Un largo y profundo silencio ante más de 200 mil peregrinos y jóvenes enfermos con un único deseo: detener el horror de la guerra. Así fue la antesala del Santo Rosario por los enfermos que el Papa Francisco celebró en el Santuario de la Virgen de Fátima, la mañana de este 5 de agosto. “Oh María, nosotros te amamos y confiamos en ti. Y a ti, ahora, nos encomendamos nuevamente”, dijo.
“Con corazón de hijos te consagramos nuestras vidas, cada fibra de nuestro ser, todo lo que tenemos y lo que somos, para siempre. Te consagramos la Iglesia y el mundo, especialmente los países en guerra. Obtén para nosotros la paz”. Una plegaria que salió de lo más profundo del corazón del Vicario de Cristo en la tierra.
Francisco en su oración ha pedido la intercesión de Fátima “en este diálogo contigo, Reina del santo Rosario, hacemos memoria de tus llamadas maternas. Viniste a pedir oración y penitencia, pero cuántas veces nos dejamos atraer por otras cosas; centrados en nuestras necesidades y distraídos por tantos intereses hemos sido sordos a tus invitaciones. Pero tú nos amas y no te cansas de nosotros”.
Iglesia, madre de brazos abiertos
Con un enérgico “bom dia” se dirigió a los presentes tras el rezo del Rosario y agradeció a monseñor José Ornelas Carvalho, Obispo de Leiria-Fátima y Presidente de la Conferencia Episcopal Portuguesa como a “todos ustedes por la presencia y la oración”.
Se refirió al Rosario como “una oración bella y llena de vida, porque nos pone en contacto con la vida de Jesús y de María” y “hemos meditado los misterios gozosos, que nos recuerdan que la Iglesia sólo puede ser un hogar lleno de gozo. La pequeña capilla en la que nos encontramos es una hermosa imagen de la Iglesia: acogedora y sin puertas, un santuario al aire libre, en el corazón de esta plaza que evoca un gran abrazo materno”.
Por eso, abogó para que la Iglesia “sea siempre así, que es madre: puertas abiertas para todos, para facilitar el encuentro con Dios; y lugar para todos, porque cada uno es importante a los ojos del Señor y de la Virgen”.
Recordó que se debe “peregrinar (así como María), no sólo con el cuerpo, sino sobre todo con la vida. ¿Cómo? Avanzando cada día, con alegría y esperanza, porque tenemos un destino, el Cielo; y al mismo tiempo con tenacidad y paciencia, porque la vida en la tierra no es un videojuego para distraerse, sino un camino que hay que recorrer con valentía y constancia”.
La grandeza de “lo pequeño”
El Papa ha expresado que “María está con ustedes. Ella ha realizado sueños más grandes de lo que se podía imaginar”, porque Fátima “es una escuela de intercesión. En efecto, los
pequeños de Fátima se hicieron grandes en la intercesión gracias a un ángel que, un año antes de la venida de Nuestra Señora, los instruyó” y les dijo que “los corazones de Jesús y de María están atentos a la voz de vuestras súplicas”.
Toda vez que recalcó que el verdadero camino de la grandeza está en la pequeñez: “ Dios elige siempre a los pequeños, que son grandes para Él; elige a los sencillos y son ellos los que le permiten realizar sus grandes designios en la historia: como los discípulos del Evangelio, como los niños de Fátima”.
El mundo “nos pide ser perfectos”, mientras que “los modelos que inculca la sociedad de la imagen son siempre resplandecientes y brillantes. Pero están maquillados y, por tanto, son falsos”. Frente a ello, el Papa invita ayudarnos unos a otros: “Ayudémonos a ir hacia adelante juntos, tomados de la mano, con los pies en la tierra y la mirada hacia el cielo”.
“Creamos que las fragilidades no son obstáculos insuperables, sino escalones para subir más alto, porque es precisamente a través de nuestra pequeñez que Dios realiza grandes cosas. Recordemos siempre que Jesús hace maravillas en la pequeñez”, añadió.
Madre de la ternura
El Sumo Pontífice indicó que en 1917, cuando “la Virgen se apareció, en este mismo mes de agosto, dijo algo sorprendente. Le presentaron algunos enfermos, ella se interesó por ellos, pero enseguida tomó una expresión seria, triste, como señalando una enfermedad más preocupante”.
Les dijo: “Recen, recen mucho; y hagan sacrificios por los pecadores, porque muchas almas van al infierno por no tener quien se sacrifique e interceda por ellas”. Lamentó que “nosotros, en cambio, quizás habríamos esperado que dijera: hay quien se condena porque es malo, porque el mundo va mal, porque hay poca fe, porque hay ateísmo, relativismo”.
Al contrario, de lo que sucede hoy con algunos sectores, “la Virgen no habló de eso; es Madre y no señala con el dedo a nadie ni a la sociedad; no critica, ni se queja, sino que se muestra preocupada porque falta compasión por los alejados, porque no hay quien rece y ofrezca, porque hay poco amor y celo”.
Por eso, ha pedido que sigamos el ejemplo de Fátima, “acojamos hoy esta invitación a la responsabilidad, a hacernos cargo de los que no creen, no esperan, no aman. Y Dios cuidará de nosotros. Recemos, porque Fátima es una escuela de oración”.
“Ahora, como en el momento de las apariciones, también hay guerra. La Virgen pidió que rezaran el Rosario por la paz. No lo pidió como un favor, sino que, con solicitud maternal, indicó: ‘Recen el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra’. Unamos, pues, nuestros corazones, recemos por la paz, consagremos de nuevo la Iglesia y el mundo al Corazón Inmaculado de nuestra dulcísima Madre”, finalizó.
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