En un clima de gran alegría se inició en la mañana del viernes 22 de noviembre el V Congreso Latinoamericano y Caribeño de la Vida Religiosa en la ciudad de Córdoba, Argentina. Con una asistencia de más de 500 religiosos y religiosas llegados de distintas partes del continente, las palabras de apertura fueron escritas por la hermana Liliana Franco, presidenta de la CLAR —que se encontraba en viaje hacia Córdoba— y leídas por el hermano José Luis “Pepe” Loyola:
“¿Dónde encontrar la esperanza? ¿Cómo ser centinelas de esperanza en un mundo tan roto?”, se preguntó Loyola, “ante estas y otras preguntas que nos inquietan, el Espíritu nos invita a no desistir, a no claudicar y mantener la palabra porque “mientras aún le quede luz a las estrellas nada estará perdido, nada”, como canta el poeta y repitiendo incesantemente que “aunque sea tarde, esta es nuestra hora» haciendo nuestra la memoria de don Pedro Casaldáliga”.
Y continuó: “Ante realidades y contextos en los que se acrecientan la guerra y violencias irracionales: la institucionalización del crimen organizado; la trata de personas; la crisis migratoria; las polarizaciones, los racismos, xenofobias, fronteras y nacionalismos excluyentes, nuestra condición de centinelas de esperanza es ineludible e impostergable”.
“Hermanas y hermanos, que como las mujeres del alba, las de la osada esperanza, en la incertidumbre del presente emergente, tengamos una mirada posibilitadora, reconociendo que la noche es el seno de la vida, un lugar de esperanza en el que aguardar el amanecer. Que juntos, en escucha y diálogo compartido, tengamos la capacidad de imaginar nuevos contornos y nuevas voces, de imaginar un futuro posible que cultive prácticas que estén vinculadas a discursos de esperanza, provocando visiones, manteniendo sueños, motivando la imaginación. Sabiendo que, en este tiempo presente, la resistencia en esperanza es ya una forma de victoria”, inspiró al finalizar.
Hna. Inés Greslebin y P. Pepe Loyola
Luego fue el turno de la hermana Inés Greslebin, presidenta de CONFAR y vicepresidenta de CLAR, quien animó al sostener que “hay una promesa de Dios en este Congreso”, que se lleva a cabo al finalizar el Sínodo de la Sinodalidad y “a las puertas del Jubileo 2025”. “Llegamos para reavivar la esperanza (…) que es la que nos da fuerzas para intentar de nuevo por más desesperada que sea la situación actual, social y congregacional que estemos viviendo en América”, aseguró.
“En las mujeres del alba anida la esperanza. (…) Que en este Congreso podamos escuchar la realidad y escuchar al Espíritu para reavivarnos en la esperanza. Para esperanzar”, insistió al cerrar la hermana Inés.
Las desigualdades en América Latina y el Caribe
La primera exposición estuvo a cargo de la socióloga argentina Sol Prieto quien valoró a la Vida Religiosa como agente positivo en acción en las distintas comunidades y sociedades:
Partió de una afirmación que ya conocemos pero siempre es bueno refrescar: “América latina es la región más desigual de planeta” pero le sumó un dato muy indicativo “el 10% más rico gana 12 veces más que el 10% más pobre”.
Factores heredados
Se refirió a las imposibilidades de progreso de quienes nacen en hogares pobres —desigualdad desde la cuna— y al acaparamiento de oportunidades por quienes nacen en hogares pudientes, profundizadas en todos los casos por una cuestión de género: ser mujer y entrar al mercado laboral implica saber que se ganará menos que un varón en el mismo puesto de trabajo: “por cada 10 dólares que gana un varón, una mujer gana 8”, aseguró Prieto.
A estos factores se suma la “línea de color”, del color de la piel de las personas, se discrimina en base a este rasgo: “los más blancos acceden a mejores trabajos que los indígenas en casi toda Latinoamérica”.
Dos elementos tristemente coinciden en nuestro continente americano: la violencia y la polarización ideológica que confluyen en un fenómeno que Prieto denomina “erosión democrática”. La socióloga destacó el rol positivo de la Vida Religiosa en su compromiso por la construcción de la democracia en los distintos países de nuestro continente.
