Testimoniar la fuerza del Evangelio. Eso tienen en común cantautores y compositores de América Latina y el Caribe, quienes durante la semana del 18 al 24 de febrero, participaron del primer curso: ‘Músicos para una Iglesia en salida’, organizado por el Centro de Formación Cebitepal, en Bogotá, sede del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam).
Tras concluir días de intensas jornadas de formación y trabajo, ADN Celam ha pulsado opiniones con algunos de ellos: EE.UU., México, El Salvador, Costa Rica, República Dominicana, Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, Puerto Rico. Todos, sin chistar, han compartido sus experiencias, testimonios y proyectos a seguir luego de esta experiencia de fraternidad y diálogo de saberes.
“A través de la música ser instrumento de Dios”
Para el dominicano, Braulio Vargas, el estar presente en el curso de música ha sido una experiencia maravillosa, se lo ha disfrutado de principio a fin. Quiere llevar lo novedoso para fortalecer lo que venía haciendo en el campo musical.
Este cantautor que a través de su música busca servir, amar, adorar y agradar a Dios, señaló que este espacio formativo “ha sido un desaprender y sacar lo que se estaba quedando obsoleto en su carrera para transformarlo, con lo que se lleva de novedoso quiere ayudar a transformar lo que venía haciendo”.
“Deseo poder transformar lo que estamos realizando para la música católica, hacer que las personas tengan un encuentro total y vivo con el Señor a través de la música y ser uno de esos instrumentos que Dios utilice para que esta transformación sea efectiva y real”, añadió.
“Debemos predicar al corazón”
La hermana Ana Iris Blanco Achés, dice haberse sentido en un ambiente de sinodalidad y haber vivido una experiencia enriquecedora, añade que espera este “no sea el último encuentro que se realice”.
La religiosa venezolana es laica consagrada y misionera de la Comunidad Jesús es Señor, actualmente reside en el estado de Jalisco de México. Sirve a la Iglesia compartiendo en retiros su experiencia de fe y a través de la música en diversos países latinoamericanos.
La música para ella es un instrumento que permite acercar a hombres y mujeres a vivir una experiencia de Dios. “Así como el Papa nos dice a los que somos predicadores, yo también soy predicadora y cantautora que debemos predicar al corazón”.
Resalta, además, la importancia de componer música que toque la realidad de las personas para que se sientan identificadas en sus caídas y darles mensajes de esperanza de que Dios está con ellos.
“Los sacerdotes no podemos ser ajenos a la música”
Desde el corazón de la selva, en Iquitos, la metrópolis más grande de la amazonía peruana, llegó Reiber Sevedeo Silvano Ahuanari, un sacerdote indígena, que llegó al curso “motivado por monseñor Miguel Ángel Cadenas, obispo de Iquitos”. El joven sacerdote, con apenas dos años de ordenado cuenta, que el prelado lo animó, porque “la música es un instrumento de evangelización y los sacerdotes no podemos ser ajenos a ello”.
El padre Reiber canta desde niño, lo recuerda desde que tiene uso de razón. Ahora como sacerdote considera que “este curso para todos los que cantan para Dios, ha sido algo muy provechoso para nosotros”, por eso, “nos iremos llevando este mensaje bonito de que hemos vivido una experiencia maravillosa tras encontrarnos con diferentes hermanos de diferentes países y, sobre todo, poder compartir la presencia de Dios en nuestra vida”.
Para este presbítero amazónico fue una sorpresa encontrarse cara a cara con Pablo Martínez – docente de este curso – a quien admira desde siempre: “escuchaba y cantaba sus músicas. Es un hombre sencillo que canta con su vida y eso es lo que me motivó personalmente”.
“La música permite un encuentro vivo con Dios”
Eloy Baeza expresó su alegría de haber podido participar y dijo además que fue un encuentro “lleno de esperanza, de transformación y de una gran riqueza”.
