Por eso, estén también ustedes preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos esperan (Mt 24,44)
“Preparar” un acontecimiento que va a suceder o “prevenir” un peligro que podría llegar, es parte de la condición humana que necesita preservarse, celebrar y proyectar su vida, como aprendizaje del pasado y esperanza de futuro.
La falta de previsión nos lleva a la improvisación. Ante la ausencia de un serio discernimiento solemos caer en emotividades y en vaivenes sin resultados. Cuando no tenemos tiempo para sentipesacer con sentido crítico, nos sentimos invadidos por la ansiedad, impotencia, depresión o el quemeimportismo. Cuando no nos damos tiempo para la contemplación humano-mística, nos desesperamos ante la futilidad del cronos y la ceguera del kairos.
Por eso, el sentido común nos dice que “cuando algo se prepara bien, suele salir bien; y cuando no se prepara, solo a veces sale bien”. Pero Jesucristo nos añade que el Reino no se improvisa, aunque tenga prisa; que el amor no se mata, aunque se olvide; que la cruz no es el todo, aunque se repita; que la injusticia no se justifica, aunque se globalice; que la esperanza no se pierde, aunque se manipule… Porque la irrupción del amor y de la vida no puede ser impedida -aunque sí frenada- por los poderosos, violentos, abusadores, corruptos, demagogos o restauracionistas.
Preparemos nuestras opciones para resistir a los detractores; …preparemos nuestra fe para superar el miedo a los terroristas de la religión; …preparemos nuestras manos y pies para seguir caminando por ciertos senderos inmovilistas;… preparemos nuestra sinodalidad para la comunión, participación y misión, aunque haya quienes prefieran mirar al infinito en lugar de mirar los ojos de la víctima del sistema y del abuso.
El Hijo del Hombre -encarnación de la ternura liberadora de Dios-, sigue llamando a nuestra puerta existencial y nos pide permiso para “quedarse en nuestra casa”.
¡Abramos los oídos a la voz que nos llama en el susurro de la vida!. ¡Despejémonos de cualquier narcótico religioso, para abrir los ojos a la sencillez de Belén!. ¡Restituyamos la esperanza que transforma la evidencia!. ¡Abrámonos a la novedad del que llega sin ruido y con humildad!
¡Esperemos al que llega, preparándonos para el abrazo del que viene!
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