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Trinette Durán, la médica venezolana que recibió el primer milagro de la hermana Carmen Rendiles - ADN Celam

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Trinette Durán, la médica venezolana que recibió el primer milagro de la hermana Carmen Rendiles

Con 40 años de graduada, ejerciendo la medicina y la docencia, Trinette Durán, nunca imaginó que recibiría un milagro por intercesión de la hermana Carmen Rendiles, quien este año se convertirá en la primera santa de Venezuela.

Es “una católica activa” con una fe a toda prueba, que un día, mientras estaba en una operación recibió una descarga eléctrica en su brazo derecho. No obstante, las secuelas de este episodio aparecieron en 2003 cuando empezó a sentir fuertes dolores.

“Me vieron médicos de todas las religiones, de todas las especialidades porque hasta hebreos me atendieron”, señaló en una entrevista con la emisora Onda FM. Incluso la atendió el presidente de la Sociedad venezolana de cirugía de la mano, pero ningún especialista lograba mitigar su dolencia.

Así pasó por manos de traumatólogos, fisiatras, cirujanos, “mi brazo se comenzó a atrofiar” con un dolor persistente. Fue perdiendo fuerza en su brazo, hasta que se lo inmovilizaron. En total, la examinaron 21 especialistas hasta que decidieron operarala.

Llevada por un impulso

Se trataba de una cirugía compleja. Debían hacerle una incisión desde la mano hasta la axila. Estaba en una encrucijada, pues aparte de médica, también es pintora, ama las manualidades y cría orquídeas, “era un trauma para mí”.

Antes de su operación, “algo me dijo que fuera al Colegio Belén”, donde reposan los restos de la hermana Rendiles. Al llegar, se dirige a la capilla para orarle al Santísimo.

Allí quien “me recibe me dice que en esa misma capilla estaba enterrada una persona, eso me llamó muchísimo la atención y dije que esta señora tiene que ser una santa para que la entierren dentro de una Iglesia”.

Comenzó a orarle a ella , aunque “no la conocía”. Está segura de que se trata de esas “diosidencias o papá Dios a uno lo escoge y usted tiene una misión en la vida”. Pide que su operación salga bien.

Tras finalizar la oración, una de las religiosas que estaba en el oratorio la invita a un “cuartito donde la hermana Carmen reposaba”. Ahí fue donde ocurrió el milagro como tal.

Crónica de un milagro

Esta cirujana y creyente conoce al dedillo los milagros de Jesús, pero en su vida había experimentado de cerca uno. Cuenta: “Al entrar con la hermana en ese cuartito muy pequeño, había un retrato de la Madre Carmen ya viejita”.

Prometió a la monja que lo pintaría “apenas me recupere de la operación”. Lo que ocurrió después es inexplicable, “esto es algo que solamente hay que vivirlo. Era como una energía estática, como una cortina invisible que no nos dejaba pasar”.

Al contemplar el retrato de la Madre Carmen, con la mano levantada, sintió una luz inmensa de aquel retrato de Madre Carmen, “ambas vimos la luz”. Al tiempo que techo y paredes “fueron separándose, fue una sensación indescriptible, como entrar en otra dimensión realmente”.

Fue el momento más hermoso de su vida, inverosímil, pero así actúa el poder de Dios. “Fue una luz que se reflejaba en mi cabeza y en todo mi brazo derecho.
El plexo braquial, donde nacen los tres nervios principales del brazo, que vienen del cuello, desde ahí yo sentía este el calor enorme y comencé a sudar”.

Se desmayó. Al volver en sí, la hermana que la acompañó, la tenía abrazada solo alcanzó a decir: “No pesas nada, no pesas nada, no no pesas nada”. Ella gritaba de emoción. Al rato se unió toda la comunidad de religiosas para ver qué ocurría.

“No podíamos hablar. Yo no podía hablar. Yo estaba impactada, cuando pude [tomar conciencia] y no puede ser, estoy sana”. El dolor desapareció de manera inexplicable, se abrazó a la hermana.

Ese día por la tarde debía operarse, pero una torrencial lluvia, que desbordó el río Guaire impidió movilizarse. Por eso, no llegó al hospital y se fue a su casa, donde otro hecho inexplicable la esperaba.

Brazo por brazo

En su casa tenía muchísimas rosas. “Cuando llego, mi casa olía a rosas”, explicó. De las más de 60 especias, muchas estaban en injerto, solo algunas estaban florecidas. De allí el asombro.

Se quitó la férula, así pasó tres días, “como si estuviese flotando”. Esposo, hijo, familiares y vecinos estaban impresionados, “la estela de olor a rosas se sentía aún”. Iban a constatar el prodigio.

Tres días después, celebran una eucaristía en el Colegio Belén. En la homilía, Trinette descubre que a la madre Rendiles le faltaba un brazo, cuando el sacerdote dijo: “Como que se lo regaló a la doctora para que ella siga ejerciendo su profesión”.

“Imagínate tú el llanto, porque no sabíamos, ni mi esposo, ni mis hijos, ni mis primos, los que me acompañaron ese día”, agregó .

Regresó a consulta, sin férula. El médico tratante le pregunta. “Estoy perfecta”, lanzó. Suspicaz, su colega midió la circunferencia del brazo – un procedimiento de rutina –, aunque aún presentaba un poco de atrofia, tenía mucha fuerza.

Algo muy atípico en estos casos. Así que de inmediato le repite una electrocardiografía. Lo cierto es que sentía esa mano derecha “muy pesada”. Eso ocurre, corrobora el médico, cuando se opera.

Es la sensación de la mano gigante, una secuela de una operación de mano. Así pasó un mes con esa sensación, “me fue pasando paulatinamente”. Fue retomando poco a poco su vida normal. Su vida cambió para siempre.

Lo cierto es que recuperó por completo la movilidad de su brazo sin requerir de intervención. Por eso recuerda que para lograr los milagros “se necesita primero tener una gran fe en Dios”.

Ella solo fue a pedir que todo saliera bien, “yo no fui a pedir un milagro de esa magnitud que papá Dios me dio”. El evangelista Mateo escribió: “Pidan y Dios les dará”. Así se resume la vida de Trinette.

Foto: El Pitazo

 

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