«Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan» (Jn 13,15)
San Francisco de Asís dice que “es una gran vergüenza para nosotros, siervos de Dios, que los santos hicieron las obras y nosotros, recitándolas, queremos recibir gloria y honor” (Adm 6). Quizá estamos manteniendo un discurso religioso, unas actitudes prepotentes y unas acciones mundanas. No es lo que Jesucristo dice y hace en la Última Cena, compartiendo el Sueño de Dios a los discípulos, demasiado concentrados en su propia agenda de prestigio, poder y plata.
Hoy -y cada instante de nuestro discipulado- estamos llamados/as a sentipensactuar al estilo del “amigo” que entrega la vida, del “maestro” que cumple las Escrituras, del “mesías” que libera a los pobres-sufridos, del “Hijo” que muestra el amor pleno del Padre.
“No basta” con recordar, con liturgear, con celebrar o con mensajear la “entrega de Jesucristo”, si es que no podemos permanecer con el corazón en Getsemaní, ni podemos sostener la fidelidad en la fogata del juzgado, ni podemos cargar la cruz pesada del que cae una y otra vez, ni podemos abrazar a la víctima por miedo a los victimarios. No basta… no basta…
El “amor”, además de un sentimiento y una palabra, es sangre derramada para dar más vida a la vida, y es “servicio” concreto a quienes necesitan recuperar su dignidad, su alegría y su humanidad. El amor que no sirve, no sirve para nada; la fe que no sirve se convierte en manipulación; los ministerios que no sirven, o pasan por la Cruz o no podrán resucitar ni mostrar al Resucitado.
Que lo que Jesús ha hecho con nosotros, también lo hagamos con todos los demás.
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