Esperanzas en contexto
Nunca mejor puesto un título para un panel de corte social: la esperanza, esa escalera invisible del alma que acompaña los procesos más duros, incluso los más traumáticos y desahuciados. Compartieron sus experiencias sobre trata de personas y explotación sexual Sandra Ortiz y Elsa Cristina Cué, sobre migraciones Jorge “Coco” Costadoat y sobre ecología integral Tania Ávila.
Sandra acompaña a mujeres víctimas de explotación sexual y citó una frase de la fundadora de su congregación —Antonio María de la Misericordia— que prendió mucho en la asamblea: “Solo poco a poco es posible el milagro de la vida”. Esa es la esperanza que la sostiene. Elsa, en tanto, abrió su vida y contó su fuerte y dolorosa experiencia: ella es una rescatada de la prostitución por las hermanas Adoratrices de Córdoba, Argentina. Cada palabra de su alocución destilaba esperanza: “Como dijo Santa Micaela ‘aunque sea solo por una’”. No juzgar al salir al encuentro del otro, los cambios llevan tiempo pero el amor todo lo puede y, al cerrar, pidió: “Que Jesús se siga haciendo cargo de mí”.
Jorge —religioso chileno, forma parte de la Comisión de Migrantes de la Conferencia Episcopal de Chile— inició citando al recientemente fallecido teólogo peruano Gustavo Gutiérrez en su pregunta: ¿Cómo decirle al pobre que Dios lo ama? “Las migraciones forzadas (gente que viene de la miseria) son signos de los tiempos y Dios no puede aceptarlos en los términos en los que se están dando”, señaló y puso en discusión varios aspectos de las coordenadas de nuestro hoy en el mundo: la propiedad privada, la capacidad hospitalaria y de trabajo, las legislaciones locales, las tensiones geopolíticas, los problemas climáticos, las guerras que generan los refugiados, entre otros.
“Nosotros tenemos que dar esperanza partiendo de la solidaridad, los migrantes son inocentes”, finalizó.
Tania, al abordar el tema de la ecología integral, resaltó que “en la Iglesia es posible ser cuidadores, y para los pueblos indígenas ‘desde siempre’, diría mi abuela”. Enumeró cuatro situaciones en las que la VR (Vida Religiosa) se puede poner en diálogo con el ambiente: fuego que puede ser cuidador o descuidador; tierra que en situaciones de extractivismos “se está llevando vidas”, “nosotros podemos acompañar ahí”; aire y puso como ejemplo la Amazonía “aromando el continente de esperanza”; y agua, “agua que tiene memoria y tiene la posibilidad de generar vida en el futuro”, “necesitamos denunciar con alegría” como dijera un ambientalista peruano cuidador del río Marañón.
La perspectiva psicológica
Ya por la tarde, el hermano Fernando Falcó, MSpS, mexicano, abordó el tema “Reacciones humanas ante las desesperanzas y las crisis”. El núcleo de su intervención transcurrió el análisis de la vida interna de las congregaciones, detectando inercias, movimientos, estancamientos. Se preguntó si los institutos motivan esperanza: ¿cuándo sí, cuándo no?
Marcó un punto de inflexión clave para la evolución —o no— de las instituciones religiosas: el descenso paulatino de recursos que se está registrando desde la década del 60 hasta la actualidad.
Contrapuso a la anorexia organizacional que pierde el apetito por pertenecer a un instituto, el hambre de esperanza como factor superador. “Muchas congregaciones solo cambian algo cuando los entornos lo exigen, solo esa percepción urgente de que hay que cambiar para sobreexistir puede romper inercias negativas”, afirmó Falcó.
La jornada finalizó con la misa que fue presidida por el padre-hermano José Luis “Pepe” Loyola y concelebrada por el obispo de Gualeguaychú, monseñor José Luis Zordán.
Este V Congreso continúa el sábado 23 y finaliza el domingo 24 de noviembre. Seguiremos informando desde el corazón de esta reunión en la que la soro-fraterno-sinodalidad impregna todos los diálogos e intercambios.
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