Como “una suma de reflexiones encarnadas que buscan hacer algún sentido (algunos las consideran dignas de llamarse un libro), han nacido en medio de movimientos internos incontenibles, con la constante sensación de un fuego incesante que quema por dentro, y a la luz de la fragilidad de una búsqueda permanente”, define Mauricio López su libro “Discernir la voz de Dios en este Kairós eclesial: Claves desde la territorialidad amazónica”, presentado este 17 de marzo en la sede del Celam en Bogotá.
Una bitácora sobre cómo vivir la sinodalidad a partir de la territorialidad amazónica
Una obra dividida en tres partes, una primera sobre Discernimiento de la vida y sentir en con la Iglesia, donde muestra que su cambio de vida “a partir de la experiencia vivida en este sínodo de la Amazonía en los casi 10 años de caminar con la iglesia, comunidades y pueblos diversos en este territorio”; una segunda donde analiza la Territorialidad como expresión de la unidad en la diversidad del Reino de Cristo, viendo el territorio como “un espacio de interacción simbólica y material, eje de relaciones de interconocimiento e interreconocimiento”; y una tercera que muestra que “la sinodalidad no es un concepto desencarnado”, y sí “el itinerario de las personas y comunidades concretas, el caminar juntos, sinodalmente, es una experiencia que se teje paulatinamente”.
Una obra que en palabras de Mons. Miguel Cabrejos “atesora las vivencias y experiencias de Mauricio compartidas con tantos hermanos y hermanas en un camino eclesial”, viéndolo como “una bitácora sobre cómo vivir la sinodalidad a partir de la territorialidad amazónica”. El presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), destacó la gran capacidad de trabajo de Mauricio, insistiendo en que el libro “expresa elementos que ayudan a profundizar en el camino de renovación y reestructuración del Celam y en el espíritu sinodal en que se ha conducido”, una obra que “nos adentra en el corazón de la Amazonía por las aguas sinodales”, un territorio que “ha planteado a la Iglesia universal nuevos caminos”, recogiendo el clamor de la Tierra y de los pobres.
Allí Mauricio ha estado “con la camiseta puesta”, remando, estando presente en el nacimiento de la REPAM, de la CEAMA y en el Sínodo para la Amazonía. Una obra que es un aporte que incita a seguir avanzando para propiciar la conversión integral a la que todos estamos llamados y el Santo Padre es su más grande animador, insistió Mons. Cabrejos.
Discernir la voz de Dios en este kairós eclesial
La presentación del libro fue realizada en actitud orante por la hermana Liliana Franco, que dijo que “caminar es una actitud del corazón, es una disposición, una forma de existir” afirmando que Mauricio “ha hecho de su existencia una travesía con otros, inspirado, animado y sostenido por la persona y el proyecto de Jesús”, que en el libro nos invita a “discernir esa voz de Dios en este Kairós eclesial”, ofreciendo claves sinodales desde la territorialidad amazónica.
La presidenta de la CLAR destacó que “Mauricio prefiere los caminos rurales, los de tierra, los que parecen sangrar al ritmo de las pisadas, que le gustan los caminos estrechos trillados, los que están cubiertos por árboles frondosos, los que conducen a casa de los amigos, los caminos trillados y los inéditos”, entre otros muchos caminos que fue relatando. Eso en alguien formado en la escuela del discernimiento, que “revela el modo cómo Dios trabaja en su propia historia y en la de aquellos que desde su experiencia de ser y sentirse hermano haciendo camino”. En un libro marcado por el discernir, el territorio y la sinodalidad.
Alguien que decidió caminar en sentido contrario
Mauricio el inconforme, como le definía la hermana Dolores Palencia, como alguien que “decidió caminar en sentido contrario, es decir no ajustarse, no acomodarse, no aceptar las cosas porque así estaban hechas o porque así eran, sino discernir en cada momento hacia donde realmente le movía el Espíritu y hacia dónde tenía que poner lo mejor de sí mismo para buscar el mejor servicio al Reino”, lo que le llevó a hacer diferentes opciones, “con una claridad muy grande de donde querías ir poniendo tu pie”.
Desde ahí recordaba las palabras del libro, en las que se siente unida a Mauricio, que dicen: “que podamos vivir con esa indignación esperanzada, amando la fragilidad, y encendiendo la luz en la oscuridad, por la causa de la vida y de la justicia para todos y todas”. Unas periferias existenciales que han ido tomando rostros, momentos, opciones, renuncias, en la vida de Mauricio, destacó la religiosa, que resaltó como ese contacto con la Amazonía le transformó, pues “la cercanía con los pobres nos hace otras personas”, lo que le ha llevado a “una profundidad muy grande en donde realmente has puesto todo sobre la mesa continuamente en una confianza abandonada”. Desde ahí recordó una frase de Mauricio: “No sé a dónde vamos, pero lo importante es hacer el camino”.
Regresar a las personas que nos han tocado
El autor del libro ve este momento como una gracia, un regalo, “un reflejo de un deseo siempre incompleto de seguir caminando, de seguir tejiendo vida, de ser herederos y herederas de tantas personas, mujeres y hombres que desde la Iglesia se han entregado hasta las últimas consecuencias”, insistiendo en sabernos tejedores limitados y pequeños. Un libro con el que ha querido “regresar a tantas personas que nos han tocado, marcado, transformado, para seguir haciendo caminos”.
Desde la espiritualidad ignaciana, que marca la vida de Mauricio López, donde “se nos invita a buscar y hallar la voluntad de Dios en todo, a pesar de las fragilidades para intentar amar y servir”, dijo descubrir el sentido de la vida, recordando a muchas personas que han marcado su vida, los que están y los que ya no están, entre ellos, por su papel en la Amazonía, el cardenal Claudio Hummes, de quien recordaba cómo buscaba que “los hermanos y hermanas de la territorialidad amazónica no sean sólo un concepto vago, sino que la Iglesia habrá fracasado en su misión hasta que ellos sean sujetos de su propia historia”.
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Un libro que “era una necesidad incontenible de tratar de hacer sentido lo que no lograba acomodar en el corazón y que era un intento permanente de poder poner en el corazón de la vida, en el corazón de los hermanos y hermanas y que nunca pretendió llamarse un libro”. Desde ahí pedía que “el desborde del Espíritu nos acompañe, nos sostenga y que seamos siempre también como fieles herederos, herederas, para seguir tejiendo sinodalidad a pesar de las fragilidades y en la esperanza de un Reino que se teje día a día, cada día”.
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