Cosas buenas han sucedido en el 2024 en todo nuestro continente americano y dos sucedieron en Montevideo, Uruguay, promovidos por la Asociación Civil San Marcos Ji: la inauguración el Hogar de Medio Camino “La Fuente” (septiembre) y el cumpleaños n° 1 del Hogar “El Campanario” (diciembre).
Inés Olivera —directora de la institución y alma mater del proyecto— se refirió al primer año de vida de esta institución y se emociona cuando habla de “El Campanario”, el primer Hogar que funciona en la Basílica Nuestra Señora del Carmen más conocida como parroquia de La Aguada. Allí se reciben personas que desandaron el camino de las drogas, pero además —en algunos casos—, de reclusión y de varios años de situación de calle. Otros aún están en el tiempo de los intentos.
Necesitamos padrinos
“El Campanario” es diferente a “La Fuente”, cuenta Inés: “A ‘El Campanario’ solo entran chicos que vienen de la Fazenda de la Esperanza cuando culminan su año allí, vienen que haber hecho los doce meses de Fazenda. No tenemos convenio con el Mides (Ministerio de Desarrollo Social), ni con Asse (Administración de los Servicios de Salud del Estado) por lo que se financia todo con aportantes privados. Necesitamos padrinos para cada chico que llega, hay que pagar luz, agua, boletos, atención médica. Pero más allá de estas dificultades se puede tener una experiencia de espiritualidad parecida a la de la Fazenda, que es la que los muchachos conocen y les permite salir adelante. ‘El Campanario’ es Fazenda, es Familia de la Esperanza”, asegura.
El “debe” del balance
Impresiona que con todo lo que han hecho en un año tengan “pendientes”: “Estábamos trabajando para hacer un proyecto de paradores para personas en situación de calle, que es algo que tenemos en el debe”, cuenta Inés, pero les ganó de mano la oportunidad de abrir un segundo hogar cuando “me llamó la directora de protección social del Mides —Fernanda Ausperberg— a raíz del trabajo en la primera casa San Marcos Ji. Me dijo que necesitaban otra casa de medio camino y que tenían el presupuesto aprobado. Eso fue en junio”.
Y nació “la Fuente”: un lugar de contención
Inés siguió contando que el equipo se puso en marcha, había que encontrar un lugar idóneo, y es ahí que surge la idea de Nicolás Parreira —coordinador principal de “La Fuente”— de instalar la casa en la zona oeste de Montevideo. El planteo fue recibido con entusiasmo por el Mides, ya que la mayoría de este tipo de hogares se encuentra en la zona céntrica de la capital.
La casa es amplia, con muy buena iluminación, varios espacios que incluyen dormitorios, barbacoa, jardín y fondo donde los propios usuarios han construido una pequeña huerta. El lugar elegido también permitió que haya una división: un hogar para hombres con unas veinte plazas y uno para mujeres para cinco.
Parreira describe “La Fuente” como una solución entre habitacional y terapéutica: “La idea es que mientras estén aquí, los muchachos —todos mayores de 18 años— generen vínculos, entre ellos y con la propuesta de la casa. No es un refugio y tampoco es una casa. Les pedimos a los usuarios que tengan un medio de sostenimiento del tratamiento contra la adicción, y muchas veces ellos realizan actividades de recreación o formación en otras instituciones con las que tiene convenio el Mides (Portal Amarillo, Sacude, El Achique, etc.). Tratamos de generarles las redes para que ellos, en los primeros tiempos, luego de salir de la comunidad terapéutica empiecen a adaptarse primero a la casa y luego a encarar el afuera en el día a día. Apostamos a que tengan autonomía, los ayudamos a que puedan ser responsables con el uso del dinero si trabajan, los ayudamos con esa administración. Es un lugar de contención”.
En primera persona
“Hace como diez años que estoy afuera, y sé que es difícil. No es solo dejar la droga —ya que todo el consumo puede ser problemático—, porque a veces hay un consumo funcional: trabajás, estás un tiempo y volvés al consumo. Se necesitan espacios de contención, porque sos adicto toda tu vida. Hay mucha gente que se resiste a pensar que hay muchas cosas que no vas a poder volver a hacer. Hay actitudes, situaciones, comportamientos a los que no podés volver si querés salir de esto”, develó Nicolás que consumió, cambió su vida y ahora es coordinador en San Marcos Ji.
Acompañar, apadrinar
Inés, la impulsora de la asociación, insiste en la importancia del acompañamiento de las familias y encontrar “padrinos” que puedan sostener económicamente el hogar “El Campanario” porque, en definitiva, “las personas que llegan es con quienes Jesús nos pide que estemos”.
¿Quién fue San Marcos Ji?
San Marcos Ji Tianxiang fue un médico, católico devoto y mártir chino que nació en 1834 en la actual Hebei, China. Se le conoce también como Ji. Ji fue un hombre de familia que estudió para ser médico cirujano. Asistía a misa, rezaba y se confesaba regularmente. Ofrecía tratamientos gratuitos a sus pacientes pobres. Ji se convirtió en adicto al opio después de contraer una enfermedad estomacal y automedicarse con él. A pesar de su adicción, mantuvo su fe. Sin embargo, su párroco le negó los sacramentos durante 30 años.
Ji fue asesinado en julio de 1900 durante la Rebelión de los Bóxers. Insistió en ser el último de su grupo en ser decapitado para consolar espiritualmente a los demás. En 1946, el Papa Pío XII beatificó a Ji y en 2000, San Juan Pablo II lo canonizó.
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