“Oigan ese grito en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos” (Lc 3,4)
Es cierto que “lo que se prepara suele salir bien” y lo que no se prepara a veces -solo a veces- sale bien. Porque la improvisación suele traer mucha incertidumbre y no pocos fracasos en el campo de las relaciones familiares, profesionales, pastorales, económicas, políticas y de muchas acciones personales. Así llegamos a configurar, entre otras normalizaciones, la mediocridad, la provisionalidad y la inconsistencia de nuestros deseos convertidos en proyectos.
“Prepararse” con motivaciones y competencias -personales y comunitarias-, es el primer paso. Y también, “prepararles” -a quienes queremos influir- con propuestas entusiasmantes llenas de contenido. Para ello… es imprescindible “preparar” “el qué, el cómo, el con quién y el dónde”… tal como lo hace el profeta Isaías, el precursor Juan, la confiada Isabel y la embarazada María… en este tiempo de Adviento.
Ni podemos sostener una ”fe irresponsable”, que obliga a Dios a hacer lo que nos corresponde a los humanos…, ni podemos “convertirnos en mesías” que pretenden ignorar a Dios con tecnologías, ciencias o ideologías arrogantes. Más bien, es hora de asumir nuestra “responsabilidad” personal y comunitaria, a la vez que nuestra “esperanzada confianza” en la promesa encarnada de Dios… ni nosotros sin Él, ni Él sin nosotros…
Para ello, estamos urgidos a ordenar, organizar y orientar nuestras actitudes y nuestras acciones, para evitar toda dispersión y distracción… y para concentrar la atención en lo esencial, es decir, lo que realmente da vida y sentido. Algo tenemos que hacer en nuestra vida para facilitar la acogida de la Encarnación y para frenar la inercia de la religiosidad irresponsable… Y -además- algo hay que dejar de hacer: obsesionarnos con la apariencia, la inercia y la indiferencia, que nos trae solo tinieblas en la vida.
¡Preparemos el Camino!. ¡Enderecemos la Verdad!. ¡Acojamos la Vida…! Y pongamos “nombre de persona” a cada valor que buscamos y a cada sentimiento que compartimos… con Enmanuel.
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