Este cantautor católico viene desde Chihuahua – México, vive agradecido por la oportunidad que Dios le sigue dando, tras haber luchado contra un cáncer. Su misión, dice él, es seguir transmitiendo “el amor de Dios a través de su música y su experiencia de vida”.
Considera que la música ayuda a tener un encuentro con el Señor: “Yo en la música he encontrado la voz de Dios y creo que la música nos facilita a muchas personas que podamos encontrar esa voz y debemos hacerlo desde lo que hemos encontrado con nuestros carismas en este caso la música”.
“Poder crecer como fuerza evangelizadora”
Venida de Perú, la psicóloga Erika More Durán – una cazatalentos – expresó su alegría por haber venido a participar del curso, añadió estar muy contenta y fortalecida “es como un alimento en fuerza y en personalidad, tanto del espíritu como de nuestra manera de ser”.
Esta joven de 32 años, que hace parte de la coordinación de la pastoral juvenil de la diócesis de Chiclayo, dedica su profesión a buscar y seleccionar talentos de la música católica, empoderándolos desde lo psicológico y espiritual, para llevarlos luego a ser grandes líderes de este género de la música. Así dice ella, “poder crecer como fuerza evangelizadora que lleva el mensaje de Dios”.
“Sumergirnos en la adoración para Jesús”
A partir de su vivencia en estos días, Jessica Giraldo, cantautora católica, nacida en la ciudad de la eterna primavera, Medellín, expresa que se siente bendecida de haber participado de este encuentro de músicos.
De igual forma, esta ‘paisita’ asegura que la música ha bendecido su vida “me ha permitido darle un cambio absoluto a lo que ha sido mi antes y mi después de Cristo, con ella he podido experimentar el amor del Señor”.
Es administradora de empresas, pero para ella la música es prioridad y un complemento, es la forma de “introducir a través de melodías un momento muy especial de oración y sumergirnos en la contemplación y en la adoración para Jesús”.
“Me siento en comunidad”
Mayra Barajas, de 32 años y originaria de Jalisco, México, es una cantante y bajista que reside en Detroit, Michigan. Con una trayectoria musical que comenzó hace aproximadamente 20 años, inició su camino como cantante cuando era niña en la comunidad “Caminando con Jesús”, en la parroquia El Santísimo Redentor
Reflejando su compromiso, Mayra contempla el impacto del curso al expresar: “¿De qué me sirve guardar esta información sino poder llevar y desarrollar esos dones y carismas que Dios nos ha dado? Para que a través de esto haya fruto en mis comunidades y que otras personas puedan acercarse y sentir el amor de Dios”.
Además, subraya la importancia de la interacción en el curso al compartir que se siente acogida “no solo por los profesores, sino también por las personas que están aquí; me siento en comunidad”.
“Despierta, estamos aquí”
Karen Rodríguez, de 40 años, junto con su esposo Carlos Torres, de 46 años, son puertorriqueños y cuentan con 18 años de matrimonio. Ellos viven en Harrisburg, Pennsylvania, donde son miembros activos de la Comunidad de San Francisco de Asís. Su devoción por Dios y la música se entrelazan, creando una sinfonía única en su compromiso con el ministerio musical.
Carlos, compositor, destaca la importancia de reconocer y utilizar los dones otorgados por Dios, compartiendo que “los proyectos de Dios, el hombre no los detiene”. Su actitud humilde resalta la inspiración divina detrás de sus composiciones, atribuyendo las letras al Espíritu Santo.
La pareja participó recientemente en el curso ‘Músicos para una Iglesia en salida’, una experiencia que describen como un regalo divino. Karen expresa su gratitud por la invitación, señalando que “ha sido una experiencia maravillosa encontrarnos con tantos países, con tantas culturas, con tantos pensamientos diversos”. Este curso ha dejado una huella profunda en su corazón, enriqueciéndolos espiritualmente.
