Qué esperanzador es contar estas historias. Las hermanas de María Inmaculada llevan 87 años de presencia viva y activa en el Uruguay y se dedican a la promoción de jóvenes carenciadas. Sus raíces están en España y sus frutos se continuaron aquí, en tierras americanas. Conozcamos estas vidas que nos renuevan en la entrega cotidiana.
“La fundadora de las religiosas de María Inmaculada tenía a sus pies cuanto podía desear dada la alta posición social a la que pertenecía. Santa Vicenta María López y Vicuña se entregó a Cristo y fue un ángel protector para las empleadas del servicio doméstico”, describe un historiador español.
Vicenta María siempre tuvo en mente la idea de la promoción de la mujer, a través de una formación que le permitiera salir de su casa y dedicarse a otras actividades. La educación proporcionada por las hermanas, desde sus orígenes hasta hoy, cubre una serie de conocimientos técnicos esenciales, como saber leer, escribir, y operaciones matemáticas básicas. Pero también busca fortalecer a estas futuras mujeres, formándolas en la conciencia de sus propios derechos. Este espíritu perdura en las tres religiosas que continúan la obra fundacional: Marta, Graciela y Ani.
Hablan las hermanas
“Lo que intentamos es formarlas para la justicia, para la paz. Que la chica sepa defenderse en la vida, que no abusen de sus derechos, pero al mismo tiempo se les enseña que ellas también tienen obligaciones”, explicó la hermana Ani.
La hermana Graciela cuenta que los principales problemas a atender en la juventud de todas las capitales son: el fenómeno migratorio y las adicciones ante lo cual la congregación ofrece un espacio de escucha y contención. “Los valores religiosos están un poco dejados de lado a nivel de sociedad, pero nosotros seguimos remando contracorriente, por la santificación de las personas, para que puedan vivir esa trascendencia”, explica. Y detalla que no hay imposiciones sino que se les abre la posibilidad de conocer a Dios.
La casa de las hermanas está ubicada en el barrio Pocitos, en Montevideo, Roque Graseras 764. Allí habitan las tres religiosas y, para hacerse cargo del mantenimiento de la residencia y atención a las chicas, reciben apoyo externo. En el sector de jóvenes, en la actualidad viven 36 chicas. La mayoría estudiantes de nivel universitario, más algunas que cursan liceo o UTU (Universidad del Trabajo del Uruguay). Hay también un sector de adolescentes —para chicas de entre 14 y 17 años— en el que trabajan en conjunto con INAU (Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay). Cuentan con personal profesional: trabajadora social, una psicóloga y una psiquiatra; y un equipo que realiza las tareas de mantenimiento de la casa como cocina, limpieza y recepción.
¿Quién era Santa Vicenta María?
Nació en Cascante, Navarra, España, el 22 de marzo de 1847. Era hija de un prestigioso jurista que se ocupó personalmente de su educación al constatar las cualidades que poseía. Creció en una familia cristiana y comprometida, en la que cotidianamente florecía la caridad, ya que sus componentes dedicaban gran parte de su tiempo ayudando a los desfavorecidos. Una tía materna que pertenecía a la aristocracia madrileña y dispensaba toda clase de atenciones a los necesitados, tuvo una fuerte influencia en su vida.
Sus rasgos de generosidad, junto a su privilegiada situación social, fueron tenidos en cuenta por los padres y los tíos de santa Vicenta María López y Vicuña cuando decidieron que prosiguiese la formación en Madrid. Bajo la custodia de este familiar, aprendió idiomas y piano, estudios que completó más tarde en el prestigioso colegio San Luis de los Franceses.
Su tía estaba estrechamente vinculada a la Congregación de la Doctrina Cristiana, y ella solía acompañarla en algunas acciones que realizaba con jóvenes empleadas del servicio doméstico, lo cual le ayudó a discernir el camino a seguir. Sus padres pensaron en que se casara pero esa idea no prosperaría en Vicenta María que dijo: “ni con un Rey ni con un santo”.
En 1853 alquiló un piso e inició su obra en “La Casita”. Recibió a las primeras tres muchachas convalecientes del hospital junto a una persona mayor edad, seleccionada para asistirlas. Se ocupó de su formación y también de su trabajo eligiendo buenas casas donde pudieran trabajar en el servicio doméstico. El 11 de junio de 1876 puso en marcha el Instituto junto a dos chicas. Y las vocaciones aumentaron. A todas les decía: “A este fin consideren que han venido al Instituto a morar unánimes y conformes y a no tener sino un corazón y un alma en Dios”.
En julio de 1890 santa Vicenta María López y Vicuña hizo sus votos perpetuos. Luego de padecer una tuberculosis, falleció el 26 de diciembre de 1890. “Si vivimos bien, la muerte será el principio de la vida”, había dicho. Santa Vicenta María López y Vicuña fue beatificada por Pío XII el 19 de febrero de 1950, y canonizada por Pablo VI el 25 de mayo de 1975. Sus restos mortales se encuentran en la Casa Madre, calle Fuencarral de Madrid, así como el museo con algunas reliquias y objetos personales.
Con informaciones provistas por la Iglesia Católica de Montevideo.
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