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Reflexión Bíblica Dominical: 2 de marzo de 2025 - ADN Celam

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Reflexión Bíblica Dominical: 2 de marzo de 2025

“La boca habla de lo que está lleno el corazón” (Lc 6,45)

Cuando una persona se comunica a base de insultos, malas palabras o mentiras… decimos que tiene un “mal corazón”, es decir que está inundada de resentimiento, violencia, malestar, descontento o amargura. De hecho, no pocas personas en un momento u otro de su vida -o quizá durante toda ella- no han recibido ni entregado amabilidad, ternura, comprensión o consideración. ¿Conocemos a alguien así? ¿Nos reconocemos a nosotros mismos como mal-hablados?

Jesús dice que “la boca habla de lo que está lleno el corazón”, el dicho popular repite que “el pez muere por la boca” y la carta de Santiago denuncia que la “lengua es un azote que no se puede detener, un derrame de veneno mortal”. (Sant 3,9). El chisme, la conspiración, el engaño, el insulto y la descalificación verbal son la expresión de un corazón dañado, deshumanizado y antifraterno, que no vive feliz ni deja a los demás vivir. La autorreferencialidad impide ver algo bueno en los demás, ser hermano entre los diferentes y sentirse una creatura de Dios con los otros… y eso facilita el “pecado de la lengua”.

¿Cómo es posible que con la lengua “bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios” (Sant 3,9). ¿Cómo llenamos los auditorios o los púlpitos con palabras grandilocuentes, mientras abusamos de la confianza de los demás… o usamos palabras piadosas para esconder acciones perversas?

La bondad y la bendición requieren actitudes de escucha, empatía y esperanza en lo que otra persona puede decir, sentir o hacer… superando etiquetas o sanbenitos que nos lanzan por los caminos de la violencia o el desprecio, tan frecuentes en nuestros ambientes polarizados.

Nos recuerda Santiago (3,10) que “de la misma boca salen la bendición y la maldición”, de nuestro puritanismo religioso sale la “exclusión”, y del elitismo moral viene la “condenación” a los demás. Pero esto, no es ni humano ni cristiano, y suele hundir en el fango a quien camina solo o aislado o en el escrúpulo moral-religioso.

Ojalá que nuestra mente, nuestro corazón y nuestra lengua se conduzcan por senderos de bondad, para transparentar bendición en lo que pensamos, sentimos, decimos y hacemos. Sin duda… sería evangélico y jubilar para este mundo que necesita frutos de esperanza…

 

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