Este 9 de octubre se inició la cuarta congregación general de la Asamblea sinodal, que se encargará de profundizar en el contenido del segundo módulo del Instrumentum Laboris, que se conoce como el B1 y cuyo contenido ocupará tanto a los círculos menores como a las personas que harán sus intervenciones en el aula, refiriéndose de manera particular a esa comunión que ha de irradiarse a los demás, por lo que se plantea una cuestión de gran importancia para todos. ¿Cómo ser más plenamente signo e instrumento de unión con Dios y de unidad del género humano?
Rumbo al Sínodo desde Brasil
Sobre el tema este lunes se escucharon cuatro testimonios. Uno de ellos fue el de Sonia Gomes de Oliveira, presidenta del Consejo Nacional del Laicado Brasileño. Intervención en la que hizo memoria del camino hecho por la Iglesia de su país, haciendo énfasis en el proceso de escucha que vivió durante la pandemia y un momento de gran importancia para el continente. «Vivir el proceso sinodal en la Iglesia de Brasil fue una continuación del camino iniciado en la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe,» afirmó.
Labor en la que el Equipo Nacional participó activamente, especialmente en el proceso de animación sinodal, acercándose a las bases y valorando la participación de los laicos. Actividad que ciertamente ayudó a conocer la realidad de la Iglesia en los diferentes niveles de participación para crear conciencia sobre la corresponsabilidad que tenemos frente a la misión dada como parte de nuestra condición de bautizados. Resultados que posteriormente se consignaron en el informe nacional entregado con miras a la realización de una verdadera contribución a la fase continental del sínodo. «El Sínodo ha caído sobre el mundo de los laicos como un océano a explorar y valorar, por lo que a partir de ahora no debe ser sólo un momento, sino una práctica de la Iglesia,» comentó.
Ponerse las zapatillas
Si bien Sonia Gomes reconoce que en principio «no todos entendieron el proceso,» es necesario seguir trabajando para que en la práctica “todos los bautizados estén llamados a participar, no sólo como colaboradores, sino reconocidos y conscientes de la responsabilidad de la misión», pues ella misma constató que «la Iglesia sinodal es la Iglesia que no debe tener miedo de caminar junto a los que quieren vivir la unidad, respetando los diferentes carismas y vocaciones» por lo que existe la necesidad de «ponerse las zapatillas y poner los pies en el camino, para escuchar a la gente que clama y la Iglesia necesita escuchar».
Para la presidenta de los laicos brasileños, es necesario «ejercer su papel de bautizada en su ambiente de trabajo con una forma de ser Iglesia» que la lleve a «unir mi profesión a mi ser cristiana».
En este sentido enfatizó en la importancia de escuchar a la manera de Jesús, frente a lo que compartió dos historias. Una vivida con una trabajadora sexual, que le indicó: «ahora entiendo, la Iglesia y el Papa Francisco quieren saber cómo estoy», afirmando llevar un hilo de esperanza, y agradeciéndole que le tendiera la mano, lo que la hizo sentirse aliviada, pero diciendo: «¡qué pena que la gente de Iglesia no haga siempre esto!».
Y la segunda experiencia la vivió en una cárcel, donde experimentó el valor de la consolación que lleva ala unidad con a los reclusos, y cómo «estamos llamados a consolar».
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Dispuestos a escuchar
Momentos de escucha que Sonia Gomes de Oliveira compartió, destacando de importancia de reconocer que «hablar de una experiencia sinodal es hablar de una Iglesia que tiene que estar abierta a acoger, abierta a escuchar», aunque «hay muchos lugares de dolor, de sufrimiento, y la presencia de la Iglesia es importante», todos estamos llamados a estar allí, «todavía tenemos muchos lugares a los que no podemos llegar». Por lo cual debemos «ser la Iglesia en el corazón del mundo», una Iglesia que acoja a todos, y tener un corazón fraterno que acoja a los crucificados de hoy, entre los que se encuentran las mujeres que sufren y que tienen la expectativa de entender que «hacer el camino sinodal es ser pobre con los pobres y no para los pobres».
Un llamado a ser cirineos, a «crear o fortalecer una red de sinodalidad que acoja, que ore, que ayude» desde su rol de presidenta de los laicos de Brasil, pues la idea es construir Iglesia que respete la cultura de los pueblos indígenas y de las comunidades tradicionales, cuya liturgia se relacione más con su realidad ofreciendo una presencia más eficaz con los descartados por la sociedad.
Finalmente insistió en «una Iglesia que necesita que cautivemos a más gente, una Iglesia que encante y que lleve a la gente a darse cuenta de que ellos también son testigos del Resucitado”, una Iglesia de Esperanza, una Iglesia profética que entre en los sótanos donde la vida está amenazada, una Iglesia de compartir la Eucaristía, una Iglesia de Pertenencia. «La Iglesia en la que el Espíritu nos impulsa a mostrar a Jesús», concluyó.
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