Acercarse al documento final del Sínodo y celebrar los tres años de la Asamblea Eclesial, fueron los principales objetivos del encuentro virtual efectuado al concluir el mes de noviembre por convocatoria del Celam, la Clar y Cáritas ALC.
Moderado por el P. Pedro Brassesco, secretario general adjunto del Celam, el espacio de encuentro e intercambio de saberes, reflexionó desde diferentes perspectivas, sobre el camino vivido desde la Asamblea Eclesial hasta el Sínodo; descubriendo los aportes que hace el documento final a la vida de la Iglesia latinoamericana y valorando la experiencia de quienes hicieron parte del camino sinodal en el continente.
Mauricio López, Rafael Luciani y la Hna. Daniela Cannavina, compartieron con los asistentes su visión del documento a partir de la experiencia en el territorio, la teología y la actividad pastoral. Posturas que no se limitan a la participación en un evento, sino a la firme vocación de cada uno para construir y servir a la Iglesia universal.
Brassesco abrió el evento refiriéndose al Sínodo y la alegría de culminar un proceso, sin desconocer que ahora empiezan los verdaderos desafíos, como en su momento sucedió con la Asamblea Eclesial y la necesidad de apropiar sus conclusiones. Ahora el camino del Sínodo llevará a los creyentes a profundizar en el documento final y trabajar por su implementación.
Escucha y discernimiento
Recordando que la Asamblea Eclesial y el Sínodo no son eventos paralelos ni consecutivos, el sacerdote argentino destacó la profunda conexión entre los dos procesos por cuanto permitieron escuchar, discernir y proponer nuevos caminos para la Iglesia del continente, porque en sus palabras “solo de este modo se ofrecerá una respuesta más adecuada a los retos pastorales de la Iglesia continental, esto es lo que fundamenta su tarea misionera”.
Acto seguido recordó que la constitución apostólica ‘Episcopalis communio’ propuso que cualquier Sínodo se realice en fases sucesivas, una de carácter preparatorio, otra celebrativa y una de implementación. En este caso, en la primera fase se preparó la consulta al pueblo de Dios a nivel diocesano y nacional, lo que se desarrolló desde octubre de 2021 hasta agosto de 2022, dando paso al nivel continental previsto desde esta última fecha hasta marzo de 2023.
A esto le siguió la fase celebrativa que comprende las dos sesiones de la asamblea sinodal en Roma, es decir, octubre de 2023 y 2024. Proceso del que surge el documento que se presentó el 26 de octubre y fue aprobado por el Papa uniéndose al nosotros de la asamblea como documento de su magisterio. Así el facilitador del Sínodo insistió en que “ahora tenemos la misión de recepcionar el documento conociéndolo e iniciando procesos para crecer en el estilo de la sinodalidad”.
Acto seguido Mons. Lizardo Estrada, secretario general del Celam se unió a los saludos trayendo a la memoria la finalización del Sínodo y la preparación de la Asamblea Eclesial. “Hemos estado a la escucha de lo que el Espíritu le ha dicho a las Iglesias particulares y ese principio de circularidad, nos moviliza a contribuir con la recepción del documento. Hoy queremos evocar el camino transitado desde la Asamblea como discípulos misioneros en las periferias, hasta el Sínodo por eso, quiero invitarlos a descubrir algunas claves de lectura del documento final para seguir caminando juntos, animados por el deseo hacia la unidad plena”, afirmó.
Mauricio López: «La misión debe reconfigurarse desde las periferias»
El conversatorio se inició con la participación de Mauricio López miembro del equipo metodológico y coordinador del grupo de facilitadores del Sínodo, además de vicepresidente de la Ceama y responsable de Programa Universitario Panamazónico (PUAM).
Partiendo de la frase del filósofo danés Soren Kierkegaard en la que afirma que «la vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero únicamente puede ser vivida mirando hacia delante», Mauricio López habló de la importancia de hacer memoria agradecida de la Asamblea Eclesial, reconociendo en ella la certeza de un proceso vivo que nos permite proyectarnos hacia adelante, por lo que en su reflexión analizó el camino transitado desde su realización hasta el Sínodo.
