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Reflexión Bíblica Dominical: 2 de junio de 2024

“𝘿𝙪𝙧𝙖𝙣𝙩𝙚 𝙡𝙖 𝙘𝙤𝙢𝙞𝙙𝙖 𝙅𝙚𝙨ú𝙨 𝙩𝙤𝙢ó 𝙥𝙖𝙣, 𝙮 𝙙𝙚𝙨𝙥𝙪é𝙨 𝙙𝙚 𝙥𝙧𝙤𝙣𝙪𝙣𝙘𝙞𝙖𝙧 𝙡𝙖 𝙗𝙚𝙣𝙙𝙞𝙘𝙞ó𝙣, 𝙡𝙤 𝙥𝙖𝙧𝙩𝙞ó 𝙮 𝙨𝙚 𝙡𝙤 𝙙𝙞𝙤 𝙙𝙞𝙘𝙞𝙚𝙣𝙙𝙤: 𝙏𝙤𝙢𝙚𝙣, 𝙚𝙨𝙩𝙤 𝙚𝙨 𝙢𝙞 𝙘𝙪𝙚𝙧𝙥𝙤” (𝙈𝙘 14,22)
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Mirar la práctica de Jesús, nos llena de humanidad y nos anima a la solidaridad, cuando “parte, reparte y comparte” el pan, su persona y su misión. No es un espectáculo litúrgico ni un gesto de buena gente… es su opción: “entrega total por amor”.

En un mundo globalizado por la indiferencia, la tecnología, el consumismo y la violencia… es novedoso que haya alguien -persona o comunidad- dispuesto a reducir sus beneficios para compartir sus ideales, redistribuir sus bienes para restaurar la justicia y abrirse a la comunidad para no anquilosarse en el egocentrismo. Porque es legítima la protesta por las cosas que no están bien, así como la reivindicación por los derechos no garantizados, pero no nos olvidemos de la necesidad imperiosa de hacer “propuestas“ que transformen la realidad en fraternidad y hagan de cada persona un hermano en lugar de un rival.

Necesitamos “hacer bien” lo que “decimos bien”, es decir, “bendecir”, al estilo de Jesucristo, para que las propuestas de justicia restaurativa, de solidaridad liberadora y de paz fraterna, lleguen a convertirse en nuestra cotidianidad, y no solo en un hermoso sueño. Encarnar la bendición y entregarse así mismo son una buena noticia -evangelio-, por lo que cada día damos gracias -eucaristía-, con la alegría de vivir al estilo de quien da su vida.

¿De qué se alimenta nuestra espiritualidad? ¿Hemos descubierto que compartir nos enriquece? ¿Por qué adoramos el Cuerpo de Cristo en el altar, pero invisibilizamos el Cuerpo de Cristo en los heridos del sistema?

El discipulado que “parte, comparte y reparte” lo que es, tiene y anhela, es decir, “su pan, su persona y su misión”… se hace misionero eucarístico de Jesucristo en el hoy de nuestra historia.

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