Carlos destaca la influencia de mentores como Pacho Bermeo, Fabrizio Catenassi y Pablo Martínez, revelando que “los talleres nos han dado ese impulso para decirnos: ‘Despierta, estamos aquí’ y yo digo, Señor, ahora sí voy a vivir para ti”. La experiencia no solo ha sido educativa, sino también transformadora, llevándolos a comprometerse aún más con su vocación musical y su matrimonio.
Karen y Carlos, padres de tres hijos, Fátima María, Isabella Cristina y Rocío del Mar, son un testimonio vivo de cómo el amor por Dios y la música pueden fortalecer no solo un matrimonio sino también impactar a comunidades enteras. Karen concluye expresando que “poder compartir como matrimonio este ministerio es de bendición, porque no es une más, nos une más y además de que creo que somos ese ejemplo para las familias de que se puede trabajar en unidad”.
“Elegidos por Dios para esta vocación”
Yania Guzmán, de 42 años y oriunda de Santo Domingo, República Dominicana, es parte activa de la Comunidad Carismática de la Visitación y de la Eucaristía. Ella expresa el propósito de la comunidad afirmando que “Dios nos regaló ese lugar donde entendemos que podemos trabajar para llegar a la santidad”. Su participación principal se enfoca en el Ministerio de Música, donde ha estado involucrada desde los 8 años.
La experiencia del curso ha dejado una huella profunda en Yania, quien enfatiza, que “hemos sido llamados de una manera especial, elegidos por Dios para esta vocación”. Su meta es llevar los aprendizajes del curso a la República Dominicana, contribuyendo al enriquecimiento espiritual del país y buscando que “el Señor nos asista para que eso se haga realidad”.
“La sinodalidad se hizo realidad”
Los 22 años de servicio a la Iglesia a través del canto y la predicación son una buena base para el ministerio Paz y Bien Music, conformado por los esposos Elizabeth ‘Nenita’ Ferrer y Fernando Carreño, venezolanos de nacimiento, radicados desde hace unos años en Colombia.
El dúo musical participó del curso y consideran que “ha sido una bendición enorme” poderse reencontrar con muchísima gente, entre colegas, participantes y profesores que tenemos tiempo que no veíamos, que somos amigos de hace muchos años. “Fue una experiencia enriquecedora, afianzamos cosas que ya sabíamos, porque ya tenemos veintitantos años en esto, pero también aprendimos cosas que se están aplicando ahora”, comenta Fernando.
Mientras que Nenita resume en una frase: “la sinodalidad se hizo realidad”, porque “nos llevamos un nuevo ardor en el Espíritu Santo”, mientras que su esposo complementa que también “nos llevamos nuevos métodos, nuevo empuje, nuevos conocimientos y nuevas amistades”.
“Sigo enseñando y aprendiendo”
Nelson Saavedra es un laico chileno que coordina todos los ministerios de música de la Renovación carismática en este país y aunque “no soy cantautor” desde los 12 años ha estudiado y tocado el piano. Por supuesto, canta. En este curso ha tenido la oportunidad de compartir con muchas personas que “recién vengo conociendo”, puesto que más “allá del conocimiento” están también cultivando la fraternidad.
Aseguró que “se vivió la sinodalidad de hermandad, de compartir con el otro lo que uno tiene para hacer un todo, para hacer algo más, para hacer algo más grande y en pos del servicio a Dios, a nuestro señor y me llevo en el corazón una gran alegría para no solo quedar aquí, sino compartirla con mis hermanos en Chile”.
Claro está, hay mucho camino “por recorrer”, porque “muchas veces uno cree que ya lo ha hecho todo, ya lo ha trabajado todo, probablemente esté muy equivocado y yo lo viví en estos 20 veintitantos años de camino en el Señor, pero Dios me sigue enseñando y sigo aprendiendo”.