Con la conciencia de la terminación de una fase y el comienzo de otra, quizás la de mayor importancia, destacó el aprendizaje significativo que con sencillez y humildad se ha hecho en el continente. En este sentido, recordó algunos de los desafíos pastorales que propuso la Asamblea Eclesial y los conectó con los dinamismos del Sínodo, esto con el objetivo de sacar provecho de este momento y hallar puntos de convergencia que nos llenan de esperanza y alegría ante los retos venideros.
En el ámbito de la comunión, tomando los desafíos propuestos por la Asamblea recordó la importancia de reconocer la dignidad de todas las personas, subrayando la importancia de valorar todas las voces, especialmente las marginadas, visión que el Sínodo amplió llamando a la inclusión radical.
Para Mauricio López el segundo elemento es fomentar la espiritualidad sinodal y ahí ambos procesos coinciden en que el discernimiento es clave para superar las divisiones, adoptando la conversación espiritual como herramienta para encontrar la voz del Espíritu en la comunidad. En tercer lugar, habló de superar el clericalismo que la Asamblea denunció como una de las principales barreras para ejercer la sinodalidad, mientras que el Sínodo abogó por una mayor corresponsabilidad laical y la presencia de estructuras más horizontales.
En el ámbito de la participación López recordó la necesidad de garantizar la participación efectiva de las mujeres, ambos procesos se refieren a la toma de decisiones y el sínodo lo menciona como imperativo ético, para ser una iglesia auténticamente sinodal, abogando por la inclusión de jóvenes, proponiendo espacios permanentes para las periferias y reforzando el discipulado misionero juvenil.
Igualmente aparece el tema del fortalecimiento de las estructuras participativas que en la asamblea pidió superar dinámicas verticales mientras que el Sínodo pide trabajar por un modelo más inclusivo con base en el discernimiento comunitario.
Mauricio López cerró su intervención con el ámbito de la misión que en la Asamblea se plantea en seis desafíos, entre ellos renovar el compromiso con los pobres y excluidos, es decir, refuerza la opción preferencial por los pobres y el Sínodo la proyecta como un testimonio samaritano donde la misión debe priorizar a quienes están en las periferias.
Impulsar el cuidado de la casa común, inspirados en Laudato Si’ aparece en ambos procesos como un imperativo espiritual a partir de las enseñanzas de los pueblos amazónicos y su relación con la naturaleza. Sobre temas como el diálogo interreligioso e intercultural, el Sínodo lo destaca como un puente para la comunión global y la Asamblea Eclesial ratifica su importancia a partir de los territorios, en este sentido advierte que para lograrlo debe reconfigurarse la misión desde las periferias.
En cuanto a la formación se debe desarrollar en clave sinodal, fortaleciendo liderazgos horizontales, reafirmando el testimonio profético, es decir, la coherencia que debe existir entre Evangelio y prácticas eclesiales.
Rafael Luciani: «La Iglesia no se hace con algunos»
Tras esta intervención Rafael Luciani teólogo experto y perito del Sínodo, se refirió a los aportes del documento. Entre ellos está la recuperación de la teología bautismal, la presencia de derechos y deberes por causa del bautismo, entendiendo que esto nos hace pueblo de Dios.
En segundo lugar, destacó del documento que otorga dos características al pueblo de Dios situándolo como sujeto comunitario e histórico. Aportar estas dos categorías permite asumirnos como parte de este, es decir de la totalidad y no solo como un agregado, porque según afirmó somos un nosotros eclesial, un sujeto histórico, situado en un lugar social y un tiempo, arraigados a un territorio donde construimos el nosotros eclesial.
Al respecto, destacó la enseñanza de algunos padres de la Iglesia como San Cipriano y sus reflexiones sobre el carácter de la comunión y relación con la misión del pueblo de Dios a través del ‘triple nada sin’ (nihil sine) y la importancia de cada sujeto eclesial dentro de la Iglesia.
“Nada sin el obispo, nada sin el presbiterio, nada sin el consenso del pueblo”, enseñanza que se mostró en el Sínodo como un modelo de ejecución episcopal, acorde con una Iglesia sinodal.
De acuerdo con Luciani, esto nos permite confirmar que “la Iglesia no se hace con algunos y se deben integrar todas las inclinaciones, capacidades, experiencias, conocimientos, carismas y ministerios, porque cuando no se tiene en cuenta la aportación de algún sujeto y su propia vocación falta algo. Eses es el concepto de corresponsabilidad en la que no podemos sacar al resto del conjunto de la construcción eclesial».
