Este Viernes Santo de 2025, durante el tradicional Sermón de las Siete Palabras, siete obispos de Colombia reflexionaron sobre el sufrimiento de Jesús en la cruz y su relación con las profundas heridas que aún marcan la vida del país. Desde el Pacífico hasta el Catatumbo, las voces episcopales conectaron las últimas frases de Cristo con los clamores que persisten en sus territorios: violencia sin tregua, desigualdad estructural, corrupción enquistada y una urgente sed espiritual.
En medio del Año Jubilar de la Esperanza, proclamado por la Iglesia para renovar la fe y promover la reconciliación, los prelados no se limitaron a la contemplación religiosa. Desde sus propias diócesis, plantearon caminos concretos de sanación y fraternidad para una nación que aún sangra, pero que no ha renunciado a soñar con la paz.
«Padre, perdónalos»: el perdón que desafía al odio
Desde Quibdó, monseñor Wiston Mosquera evocó la primera palabra de Cristo crucificado como una llamada radical al perdón. Jesús, condenado injustamente, intercede por quienes lo ejecutan. Mosquera recordó las palabras del Papa Francisco sobre la necesidad de recuperar la fraternidad nacional y llamó a mirar el corazón: “¿Cómo podemos decir que creemos en Él si seguimos haciendo daño a otros?”.
El obispo denunció sin ambages la violencia persistente en regiones como Chocó, Cauca y Catatumbo, donde la sangre sigue siendo derramada: “¿De qué sirve rezar el Viernes Santo si no cambiamos los hábitos que matan?”, cuestionó, invitando a guerrilleros, políticos y ciudadanos a deponer el odio y abrazar una humanidad que se ha ido perdiendo en medio del conflicto.
«Hoy estarás conmigo»: la vida que no se mide en dinero
Monseñor Rodrigo Gallego, desde Palmira, contrastó la promesa de Jesús al buen ladrón con la obsesión contemporánea por el poder y el dinero. En su reflexión, denunció la «cultura del descarte» que invisibiliza a los pobres y alimenta la corrupción. Cristo, recordó, no promete riquezas, sino una vida plena que desborda toda materialidad.
Invitó a los fieles a redescubrir la Eucaristía como un anticipo del Paraíso, donde el alma humana encuentra saciedad. En una sociedad que gira frenéticamente alrededor del egoísmo, la fe sigue siendo luz y fermento, capaz de renovar al mundo desde lo más pequeño.
«Mujer, ahí tienes a tu hijo»: María, madre de los que resisten
Desde Girardota, monseñor Juan Manuel Toro elevó la figura de María como madre espiritual de Colombia. En su palabra, vio reflejada la capacidad de las mujeres para sostener la esperanza en medio del caos. María, que supo decir «sí» en los momentos más oscuros —desde la Anunciación hasta la cruz—, es para él modelo de resistencia, ternura y fe inquebrantable.
El obispo animó a los fieles a vivir como verdaderos hijos de María, haciendo “lo que Él nos diga”, aún en medio del miedo, la desesperanza y el dolor.
«¿Por qué me has abandonado?»: el grito de las regiones olvidadas
Monseñor Orlando Olave, obispo de Ocaña, dio voz al grito de abandono que resuena en miles de personas en el Catatumbo. Así como Jesús clamó en la cruz por sentirse solo, hoy lo hacen quienes viven entre el narcotráfico, la corrupción y el desplazamiento forzado. Pero ese grito, subrayó, no es desesperación, sino confianza profunda, como el del salmista.
Desde su diócesis, Olave recordó que la Iglesia camina junto a los más necesitados como «peregrina de esperanza», y llamó a todos los colombianos a convertirse también en peregrinos que escuchen el lamento de los que sufren en silencio.
«Tengo sed»: la sed de justicia, pan y dignidad
En la voz de monseñor Dimas Acuña, obispo de El Banco, la palabra de Cristo refleja los clamores más urgentes de la “Colombia profunda”: niños wayúu sin agua, jóvenes sin oportunidades, campesinos sin tierra. Su reflexión fue clara: esa sed de Jesús en la cruz es la misma que arde en los cuerpos de quienes han sido excluidos.
Recordó que la misión de la Iglesia no es solo espiritual, sino también social: debe ser oasis en medio del desierto. En este Jubileo, enfatizó, responder al clamor del pueblo es más urgente que nunca, y sólo puede hacerse desde la justicia y la misericordia.
«Todo está cumplido»: vivir para el bien común
Desde Barranquilla, monseñor Edgar Mejía explicó que la sexta palabra de Jesús no habla de derrota, sino de cumplimiento. Cristo, dijo, culmina su misión con dignidad y entrega, y deja a sus discípulos una tarea: ser fermento en una sociedad corrompida.
Frente a la crudeza del narcotráfico y la indiferencia, el obispo desafió a los creyentes a examinar su día a día: “¿Podemos decir al final de la jornada que hicimos el bien?”. La esperanza, en su mensaje, no es una idea abstracta, sino una decisión concreta.
«En tus manos encomiendo mi espíritu»: la entrega que abre a la resurrección
Desde Bogotá, monseñor Edwin Vanegas cerró el ciclo con una palabra de entrega radical. Cristo confía en el Padre hasta el final, y esa confianza es también la puerta de la resurrección. En una ciudad que refleja todas las fracturas del país, el obispo hizo un llamado urgente a la reconciliación y la solidaridad.
En su meditación, recordó que la esperanza cristiana se encarna en gestos reales: acoger al migrante, acompañar al que sufre, cuidar a los niños y a los ancianos, mirar al otro sin prejuicios. “Ser fraternos y solidarios”, afirmó, “es la señal más clara de esperanza que podemos ofrecer”.
Le puede interesar: Una Cruz viva en los márgenes: esperanza y resistencia en Viernes Santo» — Reflexión de la hermana Birgit Weiler
Suscríbete gratis por a nuestro canal de Whatsapp https://bit.ly/4hbWWN0
Participa en los cursos y diplomados del Centro de Formación Cebitepal https://bit.ly/cebitepal_24
Escucha el Himno del Jubileo en su versión latinoamericana y caribeña https://bit.ly/41l312P
Post a comment