Continúa el XV Simposio de la Unión Cristiana Internacional de Ejecutivos de Empresas (Uniapac) y el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), que comenzó este 9 de noviembre en Brasil, bajo el tema “Obispos y empresarios juntos frente a los desafíos de América Latina”.
Monseñor Lizardo Estrada, secretario general del Celam, abordó el tema “La paz como fruto de la unidad” y ha destacado que “unidad no es lo mismo que uniformidad”, por ende, “caminar juntos (y unidos) permite la existencia de distintas miradas”.
Recordó que este mismo principio de unidad en la diversidad se vivió recientemente en Roma durante “la primera sesión del Sínodo de la Sinodalidad. Y lo seguiremos viviendo en la Iglesia para retomar el camino del Concilio Vaticano II”. Una senda que se ha venido transitando “con el proceso de la Asamblea Eclesial Latinoamericana y el Caribe”.
Por la dignidad humana
Para don Lizardo otra cuestión clave en la construcción de la paz es la dignidad humana, la cual “es indivisible” y a través del bien común es cómo “se lleva a respetar la dignidad humana”.
Admite que no es una tarea sencilla, en especial, a quienes desde su rol empresarial asumen su vocación a partir de distintas variables entre rentabilidad, bienestar de sus trabajadores, responsabilidad social, para ello ha sugerido discernir el relato de Lucas.
“Ningún servidor puede servir a dos amos, porque abandonará a uno para amar al otro, o por entregarse a este menospreciará a aquel. ¡No pueden servir a Dios y al dinero!”. Con esto deja por sentado, que en todo proceso productivo el “ser humano está en el centro”.
Echando mano del documento del Pontificio Consejo Justicia y Paz, actualmente Dicasterio para el Servicio al Desarrollo Humano Integral, el prelado ha planteado que “organización del trabajo dentro de la empresa (debe asumir) un modo respetuoso con la dignidad humana”.
Teniendo muy en cuenta “el principio de subsidiariedad, que fomenta el espíritu de iniciativa y aumenta la competencia de los empleados, considerados ‘co-emprendedores’; y finalmente, el principio de la creación sostenible de riqueza y su distribución justa entre los diversos grupos implicados en la empresa”.
Luchar contra la pobreza
El Secretario general del Celam para ampliar su análisis abordó temas de las nuevas realidades como cuidado de la casa común, cuarta revolución industrial, las migraciones, crisis de la democracia, protagonismo de las mujeres, narcotráfico, extractivismo, entre otros.
Indicó que “los datos económicos y los datos culturales nos muestran una América Latina y Caribe que se aleja en términos prácticos de ser un verdadero continente de la esperanza, como señalaba San Juan Pablo II. Donde la pobreza es muchas veces la expresión del atropello de los derechos laborales, como decía Benedicto XVI”.
En la lucha contra esta pobreza, el valor del trabajo digno cumple un papel fundamental, por ello, “las buenas decisiones empresariales son aquellas que están basadas en principios fundamentales, como el respeto de la dignidad humana y el servicio al bien común, y la visión de la empresa como una comunidad de personas”.
Son los principios los que “mantienen al líder empresarial centrado en producir bienes y servicios que satisfagan las necesidades genuinas de las personas y, a su vez, asumir la responsabilidad por los costes sociales y ambientales de la producción, de la cadena de suministro y de distribución al servicio del bien común y estar pendiente de las oportunidades para servir a los pobres”.
Resulta importante “organizar el trabajo de modo productivo y con significado mediante el reconocimiento de la de los empleados y su derecho y deber de desarrollarse con su trabajo”.
Acompañar a los empresarios
Monseñor Lizardo ha invitado a los empresarios católicos “a utilizar los recursos con sabiduría para crear beneficios y bienestar, para producir riqueza sostenible y distribuirla con justicia”.
“Un salario para los empleados, precios justos para los clientes y proveedores, impuestos justos para la comunidad, y beneficios justos para los propietarios”, ha dicho.
En una América Latina “con tantas riquezas” duele ver “la forma como se distribuye. Hay tanta pobreza, incluso entre aquellos que tienen trabajos formales”. Sumado a los abusos hacia “los más vulnerables y tantos hermanos nuestros descartados”.
En estas situaciones de pecado social “la empresa tiene un rol muy relevante y sabemos que ustedes buscan los mejores caminos. Allí es donde queremos acompañarlos”.
“Sabemos que ustedes vienen aquí con el corazón en la mano, buscando caminos para ser fieles en medio de tanta injusticia. Sabemos que ustedes no quieren ser católicos de la misa dominical, sino de aquellos que viven la misa del domingo en el trabajo de todos los días”, acotó.
Aún cuando “la tarea es difícil”, los Obispos están dispuestos a acompañarlos “no solamente en estos simposios o congresos, una vez cada dos años, sino que deseamos se abra un camino de diálogo permanente”.
En definitiva, “sabemos también que quieren y necesitan la paz. Que la paz es fruto de la unidad, del mismo modo que la paz es fruto de la justicia, como enseña san Paulo VI. Esa justicia se juega a fondo cuando hay que discernir entre el servicio a Dios o el endiosamiento del dinero o las utilidades”.
“¡Abramos los amplios caminos de la sinodalidad! Hay necesidad de una sociedad fraterna y juntos podemos aportar a construirla en cada uno de nuestros pueblos, siguiendo la invitación del Divino Maestro: ¡amando a Dios por sobre todas las cosas y amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos, porque en cada”, finalizó.
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