“Debemos salir al encuentro de los alejados”
Luis Mauricio Vargas Arce es de Costa Rica y un solista con 26 años de servicio al canto y adoración. Se describe como un músico multigénero, aunque se decanta por el pop. Su experiencia en “Músicos para una Iglesia en salida ha sido maravillosa”. Se ha renovado, literalmente. Siente que fue un espacio de mucha sensibilización y, en especial, para recordar la misión de los músicos en la Iglesia: evangelizar. “Fue muy necesario”, apuntó.
El cantante tico se lleva a su país un equipaje de experiencias con ‘souvenires’ de consejos; primero, “mis colegas puedan entender más claramente esta sensibilidad que la Iglesia quiere, es decir, tratar de acercarnos a los que están alejados, a los que están viviendo las diferentes realidades, en la tristeza, en la necesidad, en la falta de recursos, en la falta de esperanza también”.
Del curso lo que más le ha gustado fue el “enfoque bíblico” desde la mirada de discípulos misioneros, un legado que ha dejado Aparecida (2007) y se ha repasado (hasta repensado) en la asamblea Eclesial (2021).
“Cantar con la vida y el corazón”
Juan Pablo Alvarado es un joven cantante, productor y compositor de Guayaquil, suroeste de Ecuador. Rescató de este curso “la capacidad de los profesores de transmitir lo que ellos van viviendo”. Eso lo llevó incluso a “cuestionarse en lo profesional”, porque “como músico debo tomar decisiones en todos los aspectos: profesional, espiritual, personal”.
En cada lección sintió el guantazo, por eso se lleva una frase de uno de los profesores, Fabrizio Zandonadi Catenassi, quien “nos habló que el pueblo de Israel cuando compartía la música, compartía su historia. Ellos cantaban, cantaban junto con su familia entonces, no solamente cantaban con su voz, sino que cantaban con su vida”. Eso lo ha llevado a replantearse “a cantar no solamente con mi voz, sino con mi vida para que las personas se sientan impactadas y se sientan de alguna forma llamadas a cantar con su vida, con su corazón, que sea algo tan natural que simplemente fluya.
Tras participar de este curso “me llevo nuevas amistades”, por supuesto, “un poquito más de conocimiento” que “me lleven a vencer los miedos, confiando que Dios nos tiene de la mano”.
“Fue más de lo que esperaba”
La hermana Hilda Elisa Villarroel Briceño es una religiosa mexicana y pertenece a la congregación de las Dominicas de la doctrina cristiana. Desde muy joven estuvo vinculada con la música, cuando cantaba en el coro de su parroquia. Ahora de religiosa acompaña cantos en la misa y en celebraciones de su convento. “Fue más de lo que esperaba”, dijo en referencia al curso.
Sobre todo le ha gustado profundizar en la sinodalidad, un tema que no entendía del todo. También rescata la pericia de los maestros, quienes “transmiten con su vida, su testimonio y eso te pega fuerte”.
Se lleva a la tierra de la Guadalupe “el cariño de todos y pues un gran aprendizaje también, pues las ganas de hacer algo más y continuar con la evangelización”.
“Dar todo, el Señor no se queda con nada”
Gerardo Martínez viene de la tierra de San Oscar Romero, El Salvador. Vive en la zona de occidente, Sonsonate, municipio Huayhua. Cuenta con 26 años de experiencia musical en la música y en la interpretación de la batería.
“Me llevo una gran bendición, un gran regalo de Dios”, comentó sobre el curso, toda vez que añadió: “Ha sido alguna experiencia maravillosa adquirir conocimientos, formarme no solo ha sido de conocimiento, sino que ha sido espiritual para todos nosotros los que andamos trabajándole al Señor”.
El laico salvadoreño indicó que “lo que más me marcó fue algo que dijo Kiki [Troia], ‘dar todo, porque el Señor no se queda con nada para nosotros’, y hay otra palabra también hay algo de Ziza [Fernandes] que ‘a la cerca jamás, nunca’. En definitiva, ha descrito esta experiencia formativa como: “Bella, maravillosa”.
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