Dos religiosas y dos sacerdotes comparten con ‘Misión CELAM’ su opción por los descartados de la sociedad
“Mientras exista un pobre en el mundo que grita bajo la injusticia de su situación, habrá siempre algún cristiano que va a levantarse”. Apostilla Leonardo Boff, teólogo brasileño y uno de los representantes insignes de la teología de la liberación en América Latina y el Caribe.
Cabe preguntarse en estos tiempos de la llamada sociedad líquida, donde la incertidumbre por la rapidez de los cambios ha debilitado las relaciones humanas, ¿cómo entender esta categoría de pobres, excluidos y descartados? Socorro Martínez Maqueo, religiosa del Sagrado Corazón y teóloga mexicana, quien ha compartido buena parte de su vida a las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), echa mano de su experiencia para afirmar que “las CEBs tienen memoria viva de lo que es caminar junto con otros y otras, de saber agradecer el consuelo y fuerza que da el compartir dolores, alegrías, incertidumbres, fracasos, avances y logros. Convencidas de que nadie se salva solo prosiguen su camino, son comunidades fortalecidas y son pequeños pero sólidos contrapesos a una sociedad líquida”, porque “testimonian la fuerza del Espíritu que sopla donde uno menos imagina y testimonian pequeños milagros de lo que es la capacidad humana, la solidaridad, la creatividad en diferentes circunstancias, acciones organizadas colectivamente, la vivencia de la fe y de la celebración que alientan el caminar”.
Socorro asegura que la Iglesia de América Latina y el Caribe se ha tomado muy en serio las conclusiones del Concilio Vaticano II y, de hecho, todo el aterrizaje postconciliar se ha evidenciado en cuatro Conferencias Generales del Episcopado: Medellín (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007); eso sin añadir los sustanciales aportes de Santarém (1972); obras emblemáticas como Teología de la Liberación.
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