Las dinámicas eclesiales van cambiando, poco a poco la sinodalidad se va instalando en la Iglesia como un nuevo modo de vivir la fe, de caminar, juntos, desde la escucha, el diálogo y el discernimiento. Un nuevo ejemplo de eso ha sido la Tercera Asamblea Eclesial Nacional, que reunía en Santiago a unos 600 representantes de todas las iglesias particulares de Chile, conscientes de la necesidad de renovar la Iglesia.
Comunión a partir de la diversidad
Un encuentro preparado durante varios años, en el que desde el primer momento se quiso tener presente el Espíritu santo, presente en la vida de la Iglesia desde Pentecostés, como recordó en la Eucaristía inicial, Mons. Sergio Pérez de Arce, secretario general de la Conferencia Episcopal de Chile, llamando a que ese Espíritu crease “comunión a partir de nosotros, de la diversidad”, y lanzase a la misión.
Una Asamblea Eclesial en la que el Papa Francisco invitó a los participantes a vivirla “con un corazón bien dispuesto para que, sensibles a la inspiración del Espíritu Santo, sepan discernir su llamado como evangelizadores, testigos intrépidos de la luz de la fe, y llevar el mensaje de Salvación a los hombres y mujeres de esa querida nación, hasta los más recónditos rincones”. Todo eso desde la toma de conciencia “de su misión de discípulos misioneros”, de ser “protagonistas del presente de la Iglesia sinodal, profética y esperanzadora”.
Una Iglesia esperanzadora
Precisamente esa Iglesia sinodal, profética y esperanzadora ha sido lo que ha dado sentido al proceso de esta Tercera Asamblea Eclesial. Una Iglesia en la que “hay que ir cristianizándose, hay que ir bautizándose”, como señaló el cardenal Celestino Aós, que llamó a ser “una Iglesia esperanzadora”, en un tiempo de definió como propicio para amar. Una oportunidad para como Iglesia chilena ser realistas y desde ahí mirar al futuro, como reflexionaba Mons. Fernando Chomali, que llamó a ir más allá de estrategias de marketing, a volver a la fuente, a Jesucristo nuestro Señor. Desde ahí, el arzobispo de Concepción insistió en que “lo que más necesitamos es profundidad espiritual porque una persona que no reza no tiene nada que decirle al mundo”.
Esta Tercera Asamblea Eclesial sirvió para discernir en torno a los desafíos de la Iglesia en el Chile de hoy respecto de quienes más sufren, las víctimas de abuso, la mujer, las personas con diversas orientaciones sexuales, los jóvenes, la familia en sus múltiples desafíos y transformaciones, el país en sus procesos sociales y políticos, el medio ambiente, además de la cultura y la transmisión de la fe.
Mujeres, jóvenes y víctimas de abusos
Mujeres que, según Angélica Ponce, “somos las que llevamos la Iglesia, en todas las comunidades”, pero “que no hemos tenido la posibilidad de asumir roles de mayor responsabilidad y visibilidad”. Jóvenes que, en palabras de Martina Muñoz, van superando las trabas que encuentran en la Iglesia, pues “muchas veces me han hecho callar por ser joven”, pero que vive este proceso “con mucha esperanza porque ahora sí nos están dando la oportunidad de participar”. Víctimas de abusos a quienes la Asamblea ha pedido perdón, especialmente ante situaciones que no fueron vistas, escuchadas, denunciadas, que quebraron la vida de muchos y muchas.
Todo ello recogido en una síntesis final de un proceso en el que se ha querido pensar juntos el querer de Dios para la Iglesia en Chile. Las 60 comunidades en que fueron divididos los participantes de la Asamblea fueron abordando cuestiones como la transparencia; rendición de cuentas y supervisión; liderazgos y estructuras para favorecer la participación y la misión compartida; ministerios laicales; formación para relaciones más evangélicas y necesidades formativas.
Pasos a ser dados
También aspectos relacionados con las víctimas, sobrevivientes de abuso y prevención, la mujer, los jóvenes, el medio ambiente, quienes más sufren, la realidad social y política del país, personas con orientaciones sexuales diferentes, la cultura y la familia.
La Asamblea Eclesial relató relaciones al interior de la comunidad eclesial, que llaman a avanzar en una gestión eclesial más transparente, a crear una vicaría de la niñez, a que los consejos sean órganos de comunión, de participación, de discernimiento y de toma de decisiones, a dar responsabilidad a las mujeres.
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También relaciones que interpelan a la Iglesia hoy en relación con el medio ambiente, los que sufren, realidad social y política, mujer, víctimas y sobrevivientes, personas con orientaciones sexuales diferentes, jóvenes, cultura, familia. Elementos que serán acrecentados con las sugerencias recibidas, pero sobre todo propuestas que deben ser llevadas a las comunidades.
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