“Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?” (Mt 22,36)
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Todo ser humano necesita “puntos de referencia” que le ofrezcan un horizonte y le ayuden a dar alguna respuesta a su realidad. De lo contrario, se vive en el trastorno del “relativismo”, donde no existe un paradigma de persona, familia, estado, iglesia, cultura… sino que cada persona construye su presente sin aprender del pasado y sin horizonte de futuro, con la arrogancia del carpe diem, y con el abuso sistemático de las personas y recursos disponibles. Quien vive sin referentes claros, solo consume su vida y la de los demás…
Tampoco podemos permitir “imposiciones doctrinales” que dominan conciencias o subyugan libertades. El pensamiento único y arrogante que aniquila a los demás no construye nada para el bien común, sino que acapara todo para el canibalismo de unos pocos.
A la pregunta existencial sobre “lo esencial” hay una respuesta constante de “amar”. Porque la vida, el amor, la dignidad y la libertad son valores esenciales que los humanos trastocamos dependiendo del interés o el despiste. Según el orden de preferencia de los valores, así serán las relaciones y las acciones concretas de cada persona y de cada comunidad.
Para “saber amar” hay que sentirse amado; para no esclavizarse por una ley hay que buscar el bien común; para dignificar la vida de todos hay que priorizar la fraternidad; para ser libres hay que elegir el bien… para ser cristiano hay que optar por “seguir a Jesús” y proseguir su misión, y no solo disfrazarse con signos religiosos que buscan seguridad más que identidad.
Cada día podríamos hacernos la pregunta sobre lo esencial, lo más importante y lo que da sentido a nuestra existencia. Si la respuesta habla de lo que deseamos y no del amor recibido, o si priorizamos la obligación en lugar de la opción… entonces -quizá- hay que hacerse otra pregunta: ¿creemos en la “persona de Jesús” (porque nos ha amado hasta dar su vida)… o estamos domesticados por ideologías o inercias religiosas?
El principio y el final de la vida humana y cristiana pasa por “amarnos unos a otros como Jesucristo nos ha amado” (cfr. Jn 15,12), no por decreto ley… sino por opción de vida.
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