En su homilía para este Domingo de Ramos, el arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa, habló sobre el desconcierto que padece la democracia en este país, señalando como su primer enemigo la corrupción y la impunidad. Hizo un enérgico llamado a no ser solo espectadores pasivos sino ser protagonistas de un nuevo tiempo. Animó a vivir la Semana Santa no solo como una tradición, sino como un compromiso ciudadano y espiritual.
“Panamá merece más. Merece justicia que no tenga precio. Instituciones que sirvan, no que se vendan. Un país donde nadie esté por encima de la ley”, observó, señalando que es tarea de todos estar vigilantes y con la conciencia despierta.
- Foto: Episcopado panameño
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Una entrada humilde que incomoda al poder
El prelado, mencionó que el Domingo de Ramos marca el inicio de la Semana Santa, donde los cristianos recuerdan la entrada triunfante de Jesús a Jerusalén: “no como un rey imponente, sino como un Mesías humilde, montado en un burro, saludado por la multitud con ramos y mantos en el suelo”.
Para monseñor Ulloa, este gesto de Jesús sigue teniendo hoy un mensaje de sencillez y humildad. “No busca oprimir, sino liberar”, señaló, haciendo una crítica fuerte a quienes aún entienden el poder como dominio absoluto y no como un servicio. Esto, al referirse a los líderes que se presentan ante la gente con prepotencia, al contrario, Jesús se presenta como una figura de paz
- Foto: Episcopado panameño
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Cristo no calla: ni ayer ni hoy
El prelado observó que, como en esa época, muchos quisieran silenciar hoy Cristo y su mensaje. “Les aseguro que, si ellos se callan, gritaran las piedras”, afirmó, citando textos bíblicos, que hacen ver que la verdad no puede ser callada, y que el mensaje cristiano debe ser vivido con coherencia.
“No basta con agitar los ramos el Domingo de Ramos; hay que caminar con Jesús hasta la cruz y más allá, hasta la resurrección”, señaló, invitando a los fieles a asumir una actitud de compromiso frente a su fe y capaz de cambiar realidades adversas.
Una denuncia moral
Volviendo al tema de la corrupción y la impunidad, criticó como se siguen desviando los recursos esenciales para la salud, educación y vivienda, mientras otros se lucran de la política. Lamentó el desánimo manifestado por la ciudadanía, que perciben que “todos hacen lo mismo” y que luchar no vale la pena. Destacó que el pueblo panameño no es corrupto por naturaleza, sino valiente, trabajador, solidario y trabajador, y por eso “duele más” la injusticia.
Por último, el líder religioso aseguró que esta batalla contra la corrupción no puede quedarse solo en lo político, es también una lucha espiritual y ciudadana, que debe comenzar en lo cotidiano y proyectarse hacia un compromiso colectivo. “Que esta Semana Santa no sea solo emoción pasajera, sino una experiencia profunda que fecunde esperanza, verdad y participación”, concluyó.
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