“Y Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar.” (Jn 8,11)
Una de las tentaciones más frecuentes de los humanos es buscar “culpables” para todo: quién murmuró, quién perjudicó, quién fastidió, quién me hizo enfermar, quién provocó una muerte… por culpa de quién sucede un desastre ambiental o quién está detrás de esta pan-violencia que nos acecha… Y cuando no encontramos una persona definida, solemos echar la culpa a dios o al diablo.
Cuanto más nos empeñamos en buscar culpables menos nos dedicamos a averiguar las “causas” inmediatas y remotas, y -por lo tanto- más lejos estamos de las posibles soluciones. En lugar de “resolver”, nos dedicamos a “revolver” el problema, complicando -aún más- la sanación, la reconciliación y la esperanza.
¿Por qué nos empeñamos en eliminar la evidencia en lugar de afrontarla? ¿No será que no queremos la solución sino quitar de enmedio a los testigos? ¿Cuántas piedras lanzamos -con violencia- contra quien delata nuestra incongruencia?.
Si… en lugar de buscar culpables, averiguáramos las causas. Si… en lugar de lapidar a quien comete errores, le ayudáramos a corregirse. Si… en lugar de condenar a otros, fuéramos más misericordiosos. Si… en lugar de imponer moralidades, propusiéramos solidaridades… quizá estaríamos más cerca del evangelio y más lejos de la violencia. Necesitamos -urgentemente- corregir la mirada acusatoria para ver a los demás con ojos compasivos, y -de paso- ayudar a que el caído se levante en lugar de lapidarle, y que el equivocado pueda rectificar en lugar de condenarle.
No parece que la intransigencia, la inoperancia o la murmuración ayuden a cambiar actitudes inhumanas y anticristianas. Por el contrario, la misericordia, la solidaridad y la acogida pueden transformar corazones y acciones de quienes necesitan una nueva oportunidad y un constante acompañamiento.
Las promesas vacías, las palabras huecas y los gestos insulsos que mantenemos en las relaciones personales y comunitarias, deberán “convertirse” en compromisos reales por la reparación del daño, la restauración de la dignidad y la reconciliación con el pasado para afrontar el presente con transparencia y esperanzar el futuro con misericordiosa justicia, donde la humanidad encuentre soluciones llenas de vitalidad… sin apedrear a nadie… levantando a todos/as… con mucha compasión.
Le puede interesar: Trinette Durán, la médica venezolana que recibió el primer milagro de la hermana Carmen Rendiles
Suscríbete gratis por a nuestro canal de Whatsapp https://bit.ly/4hbWWN0
Participa en los cursos y diplomados del Centro de Formación Cebitepal https://bit.ly/cebitepal_24
Escucha el Himno del Jubileo en su versión latinoamericana y caribeña https://bit.ly/41l312P
Post a comment