“La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo” (Jn 20,21)
Las personas de bien se solidarizan con quienes sufren cualquier tipo de violencia o han perdido la esperanza. Aunque hay quienes han “normalizado” el sicariato, las extorsiones, la ciberviolencia, el abuso, el maltrato conyugal, las agresiones parentales, los delitos de corrupción y las recurrentes noticias de guerras y muertes. Ciertamente la paz de los muertos no es la que necesitamos los vivos, ni la que debemos construir los cristianos…
Por eso, cuando “Cristo, el Señor, nos saluda con la paz” y nos desea una vida pacífica, estamos viviendo la bienaventuranza séptima (Mt 5,9), la bendición del pueblo de Israel (Num 6,24-26), la conmemoración (21 septiembre) del día internacional de la paz, los mensajes apostólicos de cada primero de enero, la oración franciscana que nos hace “instrumentos de la paz”… y tantísimos gritos de dolor y esperanza en favor de la fraternidad universal y la amistad social.
Cada deseo nace de una “necesidad” y expresa el “compromiso” de quien lo comparte. Porque es muy cierto que necesitamos paz con justicia, misericordia con solidaridad, alegría con reconciliación, perdón con fraternidad… Además, asumimos el compromiso de no compartir palabras o gestos violentos, y -por el contrario- pretendemos ser instrumentos de diálogo, acuerdo, reconciliación, esperanza y trato no-violento.
La resurrección de Jesús nos trae paz y nos hace “misioneros de la paz”; nos desencadena de la esclavitud del resentimeinto y nos desarma de la venganza, para hacernos hermanos/as que tratan a los demás como hermanos/as, para “reparar” los daños de la violencia, “restaurar” la vida ante tanta destrucción y “reconstruir” los cimientos de la paz.
También hoy tenemos la misión -más que nunca- de buscar la justicia liberadora de Dios sobre toda la tierra y “el desarme del corazón, a través de algo tan sencillo como una sonrisa, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un servicio gratuito… ” (Papa Francisco).
Los hombres y mujeres de paz estamos “llamados/as” a desaprender hábitos violentos, para ser “enviados/as” a sembrar esperanza, cultivar fraternidad y contagiar alegría.
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