙣𝙤 𝙙𝙚 𝘿𝙞𝙤𝙨 𝙚𝙨 𝙨𝙚𝙢𝙚𝙟𝙖𝙣𝙩𝙚 𝙖 𝙪𝙣𝙖 𝙨𝙚𝙢𝙞𝙡𝙡𝙖 𝙙𝙚 𝙢𝙤𝙨𝙩𝙖𝙯𝙖; 𝙖𝙡 𝙨𝙚𝙢𝙗𝙧𝙖𝙧𝙡𝙖, 𝙚𝙨 𝙡𝙖 𝙢á𝙨 𝙥𝙚𝙦𝙪𝙚ñ𝙖 𝙙𝙚 𝙩𝙤𝙙𝙖𝙨 𝙡𝙖𝙨 𝙨𝙚𝙢𝙞𝙡𝙡𝙖𝙨 𝙦𝙪𝙚 𝙨𝙚 𝙚𝙘𝙝𝙖𝙣 𝙚𝙣 𝙡𝙖 𝙩𝙞𝙚𝙧𝙧𝙖, 𝙥𝙚𝙧𝙤 𝙪𝙣𝙖 𝙫𝙚𝙯 𝙨𝙚𝙢𝙗𝙧𝙖𝙙𝙖, 𝙘𝙧𝙚𝙘𝙚 𝙮 𝙨𝙚 𝙝𝙖𝙘𝙚 𝙢á𝙨 𝙜𝙧𝙖𝙣𝙙𝙚 𝙦𝙪𝙚 𝙩𝙤𝙙𝙖𝙨 𝙡𝙖𝙨 𝙥𝙡𝙖𝙣𝙩𝙖𝙨 𝙙𝙚𝙡 𝙝𝙪𝙚𝙧𝙩𝙤” (𝙈𝙘 4,31-32)

Para que un agricultor obtenga fruto deberá buscar una buena semilla, una tierra fértil, un clima idóneo y un cuidado esmerado. Ni es suficiente la dedicación de quien cuida ni tampoco la dinámica vital de la naturaleza, sin contar con el trabajo del agricultor.

En la vida misionera debemos fortalecer nuestra espiritualidad y nuestras competencias para que la Palabra de Dios, la acción del Espíritu y la corresponsabilidad de la comunidad se unan. Ni el Espíritu actúa sin nosotros, ni tampoco nosotros construiremos el Reino sin el Espíritu.

Nuestra “misión” pierde vitalidad cuando nos invade la frustración por lo que no hemos logrado, la desidia por lo que no hacemos y la ansiedad por deseos irrealizables… No solemos mirar las raíces del árbol sino los frutos, y la tentación de la megalomanía nos impide valorar la sencillez de la semilla y la grandeza de lo pequeño.

Cuando eludimos la responsabilidad personal, dejando que Dios haga todo; o cuando creemos que todo depende de nosotros mismos y no soportamos la interdependencia ni la acción del Espíritu ni la sabiduría de los sencillos… ahí empieza el final de las bienaventuranzas del Reino. Porque “lo esencial es invisible a los ojos” y es lo que da sentido a la interioridad y a la solidaridad.

El estilo de vida de Jesús nos muestra -prácticamente- la potencia de la sencillez, la grandeza de lo pequeño, la riqueza de la generosidad y la transformación del amor. Sin más recursos que el lenguaje llano -parábolas-, los ejemplos visibles -milagros- y la vinculación comunitaria -discipulado trinitario-. Porque la “semilla” del Reino es la pequeñez que engrandece y la fragilidad que nos potencia.

¿Cuándo dejaremos de vivir “por las ramas” y nos fundamentaremos en las raíces profundas de la fe? ¡Bienaventurados los sencillos, los pequeños y los humildes porque siguen construyendo el Reino con la fuerza del Espíritu!.

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