Igualmente habló de la novedad que plantea el documento respecto a la recepción del Sensus Fidei expuesto en el numeral 12 de Lumen Gentium, entendiendo que el espíritu no solo santifica, sino que distribuye sus dones de manera libre en todo el pueblo de Dios, esa diversidad es lo que marca el camino que genera una nueva forma de hacer y ser iglesia que no debe confundirse con la opinión pública, “pastores y fieles disciernen en unidad con la mediación del Espíritu, así se garantiza la participación de todos en la Iglesia”, comentó.
Otra de las novedades del documento es la compresión de la sinodalidad como una dimensión constitutiva de todo el pueblo de Dios, «a partir de esto surge una nueva figura de iglesia», explica el teólogo. La sinodalidad define la Iglesia porque supone la experiencia de caminar juntos, proponiendo nuevas dinámicas comunicativas, aportando una nueva manera para discernir y tomar decisiones compartidas.
En quinto lugar, está la participación de todo el pueblo de Dios en los diferentes organismos de participación y procesos que el teólogo destaca. Para concluir su aporte señaló la importancia de la rendición de cuentas y las diversas expresiones de la transparencia que se percibe tanto en los vínculos como en las relaciones y administración de las estructuras eclesiales.
Para Luciani “el camino sinodal pone en práctica lo que el concilio enseñó sobre la Iglesia como misterio y pueblo de Dios, entonces hay un llamado a la santidad a través de la conversión continua que nace a partir de la escucha del Evangelio”.
Daniela Cannavina: «Creo en la potencia de las semillas pequeñas»
A su turno la Hna. Daniela Cannavina, secretaria general de la CLAR, habló del Sínodo y la sinodalidad como experiencia, entendiendo que se trata de hechos que nos afectan, al ser testigos sinodales. En su caso destacó los dos días de retiro espiritual porque contemplar al resucitado y ver la marca de sus heridas le animaron a pedir perdón y colocarse cerca de los buscadores de un nuevo estilo de vivir, un estilo sinodal. De ahí que estén centrados en los textos de la resurrección, porque es el Espíritu el que anima a la unidad, con la riqueza de las diferencias por eso señala que es necesario fortalecer las rodillas vacilantes para no cesar de caminar, descubriendo las resistencias y los movimientos aparentes que se alejan del verdadero propósito.
“Reconozco que el Espíritu anima cada intuición, percibo que vamos regresando a las fuentes, siento que la iglesia está en camino porque creo en la potencia de las semillas pequeñas que se arraigan, noto que la escucha va calando en nuestras prácticas de discernimiento, abrazo y apoyo la conversación en el Espíritu que busca a tiempo y destiempo, movilizar los corazones, descubrir las resistencias, las actitudes prepotentes”.
La meta para la religiosa argentina es “entrelazar el sentimiento y el pensamiento, romper las fronteras personales, no imponer el monopolio del propio pensamiento que hemos de buscar juntos en un clima evangélico abierto a la voz del Espíritu».
No obstante, es consciente de las deudas que se mantienen frente a temas como la participación plena de la mujer, la valoración de los pueblos afrodescendientes e indígenas, además de otros sujetos eclesiales, por lo que abogó para que la conceptualización dogmática no apague el Espíritu. “No podemos vivir como el resultado del pensamiento de los demás, abrazando dogmatismos, sino honrando lo que el espíritu promueve”.
Asimismo advirtió sobre el riesgo de “invisibilizar la comunicación, callar la difusión de lo celebrado y vivido, porque eso se traduce en resistencias y desinterés; además de evitar la implementación de esta importante fase. Experiencias que se hicieron aportes y que compartió en triadas sinodales. Sanación, reconciliación y reconstrucción, fue una de ellas y que confía ayudará a recobrar la confianza.
Transparencia, rendición de cuentas y evaluación, porque ayudarán a vivir un proceso sinodal abierto, evaluando la marcha que ha de ser transparente sobre los avances e implicaciones. Por otra parte está el llamado a vivir una renovación espiritual y estructural que nos conduzca a ser una Iglesia más participativa y misionera, arraigada en una espiritualidad sinodal, donde ejercicios como la conversación en el Espíritu fortalezcan la cultura del discernimiento.
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